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Posts Tagged ‘Ejercicios Ignacianos’

 MOMENTO DE REFLEXIÓN

Diego Fares sj

Recapitular todas las cosas en Cristo (Ef 1, 9)

Bienaventurados los que, como Pablo, creen que Dios tiene un proyecto sobre cada persona. Tratarán cada día de adherirse a Él de corazón, darán gracias por todo, serán humildes y tendrán paz .

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En los talleres de este año ─ que es año paulino ─ vamos a acercar a Pablo y a Ignacio de manera contemplativa. Con esto quiero decir que procederemos más por intuición de corazón que por estudios y razonamientos. Buscaremos las “síntesis de Pablo y de Ignacio”, esas frases proverbiales que se graban en la memoria y en el corazón. Hoy, por ejemplo, acercamos la primer “bienaventuranza de Pablo” y la unimos al Principio y Fundamento de San Ignacio. ¿Cuál es la intuición honda de ambos con respecto al fin del hombre? Que ambos creen en que Dios tiene un plan de salvación, que este plan está centrado en Jesucristo y que adherirse a él ─ comulgar con el plan de Dios, considerando que el momento presente es un sacramento ─ trae alegría y paz.

Plan de Dios en Pablo

Leamos con atención el texto que nos ilumina con una luz esplendente y nos revela el secreto del Plan de Dios:
“Bendito sera el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (…) que nos ha dado a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de antemano, para realizarlo en la plenitud de los tiempos: recapitular todas las cosas en Cristo, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra” (Ef 1, 9-10).
Es un texto hermosísimo. Fijémonos cómo Pablo comienza bendiciendo al Dios y Padre de Jesús. Lo bendice porque nos ha querido dar a conocer su deseo más íntimo, fruto del “benévolo designio” como lo llama Pablo, que el Padre tuvo desde siempre y que lo viene a revelar en la plenitud de los tiempos. ¿Cuál es este plan benévolo? ¿Qué es lo que quiere Dios en el fondo de su corazón? Pablo lo expresa así: Lo que el Padre quiere es “recapitular todo en Cristo”. Conocer interiormente esta Verdad que es Palabra viva es conocer el secreto de la vida, el secreto de cada cosa, de cada acontecimiento, de cada corazón. Cuando uno se pregunta ¿qué querrá Dios de mí, o de tal persona, qué querrá hacer con tal situación…? “Hacer que tenga a Jesús por Cabez”, “recapitularla en Cristo” es la respuesta segura. Entonces la pregunta será la de María. ¿Y cómo será posible esto, si…”. Si en la oración pedimos al Espíritu que nos haga ver cómo se manejaba el Señor en una situación así. La primera gracia es creer que el Señor ya “recapituló”, ya asumió toda situación humana, comulgando con nuestras alegría y penas… y por eso podemos encontrar en el evangelio alguna escena que venga a iluminar lo que nos pasa. Preguntar por el cómo es preguntar a Jesús qué sentimientos tenía en esos casos, qué criterios aplicaba, cómo le pedía o le agradecía al Padre, cómo acogía o despedía a la gente, a qué cosas consideraba esenciales y a cuáles secundarias, cómo entraba en diálogo con la gente y con las situaciones… Si obramos así tendremos la luz del Evangelio, la escena, la palabra, la actitud justa de Jesús para asumir y perfeccionar la situación que nos toca vivir de acuerdo a la Voluntad del Padre. “Hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza”, es hacer que cada cosa, cada acontecimiento, cada persona, se deje conducir por la Voz del Buen Pastor, siga las enseñanzas del Maestro, se comporte según sus criterios evangélicos, imite sus gestos de amor y de bondad, lo siga por el camino que lleva a dar la vida en servicio de los demás. Ese es el plan que alegra los ojos del Padre cuando mira la creación y la ve transfigurada por la cercanía con su Hijo amado, obediente a su voz, alegre en su seguimiento, moldeada según su figura.
Pablo descubre en Jesús la clave del Plan del Padre y se enamora de Él con un amor de fidelidad a toda prueba.

