
Momento de meditación
Diego Fares sj
La meditación de Tres binarios o tipos de personas es importante dentro del camino de los Ejercicios Espirituales porque ayuda a calibrar cuál es el «peso» que tiene en mi vida la Persona de nuestro Padre, la de Jesús, Señor de todos, y la de nuestro Espíritu Santo, en un momento concreto en que tengo que decidir qué hacer con “una posesión inquietante”. Ignacio usa la imagen de “diez mil ducados” (de oro, agregamos para que tenga la fuerza que tenía en aquella época). Dice: La historia es «de tres binarios (pares) de hombres. Cada uno de ellos ha adquirido diez mil ducados, no pura o debidamente por amor de Dios; y quieren todos salvarse y hallar en paz a Dios nuestro Señor, quitando de sí la gravedad (o sea, el peso) e impedimento que tienen para ello (o con ello) en la afición de la cosa adquirida» (EE 150).
Se han “aficionado” a estos ducados! Se quieren quitar de encima la inquietud que les provoca poseerlos pero les “pesan”. Les pesa que no los han adquirido “pura o debidamente por amor de Dios”. Pues bien, el esquema de los Tres binarios ayuda a discernir si hay otras «cosas» que pesen más que el Amor de Dios a la hora de tomar decisiones importantes o de reformar mi vida en algún aspecto particular.
En la jerga de los que han hecho los Ejercicios espirituales solemos usar frases como “de primer binario” o “de segundo binario” para ayudar a discernir actitudes con una sola indicación. Si uno dice siempre que “querría ayudar…”, pero nunca concreta, sino que pospone las cosas, decimos: “tiene una tentación de primer binario”. Si un voluntario dice que está dispuesto a ayudar en cualquier cosa que haga falta y cuando se lo pone a barrer, barre bien” pero pone como condición que nadie le toque “su escoba”, decimos que “tiene una tentación de segundo binario”.
En la reflexión de hoy usamos el esquema de Tres binarios para leer las exhortaciones del Papa sobre nuestra madre tierra y sobre nuestra querida Amazonia de manera tal que identifiquemos mejor las tentaciones y gracias que experimentamos a la hora de tomar decisiones “ecológicas”.
El peso del planeta
En vez de los simbólicos “diez mil ducados de oro” que Ignacio imagina como ejemplo de algo de gran valor, de algo que no se puede manejar sin discernimiento, ponemos otra cosa de gran valor: nuestro planeta; nuestra relación con nuestra madre tierra y con todas las criaturas con las que convivimos en ella. Pensar la tierra en clave de “algo que tenemos pero no pura o debidamente por amor de Dios”, nos ayuda a calibrar algunos aspectos de nuestra relación con ella.
La posesión de la tierra y el uso que hacemos de sus bienes revela, por ejemplo, que de alguna manera -y cada uno en distinto grado-, nos sentimos más sus dueños que sus hijos, que pensamos más en usarla (y abusarla) que en servirla. La realidad es que no somos poseedores de la tierra, sino parte integrante de ella junto con todas las demás criaturas, y deberíamos plantearnos “re-adquirirla” con una actitud más sana. Cada tanto todos nos planteamos si nuestros comportamientos son “ecológicos”. Pues bien, pensar que la tierra es un bien que “hemos adquirido” (conquistado), pero que nuestra intención no ha sido del todo recta, ayuda a pensar cómo “re-adquirirla” bien. Como volver a recibirla como regalo de manera más consciente y responsable.
Dice Laudato si: «El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros» (LS 95).
El maestro Fiorito en unos puntos sobre esta meditación, hace notar un detalle importante (que cuesta un poco aplicarlo cuando uno reza): Ignacio no quiere que rápidamente nos apliquemos el ejemplo a nosotros – ese que no cuida el planeta soy yo (y agreguemos: “aunque no tanto como las grandes empresas”, etc…), sino que nos invita a juzgar en otros, a clarificar bien en qué consisten las dos actitudes equivocadas cuando uno tiene en sus manos “diez mil ducados” y los siente como una «posesión inquietante», y cuál es la actitud correcta, la única efectiva dentro del plan de Dios.
Juzgar en otros no es algo cómodo ni superfluo como si uno dijera «ya se sabe que la actitud correcta es la del tercer tipo de personas, que prefieren la voluntad de Dios a todo lo demás». No es verdad que tenemos claras las cosas teóricamente y sólo es difícil la práctica. Con frecuencia sucede lo contrario: nos cuesta la práctica del Bien evangélico porque no nos dejamos iluminar por la Verdad tal como la formula Jesús y no dejamos que nos clarifique las tentaciones más sutiles del mal espíritu.
