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Momento de meditación

Diego Fares sj

La meditación de Tres binarios o tipos de personas es importante dentro del camino de los Ejercicios Espirituales porque ayuda a calibrar cuál es el «peso» que tiene en mi vida la Persona de  nuestro Padre, la de Jesús, Señor de todos, y la de nuestro Espíritu Santo, en un momento concreto en que tengo que decidir qué hacer con “una posesión inquietante”. Ignacio usa la imagen de “diez mil ducados” (de oro, agregamos para que tenga la fuerza que tenía en aquella época). Dice: La historia es «de tres binarios (pares) de hombres. Cada uno de ellos ha adquirido diez mil ducados, no pura o debidamente por amor de Dios; y quieren todos salvarse y hallar en paz a Dios nuestro Señor, quitando de sí la gravedad (o sea, el peso) e impedimento que tienen para ello (o con ello) en la afición de la cosa adquirida» (EE 150).

Se han “aficionado” a estos ducados! Se quieren quitar de encima la inquietud que les provoca poseerlos pero les “pesan”. Les pesa que no los han adquirido “pura o debidamente por amor de Dios”. Pues bien, el esquema de los Tres binarios ayuda a discernir si hay otras «cosas» que pesen más que el Amor de Dios a la hora de tomar decisiones importantes o de reformar mi vida en algún aspecto particular.

En la jerga de los que han hecho los Ejercicios espirituales solemos usar frases como “de primer binario” o “de segundo binario” para ayudar a discernir actitudes con una sola indicación. Si uno dice siempre que “querría ayudar…”, pero nunca concreta, sino que pospone las cosas, decimos: “tiene una tentación de primer binario”. Si un voluntario dice que está dispuesto a ayudar en cualquier cosa que haga falta y cuando se lo pone a barrer, barre bien” pero pone como condición que nadie le toque “su escoba”, decimos que “tiene una tentación de segundo binario”. 

En la reflexión de hoy usamos el esquema de Tres binarios para leer las exhortaciones del Papa sobre nuestra madre tierra y sobre nuestra querida Amazonia de manera tal que identifiquemos mejor las tentaciones y gracias que experimentamos a la hora de tomar decisiones “ecológicas”. 

El peso del planeta

En vez de los simbólicos “diez mil ducados de oro” que Ignacio imagina como ejemplo de algo de gran valor, de algo que no se puede manejar sin discernimiento, ponemos otra cosa de gran valor: nuestro planeta; nuestra relación con nuestra madre tierra y con todas las criaturas con las que convivimos en ella. Pensar la tierra en clave de “algo que tenemos pero no pura o debidamente por amor de Dios”, nos ayuda a calibrar algunos aspectos de nuestra relación con ella. 

La posesión de la tierra y el uso que hacemos de sus bienes revela, por ejemplo, que de alguna manera -y cada uno en distinto grado-, nos sentimos más sus dueños que sus hijos, que pensamos más en usarla (y abusarla) que en servirla. La realidad es que no somos poseedores de la tierra, sino parte integrante de ella junto con todas las demás criaturas, y deberíamos plantearnos “re-adquirirla” con una actitud más sana. Cada tanto todos nos planteamos si nuestros comportamientos son “ecológicos”. Pues bien, pensar que la tierra es un bien que “hemos adquirido” (conquistado), pero que nuestra intención no ha sido del todo recta, ayuda a pensar cómo “re-adquirirla” bien. Como volver a recibirla como regalo de manera más consciente y responsable.

Dice Laudato si: «El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos. Quien se apropia algo es sólo para administrarlo en bien de todos. Si no lo hacemos, cargamos sobre la conciencia el peso de negar la existencia de los otros» (LS 95).

El maestro Fiorito en unos puntos sobre esta meditación, hace notar un detalle importante (que cuesta un poco aplicarlo cuando uno reza): Ignacio no quiere que rápidamente nos apliquemos el ejemplo a nosotros – ese que no cuida el planeta soy yo (y agreguemos: “aunque no tanto como las grandes empresas”, etc…), sino que nos invita a juzgar en otros, a clarificar bien en qué consisten las dos actitudes equivocadas cuando uno tiene en sus manos “diez mil ducados” y los siente como  una «posesión inquietante», y cuál es la actitud correcta, la única efectiva dentro del plan de Dios. 