Quién es el Jesús que Pablo ama

Para Pablo Jesús es “Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación. Y también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: El es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo” (Col 1, 15 ss).
Es decir que Jesús está al principio ─ todas las cosas fueron creadas en Él y por Él ─ y estará al final ─ todas las cosas son para Él─. Y no sólo eso, sino que en el medio, en el presente, “todo tiene en Jesús su consistencia y su plenitud”, porque “Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud”. Todo lo bueno encuentra en Jesús su perfección. Y por si fuera poco, el Señor también repara lo malo: Dios quizo “reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos” (Col 1, 19 ss).
Al ver a Jesús con los ojos de Pablo nos damos cuenta por qué siente que “para él la vida es Cristo”, por qué considera que “todo es pérdida con tal de ganar a Cristo”. En Jesús Pablo encuentra todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia y teniéndolo a Él no necesita nada más. “No quiere saber sino a Cristo y a éste crucificado”. Teniendo a Jesús por amigo Pablo siente que “su debilidad es su fuerza”: “Todo lo puede en Aquel que lo conforta”. Y si no tiene la “caridad” que para Pablo es Cristo ─ ese Cristo de Corintios 13: “Un Jesús paciente, un Jesús servicial, un Jesús que no busca su interés ni se irrita, un Jesús que todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta de nosotros, sus amadas ovejas ─ si no tiene el amor que es Cristo Resucitado, Pablo considera que no tiene nada, que es digno de lástima. Si Cristo no ha resucitado somos “los más dignos de compasión” de todos los hombres (1 Cor 15, 17).
Este Jesús es para Pablo Alguien con quien él vive en íntima comunión: “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2, 19, 20).
Pablo comulga con Cristo en toda situación, comulga con su pasión y con su resurrección. Por eso se alegra incluso en las tribulaciones, porque todo lo que le acontece lo lleva a comulgar más hondamente con el que comulgó con nuestra naturaleza humana.
Su adhesión a Jesús como centro del plan de salvación de Dios lo hace confiar en que Dios conduce toda para el bien:
“Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio” (Rm 8, 28).
De aquí que encuentre siempre la manera de practicar la caridad con humildad y en paz. Como dice en la carta a los Romanos:
“Bendigan a los que los persiguen, no maldigan. Alégrense con los que se alegran; lloren con los que lloran. Tengan un mismo sentir los unos para con los otros; sin complacerse en la altivez; atraídos más bien por lo humilde; no se complazcan en su propia sabiduria. Sin devolver a nadie mal por mal; procurando el bien ante todos los hobres: en lo posible, y en cuanto de ustedes dependa, en paz con todos los hombres; no tomando la justicia por cuenta propia. Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (Rm 12, 14 ss.).

El amor sin condiciones que siente Pablo por parte de Jesús se convierte en él en un amor sin condiciones para con los demás. Pablo siente que Dios quiere salvar a todos en Cristo y por eso se entrega sin medida a todos, para ganar a los que más pueda:
“Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos” (1ª Cor 9, 19 ss.).
Pablo valora la amistad incondicional y sufre por las traiciones y los abandonos. Sin embargo sabe dar gracias por todo y gloriarse aún en medio de las tribulaciones y persecuciones, sin tomar en cuenta el mal y valorando el bien. Su actitud ante la vida es Eucarística: dar gracias por todo.
“Reciten entre ustedes salmos, himnos y cánticos inspirados; canten y salmodien en su corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Ef 5, 19-20).
De esta acción de gracias brota “la paz de Dios que supera todo conocimiento, custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.” (Fil 4, 6-7).

Plan de Dios en Ignacio

Ignacio nos da los Ejercicios Espirituales para ayudarnos a encontrar la voluntad de Dios en nuestra vida. El centro de la espiritualidad de Ignacio no radica tanto en “ver a Dios en la otra vida” sino en “encontrar mi puesto de batalla –de contemplación y de acción- en esta vida. Ignacio cree que se puede buscar y hallar la voluntad del Padre en cada momento de la vida mediante el conocimiento interno de la Vida de Jesús y mediante su seguimiento. Los Ejercicios bien podrían definirse como un camino para recapitular la propia vida en Cristo. Reformando lo deformado por el pecado, configurando nuestra vida con Cristo –vistiéndonos de su vestidura de pobreza y de humillaciones-, confirmando lo que elegimos para seguir al Señor pasándolo por la pasión y dejando que él nos transfigure con el consuelo y la paz de su resurrección.
En el Principio y Fundamento Ignacio nos describe lo que es un hombre libre, guiado e impulsado sólo por la voluntad amorosa de Dios. Conocer internamente a Jesús es igual a entusiasmarse con el Plan de Salvación del Padre, porque en Jesús todo es posible.

