MOMENTO DE MEDITACIÓN
“Ponderando y ofreciendo con mucho afecto”
Diego Fares sj
La contemplación
Nota: Primero conviene advertir en dos cosas:
La 1ª es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras.
La 2ª, el amor consiste en comunicación de las dos partes, es a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede, y así, por el contrario, el amado al amante; de manera que si el uno tiene ciencia, dar al que no la tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro.
Primer preámbulo es composición del lugar, que es aquí ver cómo estoy delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, de los santos interpelantes por mí.
El segundo, pedir lo que quiero: será aquí pedir conocimiento interno de tanto bien recibido, para que yo enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad.
El primer punto es traer a la memoria los beneficios recibidos de creación, redención y dones particulares, ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí y cuánto me ha dado de lo que tiene y consequenter el mismo Señor desea dárseme en cuanto puede según su ordenación divina. Y con esto reflectir, en mí mismo, considerando con mucha ra-zón y justicia lo que yo debo de mi parte ofrecer y dar a la su divina majestad, es a saber, todas mis cosas y a mí mismo con ellas, así como quien ofrece afectándose mucho: Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo distes, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.
El segundo mirar cómo Dios habita en las criaturas, en los elementos dando ser, en las plantas vegetando, en los animales sensando, en los hombres dando entender; y así en mí dándome ser, animando, sensando, y haciéndome entender; asimismo haciendo templo de mí siendo criado a la similitud y imagen de su divina majestad; otro tanto reflexionando en mí mismo, por el modo que está dicho en el primer punto o por otro que sintiere mejor. De la misma manera se hará sobre cada punto que se sigue.
El tercero considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en todas cosas criadas sobre la haz de la tierra, id est, habet se ad modum laborantis. Así como en los cielos, elementos, plantas, frutos, ganados, etc., dando ser, conservando, vegetando y sensando, etc. Después reflectir en mí mismo.
El cuarto: mirar cómo todos los bienes y dones descienden de arriba, así como la mi medida potencia de la suma y infinita de arriba, y así justicia, bondad, piedad, mise-ricordia, etc., así como del sol descienden los rayos, de la fuente las aguas, etc. Después acabar reflexionando en mí mismo según está dicho. Acabar con un coloquio y un Pater noster.
Las dos primeras advertencias
Se suelen tomar separadamente las dos notas que Ignacio pone al comienzo de la contemplación para alcanzar amor, por un lado lo de las obras y por otro lo de la comunicación. Y me parece que es bueno unirlas y decir que “las obras comunican el amor mejor que las palabras”.
¿En qué obras piensa Ignacio? En su Autobiografía nos cuenta así su conversión:
“Leyendo la vida de nuestro Señor y de los santos, se paraba a pensar, razonando con-sigo: ¿qué sería, si yo hiciese esto que hizo San Francisco, y esto que hizo Santo Do-mingo? y así discurría por muchas cosas que hallaba buenas, proponiéndose siempre a sí mismo cosas dificultosas y graves, las cuales cuando proponía, le parecía hallar en sí facilidad de ponerlas en obra”.
Las obras de amor de los grandes santos eran las que lo conmovían.
“Todo su discurso era decir consigo: Santo Domingo hizo esto; pues yo lo tengo de ha-cer. San Francisco hizo esto; pues yo lo tengo de hacer”
Y aquí notó una diferencia: fantasear con hacer las mismas grandes obras de los santos lo dejaba contento y alegre:
“Había todavía esta diferencia: que cuando pensaba en aquello del mundo, se deleitaba mucho; mas cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en ir a Jerusalén descalzo, y en no comer sino yerbas, y en hacer todos los de-más rigores que veía haber hecho los san-tos; no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, mas aun después de dejando, quedaba contento y alegre.
Notemos que no solo se trata de grandes obras exteriores sino también interiores en el sentido de que lo que lo consuela es un “modo de obrar” (no comer sino hierbas y hacer todos los rigores, ir a Jerusalén descalzo). Aquí saca experiencia de cómo queda después y esa es la base del discernimiento: una experiencia espiritual reflexionada.