Juzgar en otros no es algo cómodo ni superfluo como si uno dijera «ya se sabe que la actitud correcta es la del tercer tipo de personas, que prefieren la voluntad de Dios a todo lo demás». No es verdad que tenemos claras las cosas teóricamente y sólo es difícil la práctica. Con frecuencia sucede lo contrario: nos cuesta la práctica del Bien evangélico porque no nos dejamos iluminar por la Verdad tal como la formula Jesús y no dejamos que nos clarifique las tentaciones más sutiles del mal espíritu.

Primer binario: “querría” todo pero no pone los medios

El primer tipo de personas es la que «pospone poner medios hasta el día de la muerte» (cuando ya no hay tiempo para “poner medios” porque se está en el fin). Con nuestro planeta esta actitud es clara. Es explícita en los negacionistas, que niegan que el planeta esté en riesgo. También es propia de mucha gente que, por un motivo u otro, pospone el hacer algo, aunque sea pequeño, pero decididamente a favor del cuidado de nuestra madre tierra. Vemos en cambio mucha gente que sí pone su granito de arena y que aplica en todo su sentido ecológico y social. 

Dos parágrafos de Laudato si afrontan esta tentación de posponer. El primero establece lo que se llama «principio precautorio» y dice que hay que invertir el peso de la prueba. 

«En la Declaración de Río de 1992, se sostiene que, ‹cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces› que impidan la degradación del medio ambiente. Este principio precautorio permite la protección de los más débiles, que disponen de pocos medios para defenderse y para aportar pruebas irrefutables. Si la información objetiva lleva a prever un daño grave e irreversible, aunque no haya una comprobación indiscutible, cualquier proyecto debería detenerse o modificarse. Así se invierte el peso de la prueba, ya que en estos casos hay que aportar una demostración objetiva y contundente de que la actividad propuesta no va a generar daños graves al ambiente o a quienes lo habitan”(LS 186).

El segundo parágrafo advierte acerca de lo que llama «comportamientos evasivos».

«Muchas veces dejamos cauterizar la conciencia, porque «la distracción constante nos quita la valentía de advertir la realidad de un mundo limitado y finito». Si se mira la superficie quizás parece «que las cosas no fueran tan graves y que el planeta podría persistir por mucho tiempo en las actuales condiciones. Este comportamiento evasivonos sirve para seguir con nuestros estilos de vida, de producción y de consumo. Es el modo como el ser humano se las arregla para alimentar todos los vicios autodestructivos: intentando no verlos, luchando para no reconocerlos, postergando las decisiones importantes, actuando como si nada ocurriera» (QA 53).

Repasamos nuevamente el discernimiento que hace Ignacio de la tentación de este binario o par de personas: «querría quitarse el afecto que le tiene (a este uso despreocupado y no cuidadoso de los bienes del planeta) para sentirse en paz con Dios nuestro Señor (y con los demás seres vivientes y criaturas) pero «no pone los medios hasta la hora de la muerte» (en que solo podrá pedir perdón, pero no reparar sus omisiones). 

Es la tentación de los «querría». Suele ir junta con los «habría que», los futuribles… Al «querría» le podemos oponer un «quiero». «Quiero y deseo», dice Ignacio, «y es mi voluntad determinada»… hacer tal cosa concreta, hoy y aquí, por mis hermanos, por el planeta.

Se trata de «poner los medios». La tentación es indefinida (y en esa indefinición uno se siente omnipotente, porque querría «todo» y eso lo justifica para no querer «nada concreto, aquí y ahora». Contra la difusa tristeza que provoca este «querría» que siempre pospone las cosas, el Señor propone la alegría del evangelio que hace el bien allí donde puede y como puede y le pide a Dios que bendiga sus pequeños gestos. Es la alegría de los pequeños servicios que siempre están al alcance de la mano y que nadie nos puede robar. 

Podemos aprender a dar (que no es solo renunciar)

«El Patriarca Bartolomé se ha referido particularmente a la necesidad de que cada uno se arrepienta de sus propias maneras de dañar el planeta, porque, «en la medida en que todos generamos pequeños daños ecológicos», estamos llamados a reconocer «nuestra contribución – pequeña o grande – a la desfiguración y destrucción de la creación» (LS 8).