Primer binario: “querría” todo pero no pone los medios
El primer tipo de personas es la que «pospone poner medios hasta el día de la muerte» (cuando ya no hay tiempo para “poner medios” porque se está en el fin). Con nuestro planeta esta actitud es clara. Es explícita en los negacionistas, que niegan que el planeta esté en riesgo. También es propia de mucha gente que, por un motivo u otro, pospone el hacer algo, aunque sea pequeño, pero decididamente a favor del cuidado de nuestra madre tierra. Vemos en cambio mucha gente que sí pone su granito de arena y que aplica en todo su sentido ecológico y social.
Dos parágrafos de Laudato si afrontan esta tentación de posponer. El primero establece lo que se llama «principio precautorio» y dice que hay que invertir el peso de la prueba.
«En la Declaración de Río de 1992, se sostiene que, ‹cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces› que impidan la degradación del medio ambiente. Este principio precautorio permite la protección de los más débiles, que disponen de pocos medios para defenderse y para aportar pruebas irrefutables. Si la información objetiva lleva a prever un daño grave e irreversible, aunque no haya una comprobación indiscutible, cualquier proyecto debería detenerse o modificarse. Así se invierte el peso de la prueba, ya que en estos casos hay que aportar una demostración objetiva y contundente de que la actividad propuesta no va a generar daños graves al ambiente o a quienes lo habitan”(LS 186).
El segundo parágrafo advierte acerca de lo que llama «comportamientos evasivos».
«Muchas veces dejamos cauterizar la conciencia, porque «la distracción constante nos quita la valentía de advertir la realidad de un mundo limitado y finito». Si se mira la superficie quizás parece «que las cosas no fueran tan graves y que el planeta podría persistir por mucho tiempo en las actuales condiciones. Este comportamiento evasivonos sirve para seguir con nuestros estilos de vida, de producción y de consumo. Es el modo como el ser humano se las arregla para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera» (QA 53).
Repasamos nuevamente el discernimiento que hace Ignacio de la tentación de este binario o par de personas: «querría quitarse el afecto que le tiene (a este uso despreocupado y no cuidadoso de los bienes del planeta) para sentirse en paz con Dios nuestro Señor (y con los demás seres vivientes y criaturas) pero «no pone los medios hasta la hora de la muerte» (en que solo podrá pedir perdón, pero no reparar sus omisiones).
Es la tentación de los «querría». Suele ir junta con los «habría que», los futuribles… Al «querría» le podemos oponer un «quiero». «Quiero y deseo», dice Ignacio, «y es mi voluntad determinada»… hacer tal cosa concreta, hoy y aquí, por mis hermanos, por el planeta.
Se trata de «poner los medios». La tentación es indefinida (y en esa indefinición uno se siente omnipotente, porque querría «todo» y eso lo justifica para no querer «nada concreto, aquí y ahora». Contra la difusa tristeza que provoca este «querría» que siempre pospone las cosas, el Señor propone la alegría del evangelio que hace el bien allí donde puede y como puede y le pide a Dios que bendiga sus pequeños gestos. Es la alegría de los pequeños servicios que siempre están al alcance de la mano y que nadie nos puede robar.
Podemos aprender a dar (que no es solo renunciar)
«El Patriarca Bartolomé se ha referido particularmente a la necesidad de que cada uno se arrepienta de sus propias maneras de dañar el planeta, porque, «en la medida en que todos generamos pequeños daños ecológicos», estamos llamados a reconocer «nuestra contribución – pequeña o grande – a la desfiguración y destrucción de la creación» (LS 8).
Al mismo tiempo, Bartolomé llamó la atención sobre las raíces éticas y espirituales de los problemas ambientales, que nos invitan a encontrar soluciones no sólo en la técnica sino en un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos sólo los síntomas. Nos propuso pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, en una ascesis que « significa aprender a dar, y no simplemente renunciar” (Ibíd.).
Liberarnos del miedo, la avidez y la dependencia
“Es un modo de amar, de pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios. Es liberación del miedo, de la avidez, de la dependencia». Los cristianos, además, estamos llamados a «aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global. Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta » (LS 9).
El ejemplo de San Francisco
«Así como sucede cuando nos enamoramos de una persona, cada vez que él miraba el sol, la luna o los más pequeños animales, su reacción era cantar, incorporando en su alabanza a las demás criaturas. Él entraba en comunicación con todo lo creado, y hasta predicaba a las flores ‹invitándolas a alabar al Señor, como si gozaran del don de la razón›» (LS 11).
Sembrar
«El reino de los cielos es como una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo. Es más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas y se hace un árbol » (Mt 13,31-32).