“Mas no miraba en ello, ni se paraba a pon-derar esta diferencia, hasta en tanto que una vez se le abrieron un poco los ojos, y empezó a maravillarse de esta diversidad y a ha-cer reflexión sobre ella. Tomando por experiencia que de unos pensamientos quedaba triste, y de otros alegre, y poco a poco viniendo a conocer la diversidad de los espíritus que se agitaban, el uno del demonio, y el otro de Dios. Este fue el primero discurso que hizo en las cosas de Dios
La alegría es la corona del amor, es el mismo amor en cuanto ha alcanzado su fin y está en presencia o posesión de lo que ama: eso le produce gozo y alegría. A veces se toma solo el aspecto de deseo al hablar de amor, pero el deseo es tender hacia el fin. El gozo es poseerlo. Ambas son formas del amor. Las obras que producen alegría duradera son obras de amor.
Alcanzar amor, es pues alcanzar la alegría duradera que da un modo de obrar con amor y que se traduce en obras concretas. Ignacio menciona “ciencia” –transferencia de conocimiento, diríamos nosotros; “honores” –ceder al otro los méritos y aplausos- y “riquezas” –materiales y espirituales.
Dar y recibir
El primer punto es “ponderar con mucho afecto” las obras de amor que el Se-ñor ha hecho por mí, todo lo que me ha dado y el deseo que tiene de dárseme. Vemos aquí una expresión completa de lo que es una obra: hacer cosas por otro, darle bienes y desear darse.
Y como el amor consiste en dar y recibir, Ignacio dice que el ponderar con mucho afecto tantos beneficios recibidos hace “considerar con mucha razón y justicia lo que yo debo de mi parte ofrecer y dar a la su divina majestad, es a saber, todas mis cosas y a mí mismo con ellas, así como quien ofrece afectándose mucho”:
La oración del “Tomad, Señor, y recibid”, mirada desde esta perspectiva suena distinto. No es un ofrecimiento por amor sino que es un modo concreto de amar. El amor consiste en dar y comunicar “obras” y en hacerlo “obrando” de “modo amoroso”. Por tanto, amar a Dios es darle “con mucho afecto” (modo de obrar) todo lo que “hago” y “tengo”.
Ahora bien, el hecho de ofrecer en primer lugar mi libertad (y no “todo mi ser” como se suele decir) ilustra bien cómo Ig-nacio refiere todo a lo concreto, a la acción. Lo decisivo en la acción del amor es, antes que nada, la libertad. Y la obra de la libertad es la elección que encierra un triple aspecto: en el amor a uno le interesa saber si es elegido (amado) por sí mismo, si el otro nos elige (ama) libremente y si esa elección (amor) es estable.
Ignacio pone primero la libertad y último la concreción: todo mi haber y mi poseer. En el medio va lo “abstracto”: memoria, inteligencia y voluntad.
Y como “todo es vuestro”, como todo es don que uno “retorna”, lo que se ofrece en el fondo es la “disponibilidad”: disponed a toda vuestra voluntad. Más que una “obra” lo que le ofrecemos a Dios con mucho afecto es “nuestra disponibilidad” para obrar como a Él le agrade. Y a él sólo le pedimos “su amor y gracia, que esta nos basta”.
Amistad y disponibilidad
La disponibilidad es un rasgo muy propio del amor de amistad. Es el amor que Jesús le reclama a Simón Pedro, cuando en la charla junto al lago le pregunta por tercera vez “Me quieres como amigo?”. Este amor de amistad se completará con la última indicación que el Señor le hace a Pedro cuando este le pregunta por la situación de Juan: “Y a vos qué te importa? Vos seguime a mí”. El Señor le reclama esta disponibilidad total que se traduce en segui-miento sin condiciones.
Si tomamos estas características del amor que el Señor quiere que Simón “le de”, por un lado es consolador caer en la cuenta de que el amor de amistad es algo que “realmente” le podemos dar ya que la amistad es gratuita e iguala a los amigos. Uno se alegra de que el otro le brinde su amistad entera en las expresiones que le son propias de su condición. No hay más y menos sino una amistad entera que cada uno comunica como es y como puede.