Al mismo tiempo, Bartolomé llamó la atención sobre las raíces éticas y espirituales de los problemas ambientales, que nos invitan a encontrar soluciones no sólo en la técnica sino en un cambio del ser humano, porque de otro modo afrontaríamos sólo los síntomas. Nos propuso pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir, en una ascesis que « significa aprender a dar, y no simplemente renunciar” (Ibíd.).

Liberarnos del miedo, la avidez y la dependencia

Es un modo de amar, de pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios. Es liberación del miedo, de la avidez, de la dependencia». Los cristianos, además, estamos llamados a «aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global. Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta » (LS 9).

El ejemplo de San Francisco

«Así como sucede cuando nos enamoramos de una persona, cada vez que él miraba el sol, la luna o los más pequeños animales, su reacción era cantar, incorporando en su alabanza a las demás criaturas. Él entraba en comunicación con todo lo creado, y hasta predicaba a las flores ‹invitándolas a alabar al Señor, como si gozaran del don de la razón›» (LS 11).

Sembrar

«El reino de los cielos es como una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo. Es más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas y se hace un árbol » (Mt 13,31-32).

La actitud que «resiste» la tentación de primer binario -de los querría que siempre posponen poner los medios- es la del que vive el Reino con la esperanza de que cada pequeño gesto de amor es como el granito de mostaza. Laudato si es un canto a «lo que sí se puede hacer»: «Es tanto lo que sí se puede hacer» (LS 182). El Papa habla de una «educación para la alianza» entre la gente y el ambiente (LS 209-215).

Esa alianza nos lleva «a recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios» (LS 210). 

La educación en esta «ciudadanía ecológica» busca desarrollar hábitos virtuosos. Por ejemplo: «Si una persona, aunque la propia economía le permita consumir y gastar más, habitualmente se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del ambiente. Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones cotidianas, y es maravilloso que la educación sea capaz de motivarlas hasta conformar un estilo de vida» (LS 211). 

El Papa enumera toda una serie de ejemplos en los que «la tentación del querría» es combatida de manera real y concreta: «La educación en la responsabilidad ambiental puede alentar diversos comportamientos que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente, como evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias» (LS 211).

Segundo binario: quiere todo…. Negociando, porque piensa con el modelo equivocado

El segundo binario se comporta así: «Quiere quitar el afecto, mas así le quiere quitar, que quede con la cosa acquisita, de manera que allí venga Dios donde él quiere, y no determina de dejarla, para ir a Dios, aunque fuese el mejor estado para él» (EE 154).

Esta segunda tentación viene después que se supera el «querría» paralizante. Es la del que comienza a poner medios concretos para sumar su granito de arena al cuidado del planeta. Le viene entonces la tentación de hacerlo «negociando». No de manera radical. «No hay que exagerar!», nos dice el mal espíritu apelando a la sensatez y al sentido común. 

El discernimiento aquí se vuelve más sutil. Cuando uno vence la tentación de postergar el bien, pone manos a la obra y siente esta tentación de «negociar» -se pone a hacer la voluntad de Dios pero no suelta los diez mil ducados- el problema no es de simple egoísmo, sino de estar pensando con el modelo equivocado. Para hacer el bien evangélico hay que hacerlo al estilo de Jesús, con todo el corazón y prefiriendo al Señor más que al padre y a los hijos y a cualquier otra cosa. Si no, no se puede. 

Aplicando el ejemplo a nuestro tema, puede ayudarnos lo que dice el Papa acerca de «cambiar el modelo»: «Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos «cambiar el modelo de desarrollo global», lo cual implica reflexionar responsablemente « sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones ». No basta conciliar, en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la preservación del ambiente con el progreso. En este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso. Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso» (Ls 194).