Quién es el Jesús al que Ignacio ama

Es clave para Ignacio, como para Pablo, tener claro que la Persona de Jesucristo es el corazón del Plan de Dios, hacia el que todo está orientado. Ignacio lo expresa diciendo que “el hombre es creado para… Jesucristo” (cuando Ignacio dice “Dios nuestro Señor, siempre se refiere a Jesucristo).
El amor a ese Jesucristo Ignacio lo expresa mediante actitudes concretas y prácticas:
amar es alabar, amar es hacer reverencia, amar es servir.
La referencia a la persona concreta de Jesucristo y la manera práctica de amarlo a cada instante son claves para que la apertura esencial que tenemos al Fin último no se vea impedida por el ansia instintiva y esclavizante de nuestro amor desordenado a las cosas.
Alabar, obedecer con acatamiento amoroso y servir a Cristo Jesús son actividades que sacian el alma apenas se las pone en práctica. Comulgar con Cristo en cada momento de la vida –considerando el momento presente como un “sacramento”, en el que bajo las apariencias de lo humano en realidad está presente Jesucristo, así como en la Eucaristía, bajo las apariencias del pan y del vino se nos da verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo, es poner en práctica estas actividades amorosas. Gustando esta comunión espiritual no es difícil elegir “lo que más conduce al amor y a la mayor gloria de Dios” y “dejar lo que no nos ayuda”.
Es que amar es también preferir, amar es estar disponible a dejar de lado lo que no ayuda, amar es querer amar siempre más.
El termómetro del amor se muestra en preferir comulgar con Jesús en toda ocasión y por tanto “hacernos indiferentes” a todo lo creado para elegir con libertad de corazón solo aquello que mejor nos conduce a comulgar con este Amor.
Recapitular todas las cosas en Cristo implica en pirmer lugar “comulgar” con Cristo en todas las cosas, así como él comulgó con nosotros en todas las cosas. Comulgar es asumir en nuestro corazón al otro y lo del otro, asumir todo lo que pasa como algo que está “en las manos del Padre”, aunque no veamos cómo. Una vez que comulgamos –incluyendo todo y sin excluir nada-, vienen las otras actitudes recapituladoras. Algunas cosas se “resumen” en Cristo recibiendo y donando misericordia, otras trabajando creativamente, otras soportando con paciencia y teniendo esperanza…
Dar gracias, alabar, siempre recapitula. Si uno alaba algo bueno al otro o da gracias por lo bueno de una situacíon, uno entra en comunión profunda con esa persona o situación. Obedecer y tener acatamiento amoroso también recapitula. Cuando uno hace las cosas como el otro quiere se gana su voluntad, comulga con su mejor intención.
El servicio también es recapitulador: Cristo recapituló toda su misión salvadora lavando los pies y sirviéndose en la Eucaristía.
El que vive “comulgando con el momento presente” según el plan del Padre, sentirá Amor a Dios en su corazón y será servicial con sus hermanos. Alabará al Padre y le dará gracias por todo, cumplirá su voluntad cada día como Jesús, con reverencia amorosa, y servirá al prójimo con humildad y en paz.

 

MOMENTO DE CONTEMPLACIÓN

Hna Marta Irigoy Misionera Diocesana

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 Felices los que como Pablo saben dar gracias por todo. Serán humildes, vivirán en paz.

 En este día queremos apropiarnos de esta “bienaventuranza” de la gratitud.
Dar gracias por todo, nos hace humildes, por que nos coloca en el lugar de creatura, de pequeñez, de necesidad, y desde está experiencia, podemos vivir en la paz, que solo el Señor nos puede dar. Como un niño en brazos de su madre, así descansa mi alma, en Dios. -Salmo 131-
Sentirse agradecido, es un don. Porque es saber –que nos es un saber intelectual, sino, que es fruto de la contemplación que produce una sabiduría nueva de la vida- que “en Dios, vivimos, nos movemos y existimos”. -Hch.17, 28-

La invitación es “Embellecer el mundo con la gratitud”, como cuenta la hna. Mariola López –RSCJ-

“Me preguntaba una compañera: “¿Por qué crees tu que se produce la multiplicación de los panes?”. Le dije espontáneamente: “por el niño que entregó los pocos que tenía…” Ella me contestó: “Por Jesús que los agradece”. ¡Qué bien dicho! Hay abundancia cuando hay agradecimiento.
Agradecer nuestra vida tan amada en su ambigüedad, agradecer los rostros que llevamos y los que nos cuesta aceptar en su totalidad. Agradecer el trabajo y el descanso, las frustraciones y las alegrías, las perdidas y los frutos…Agradecer el estar vivos para poder ofrecernos…
Sólo cuando somos capaces de agradecer la realidad, sea la que sea, ella nos muestra su secreto y nos regala su bondad. Nos resucita. No se puede estar agradecido y descontento a la vez. Es la gratitud la que embellece al mundo… Y la que nos regala la paz…

PARA LA ORACIÓN PERSONAL

– San Pablo, nos enseña este modo de vivir en permanente gratitud, en varios textos de sus cartas. Elegimos dos que nos pueden ayudar.
– Leamos en silencio, quedémonos “sintiendo y gustando”, la palabra que más nos trae consuelo, luz, paz al corazón…
Recordando que la gratitud es don. Pidámosla con insistencia…

Fil, 4, 6-13:
“No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús. En fin, mis hermanos, todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza, debe ser el objeto de sus pensamientos. Pongan en práctica lo que han aprendido y recibido, lo que han oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con ustedes. Yo tuve una gran alegría en el Señor cuando vi florecer los buenos sentimientos de ustedes con respecto a mí; ciertamente los tenían, pero les faltaba la ocasión de demostrarlos. No es la necesidad la que me hace hablar, porque he aprendido a hacer frente a cualquier situación. Yo sé vivir tanto en las privaciones como en la abundancia; estoy hecho absolutamente a todo, a la saciedad como al hambre, a tener sobra como a no tener nada. Todo lo puedo en aquel que me conforta”.

-Rom. 8, 28, 36-39
“Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio. ¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada?.. Pero en todo esto obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
– Dar gracias siempre lleva a levantar la mirada hacia Dios y hace que el corazón se eleve y alabe al Creador y Señor de la Vida.

– Alabemos nosotros al Señor cantando: Te alabo
(más…)

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