La disponibilidad es también “obra” espontánea de la amistad, que hace lo que al otro le gusta o se adapta sin problemas ni tardanzas. Uno con los amigos es disponible como connaturalmente o se inclina a serlo más fácil-mente que con otras personas, incluso con los que tiene relación de amor profunda, de matri-monio o de paternidad. La amistad está y se muestra disponible fácil y alegremente
MOMENTO DE CONTEMPLACIÓN
“El agradecimiento es la memoria del corazón”
Marta Irigoy
misionera diocesana
Este año fuimos recorriendo los EE, desde el tema de los afectos. En el Taller de hoy, queremos rezar en torno a la “Contemplación para alcanzar amor”, que es la que recoge todos los frutos que se han recibido en toda la vida, como también
“está planeada para pedir al Señor el fruto definitivo de los Ejercicios Ignacianos, que es encontrar a Dios en todo –“en todo amarle y servirle” (EE223)-, o en su expresión más conocida: “encontrar a Dios es todas las cosas”.
Ante un escenario solemne y amable –“delante de Dios, los ángeles y de los santos interpelantes por mí” -EE232-, que invitan a una última petición humilde y agradecida –“enteramente reconociendo tanto bien recibido” EE233- y al ejercitante se le anima a recibir “el amor que desciende de arriba” EE237. Esta propuesta, una vez mirada y contemplada, es la que puede crear en nosotros una nueva actitud ante la vida y las cosas: la de salir de nosotros mismos y hacernos mirar a Dios y su amor gratuito por nosotros, pues “Él nos amó primero” (1Jn 4,7-21) y de ese amor recibimos nosotros todos los bienes.
La síntesis de todo este proceso de los EE puede formularse como un finalizar el camino que conduce “del esfuerzo al regalo”, del creerse obligado a acumular muchos méritos a sentir el gozo inmenso del agradecimiento por la gratuidad recibida. Ésta es la música que ofrece la “contemplación para alcanzar amor”. Al ejercitante que llega al final del proceso, toda la experiencia le confluye hacia esta convicción, ahora mejor saboreada y disfrutada que antes”.
Ser contemplativos en la acción nos ayuda a descubrir presencias y detalles de Dios en todo lo que ocurre. Bajo esa luz, todos los sucesos cobran nueva vida, y la existencia entera, un inmenso encanto…
Ser contemplativos en la acción nos hace descubrir, afirmar y disfrutar de la compañía de Dios en todos los momentos y situaciones que atravesamos. En las agradables, multiplica el gozo; en las desagradables, reduce y suaviza el sufrimiento haciéndose presente al lado del que sufre…
MOMENTO CONTEMPLATIVO
Decíamos “ser contemplativos en la acción nos hace descubrir, afirmar y disfrutar de la compañía de Dios en todos los momentos y situaciones que atravesamos.
Pero, ¿que es disfrutar?
“La palabra disfrutar viene del latín cuya raíz “dis” significa “separar” o “sacar” y “fructus” significa fruto.
Literalmente disfrutar es sacar el fruto, sacar provecho de algo. No en el sentido utilitario e interesado sino gratuitamente.
Disfrutar tiene que ver con el “por qué sí” de la vida. Disfrutamos algo “por que sí”.
El término “disfrutar” no casualmente viene de la palabra “fruto”. Tiene que ver con “sabor”, saborear el fruto. Saborear la vida y lo que se vive. Deja de padecer.
Sabiduría viene de sabor. El “saborear” la existencia y sus dones es la práctica una sabiduría de vida. Disfrutar es una actitud sabia. Nos gratifica, nos vuelve menos amargos, menos resentidos, menos miserables, nos reconcilia con la vida y sus continuos e inmerecidos regalos. Todo tendría que ser un disfrute. Hay que terminar con el agobio de que todo es una carga, una pena, un castigo, un trabajo, un deber, un compromiso, una responsabilidad, un mandato, un imperativo, una orden.
Para rumiar en el corazón:
* ¿Qué fruto tenés entre la manos en este tiempo?
* ¿Le “sacas” el fruto que trae, es decir: disfrutas de la presencia de Dios en el camino cotidiano?
Quédate saboreando o pidiendo tener un corazón que sabe ser agradecido por que guarda en su memoria los frutos que la vida le regala…
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