Para poder cuidar verdaderamente el planeta y ayudar a los pobres no alcanzan los «parches»: hace falta otra mentalidad, radicalmente distinta. Por qué? Porque el paradigma tecnocrático no es neutro! El Papa usa la imagen de la mano: el paradigma tecnocrático «extiende la mano para extraer todo y manipula todo para agarrar todo». Es lo contrario de extender la mano para dar, para ayudar y servir. En los puntos 106 a 114 Laudato si desenmascara esta pretendida neutralidad del paradigma tecnocrático que nos tienta con la idea de que podemos servir a Dios y usar la tecnología (quedarnos con los diez mil ducados) al mismo tiempo.

«Sin embargo -afirma el Papa- , es posible volver a ampliar la mirada, y la libertad humana es capaz de limitar la técnica, orientarla y colocarla al servicio de otro tipo de progreso más sano, más humano, más social, más integral. La liberación del paradigma tecnocrático reinante se produce de hecho en algunas ocasiones. Por ejemplo, cuando comunidades de pequeños productores optan por sistemas de producción menos contaminantes, sosteniendo un modelo de vida, de gozo y de convivencia no consumista. O cuando la técnica se orienta prioritariamente a resolver los problemas concretos de los demás, con la pasión de ayudar a otros a vivir con más dignidad y menos sufrimiento. La auténtica humanidad, que invita a una nueva síntesis, parece habitar en medio de la civilización tecnológica, casi imperceptiblemente, como la niebla que se filtra bajo la puerta cerrada. ¿Será una promesa permanente, a pesar de todo, brotando como una empecinada resistencia de lo auténtico?» (Ls 112). 

Tercer binario: prefiere esperar la gracia de “querer lo que el Señor quiere”

Ignacio describe la actitud del tercer binario de manera compleja. Pero la realidad es compleja y superar la tentación de «negociar con la mentalidad tecnocrática y su pretendida neutralidad» requiere soluciones complejas. La actitud de este tipo de personas es muy libre. Es una actitud de señorío sobre sí mismos y sobre las cosas (los diez mil ducados/ el uso de la tecnología, del poder y de las finanzas). 

El tercer binario «Quiere quitar el afecto (a los diez mil ducados/a la tecnología-al poder-al dinero), mas así le quiere quitar, que también no le tiene afección a tener la cosa acquisita o no la tener (puede trabajar con más o menos tecnología, poder o dinero, diríamos), sino quiere solamente quererla o no quererla, según que Dios nuestro Señor le pondrá en voluntad, y a la tal persona le parecerá mejor para servicio y alabanza de su divina majestad; y, entretanto quiere hacer cuenta que todo lo deja en afecto, poniendo fuerza de no querer aquello ni otra cosa ninguna, si no le moviere sólo el servicio de Dios nuestro Señor, de manera que el deseo de mejor poder servir a Dios nuestro Señor le mueva a tomar la cosa o dejarla» (EE 155).

Es la actitud del que «prefiere» a Jesús por sobre todas las cosas y se enseñorea de sus pasiones: las tiene con la rienda corta. Primero Jesús, luego, todo lo demás: tenerlo o no tenerlo. Ignacio dice que “pone la fuerza en no querer ninguna cosa hasta que uno no siente que prima el “querer lo que quiere Dios”. 

Este primado de la Persona de Jesús que se muestra en tener la rienda de mis deseos hasta que Él me muestra sus deseos es algo que brota espontáneo si uno ama y admira al Señor. Es el esplendor de su dignidad y la belleza de sus sentimientos lo que mueve a preferir lo suyo a lo nuestro. Lo mismo sucede con nuestra madre tierra.

Dice el Papa: 

“Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin esta apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumi- dor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos. En cambio, si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, la sobriedad y el cuidado brotarán de modo espontáneo. La pobreza y la austeridad de san Francisco no eran un ascetismo meramente exterior, sino algo más radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio” (LS 11). 

Lo mismo sucede en nuestra relación con los más pobres, cuando contemplamos su dignidad: 

Dice Laudato si:

«En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencialpor los más pobres. Esta opción implica sacar las consecuencias del destino común de los bienes de la tierra, pero, como he intentado expresar en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, exige contemplar ante todo la inmensa dignidad del pobre a la luz de las más hondas convicciones creyentes. Basta mirar la realidad para entender que esta opción hoy es una exigencia ética fundamental para la realización efectiva del bien común» (LS 158).