La actitud que «resiste» la tentación de primer binario -de los querría que siempre posponen poner los medios- es la del que vive el Reino con la esperanza de que cada pequeño gesto de amor es como el granito de mostaza. Laudato si es un canto a «lo que sí se puede hacer»: «Es tanto lo que sí se puede hacer» (LS 182). El Papa habla de una «educación para la alianza» entre la gente y el ambiente (LS 209-215).
Esa alianza nos lleva «a recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios» (LS 210).
La educación en esta «ciudadanía ecológica» busca desarrollar hábitos virtuosos. Por ejemplo: «Si una persona, aunque la propia economía le permita consumir y gastar más, habitualmente se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del ambiente. Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones cotidianas, y es maravilloso que la educación sea capaz de motivarlas hasta conformar un estilo de vida» (LS 211).
El Papa enumera toda una serie de ejemplos en los que «la tentación del querría» es combatida de manera real y concreta: «La educación en la responsabilidad ambiental puede alentar diversos comportamientos que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente, como evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias» (LS 211).
Segundo binario: quiere todo…. Negociando, porque piensa con el modelo equivocado
El segundo binario se comporta así: «Quiere quitar el afecto, mas así le quiere quitar, que quede con la cosa acquisita, de manera que allí venga Dios donde él quiere, y no determina de dejarla, para ir a Dios, aunque fuese el mejor estado para él» (EE 154).
Esta segunda tentación viene después que se supera el «querría» paralizante. Es la del que comienza a poner medios concretos para sumar su granito de arena al cuidado del planeta. Le viene entonces la tentación de hacerlo «negociando». No de manera radical. «No hay que exagerar!», nos dice el mal espíritu apelando a la sensatez y al sentido común.
El discernimiento aquí se vuelve más sutil. Cuando uno vence la tentación de postergar el bien, pone manos a la obra y siente esta tentación de «negociar» -se pone a hacer la voluntad de Dios pero no suelta los diez mil ducados- el problema no es de simple egoísmo, sino de estar pensando con el modelo equivocado. Para hacer el bien evangélico hay que hacerlo al estilo de Jesús, con todo el corazón y prefiriendo al Señor más que al padre y a los hijos y a cualquier otra cosa. Si no, no se puede.
Aplicando el ejemplo a nuestro tema, puede ayudarnos lo que dice el Papa acerca de «cambiar el modelo»: «Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos «cambiar el modelo de desarrollo global», lo cual implica reflexionar responsablemente « sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones ». No basta conciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la preservación del ambiente con el progreso. En este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso. Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso» (Ls 194).
Para poder cuidar verdaderamente el planeta y ayudar a los pobres no alcanzan los «parches»: hace falta otra mentalidad, radicalmente distinta. Por qué? Porque el paradigma tecnocrático no es neutro! El Papa usa la imagen de la mano: el paradigma tecnocrático «extiende la mano para extraer todo y manipula todo para agarrar todo». Es lo contrario de extender la mano para dar, para ayudar y servir. En los puntos 106 a 114 Laudato si desenmascara esta pretendida neutralidad del paradigma tecnocrático que nos tienta con la idea de que podemos servir a Dios y usar la tecnología (quedarnos con los diez mil ducados) al mismo tiempo.
«Sin embargo -afirma el Papa- , es posible volver a ampliar la mirada, y la libertad humana es capaz de limitar la técnica, orientarla y colocarla al servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral. La liberación del paradigma tecnocrático reinante se produce de hecho en algunas ocasiones. Por ejemplo, cuando comunidades de pequeños productores optan por sistemas de producción menos contaminantes, sosteniendo un modelo de vida, de gozo y de convivencia no consumista. O cuando la técnica se orienta prioritariamente a resolver los problemas concretos de los demás, con la pasión de ayudar a otros a vivir con más dignidad y menos sufrimiento. La auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada. ¿Será una promesa permanente, a pesar de todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?» (Ls 112).
Tercer binario: prefiere esperar la gracia de “querer lo que el Señor quiere”
Ignacio describe la actitud del tercer binario de manera compleja. Pero la realidad es compleja y superar la tentación de «negociar con la mentalidad tecnocrática y su pretendida neutralidad» requiere soluciones complejas. La actitud de este tipo de personas es muy libre. Es una actitud de señorío sobre sí mismos y sobre las cosas (los diez mil ducados/ el uso de la tecnología, del poder y de las finanzas).
El tercer binario «Quiere quitar el afecto (a los diez mil ducados/a la tecnología-al poder-al dinero), mas así le quiere quitar, que también no le tiene afección a tener la cosa acquisita o no la tener (puede trabajar con más o menos tecnología, poder o dinero, diríamos), sino quiere solamente quererla o no quererla, según que Dios nuestro Señor le pondrá en voluntad, y a la tal persona le parecerá mejor para servicio y alabanza de su divina majestad; y, entretanto quiere hacer cuenta que todo lo deja en afecto, poniendo fuerza de no querer aquello ni otra cosa ninguna, si no le moviere sólo el servicio de Dios nuestro Señor, de manera que el deseo de mejor poder servir a Dios nuestro Señor le mueva a tomar la cosa o dejarla» (EE 155).
Es la actitud del que «prefiere» a Jesús por sobre todas las cosas y se enseñorea de sus pasiones: las tiene con la rienda corta. Primero Jesús, luego, todo lo demás: tenerlo o no tenerlo. Ignacio dice que “pone la fuerza en no querer ninguna cosa hasta que uno no siente que prima el “querer lo que quiere Dios”.
Este primado de la Persona de Jesús que se muestra en tener la rienda de mis deseos hasta que Él me muestra sus deseos es algo que brota espontáneo si uno ama y admira al Señor. Es el esplendor de su dignidad y la belleza de sus sentimientos lo que mueve a preferir lo suyo a lo nuestro. Lo mismo sucede con nuestra madre tierra.
Dice el Papa:
“Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumi- dor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos. En cambio, si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo. La pobreza y la austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio” (LS 11).
Lo mismo sucede en nuestra relación con los más pobres, cuando contemplamos su dignidad:
Dice Laudato si:
«En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencialpor los más pobres. Esta opción implica sacar las consecuencias del destino común de los bienes de la tierra, pero, como he intentado expresar en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, exige contemplar ante todo la inmensa dignidad del pobre a la luz de las más hondas convicciones creyentes. Basta mirar la realidad para entender que esta opción hoy es una exigencia ética fundamental para la realización efectiva del bien común» (LS 158).
Momento para contemplar
Marta Irigoy
Seguimos caminando en este año “tan diferente” y tan desafiante…
Y en este Mes de Julio; Mes de San Ignacio, vamos a tomar esta Meditación tan propia de los Ejercicios Espirituales y que preparan el corazón para la “elección” que el ejercitante ira haciendo desde un profundo discernimiento de la Voluntad de Dios para su vida, en el momento actual que la persona está atravesando…
Quizás alguno de nosotros en estos tiempos tan complejos, está atravesando ese momento “Kairos”, momento oportuno para tomar una decisión para su vida.
Quizás, no sean grandes cosas…
Quizás estas nuevas opciones están destinadas a poner un poco más luz en el propio caminar…
El Padre Diego, más arriba nos ayuda a descubrir el mensaje esencial de la Meditación de los Tres Binarios a la luz de Laudato Si, para que emerja desde los más hondo de nuestro corazón cuál es el «peso» del amor de Dios en mi vida y si hay otras «cosas» que pesen más que Jesús a la hora de tomar decisiones importantes o de reformar mi vida en algún aspecto particular.
También, dice que “Contra la difusa tristeza que provoca este «querría» que siempre pospone las cosas, está la alegría del evangelio que hace el bien allí donde puede y como puede. La alegría de los pequeños servicios que siempre están al alcance de la mano…”
Qué lindo, que estos tiempos, podamos apostar por estos “pequeños servicios” que alegran la vida de aquellos que comparten nuestra vida cotidiana, ahí donde hoy nos toca estar…
Por eso, vuelvo a copiar estos párrafos que nos pueden ayudar a seguir ahondando nuestro seguimiento de Jesús…
Es un modo de amar, de pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios.
Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta » (Ls 9).
La actitud que «resiste» la tentación de primer binario -de los querría que siempre posponen el poner los medios- es la del que vive el Reino con la esperanza de que cada pequeño gesto de amor es como el granito de mostaza…
Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones cotidianas,
Es la actitud del que «prefiere» a Jesús por sobre todas las cosas. Primero Jesús,lluego , todo lo demás: tenerlo o no tenerlo. Esta actitud de preferencia se manifiesta de manera concreta en primer lugar en la «opción preferencial por los más pobres»
Quédate “sintiendo y gustando” estos párrafos o aquellos que en la lectura y meditación, vayas sintiendo que ahí Dios te habla, te espera y quiere regalarle mayor fecundidad a toda tu vida…
Puedes terminar con esta poesía hecha canción, este momento para contemplar:
Nada puede importar más que encontrar a Dios.
Es decir, enamorarse de Él
de una manera definitiva y absoluta.
Aquello de lo que te enamoras
atrapa tu imaginación,
y acaba por ir dejando huella en todo.
Será lo que decida qué es
lo que te saca de la cama en la mañana,
que haces con tu atardeceres,
en que empleas tus fines de semana.
Lo que lees, lo que conoces,
lo que rompe tu corazón,
y lo que te sobrecoge de alegria y gratitud.
¡Enamórate!
¡Permanece en el amor! Todo será de otramanera.
Pedro Arrupe