Momento para contemplar

Marta Irigoy

Seguimos caminando en este año “tan diferente” y tan desafiante…

Y en este Mes de Julio; Mes de San Ignacio, vamos a tomar esta Meditación tan propia de los Ejercicios Espirituales y que preparan el corazón para la “elección” que el ejercitante ira haciendo desde un profundo discernimiento de la Voluntad de Dios para su vida, en el momento actual que la persona está atravesando…

Quizás alguno de nosotros en estos tiempos tan complejos, está atravesando ese momento “Kairos”, momento oportuno para tomar una decisión para su vida. 

Quizás, no sean grandes cosas… 

Quizás estas nuevas opciones están destinadas a poner un poco más luz en el propio caminar…

El Padre Diego, más arriba nos ayuda a descubrir el mensaje esencial de la Meditación de los Tres Binarios a la luz de Laudato Si, para que emerja desde los más hondo de nuestro corazón cuál es el «peso» del amor de Dios en mi vida y si hay otras «cosas» que pesen más que Jesús a la hora de tomar decisiones importantes o de reformar mi vida en algún aspecto particular.

También, dice que “Contra la difusa tristeza que provoca este «querría» que siempre pospone las cosas, está la alegría del evangelio que hace el bien allí donde puede y como puede. La alegría de los pequeños servicios que siempre están al alcance de la mano…”

Qué lindo, que estos tiempos, podamos apostar por estos “pequeños servicios” que alegran la vida de aquellos que comparten nuestra vida cotidiana, ahí donde hoy nos toca estar…

Por eso, vuelvo a copiar estos párrafos que nos pueden ayudar a seguir ahondando nuestro seguimiento de Jesús…

         Es un modo de amar, de pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios.

         Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta » (Ls 9).

         La actitud que «resiste» la tentación de primer binario -de los querría que siempre posponen el poner los medios- es la del que vive el Reino con la esperanza de que cada pequeño gesto de amor es como el granito de mostaza…

         Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones cotidianas,

         Es la actitud del que «prefiere» a Jesús por sobre todas las cosas. Primero Jesús,lluego , todo lo demás: tenerlo o no tenerlo. Esta actitud de preferencia se manifiesta de manera concreta en primer lugar en la «opción preferencial por los más pobres»

Quédate “sintiendo y gustando” estos párrafos o aquellos que en la lectura y meditación, vayas sintiendo que ahí Dios te habla, te espera y quiere regalarle mayor fecundidad a toda tu vida…

Puedes terminar con esta poesía hecha canción, este momento para contemplar:

Nada puede importar más que encontrar a Dios.

Es decir, enamorarse de Él

de una manera definitiva y absoluta.

Aquello de lo que te enamoras

atrapa tu imaginación, 

y acaba por ir dejando huella en todo.

Será lo que decida qué es

 lo que te saca de la cama en la mañana,

que haces con tu atardeceres,

en que empleas tus fines de semana.

Lo que lees, lo que conoces,

lo que rompe tu corazón,

y lo que te sobrecoge  de alegria y gratitud.

¡Enamórate!

¡Permanece en el amor! Todo será de otramanera.

Pedro Arrupe

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Himno.jpeg

Este año el tema de nuestros talleres de Ejercicios Espirituales tiene que ver con la Ecología, con lo que el Papa en Laudato si llama “Espiritualidad ecológica” (LS 202 ss.).

Hablando a los movimientos populares en Bolivia, recuerdo que el Papa tomaba como punto común de partida, más allá de las ideas de cada grupo, la conciencia común de todos los hombres de que “tenemos que cambiar”. El modo como estamos tratando a nuestro planeta -nuestra madre tierra, nuestra Querida Amazonia…- no va más. “Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo pero ante todo la humanidad necesita cambiar. (Y para un cambio tan grande) Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia humana mutua y de un futuro compartido por todos” (LS 202).

Madurar en la requiere una educación particular, porque incluye, en la contemplación, el conocimiento que dan las ciencias y el amor en el paso a la realización social, económica y política. Dice el Papa:

“Aprendiendo de los pueblos originarios podemos contemplar la Amazonia y no sólo analizarla, para reconocer ese misterio precioso que nos supera. Podemos amarla y no sólo utilizarla, para que el amor despierte un interés hondo y sincero. Es más, podemos sentirnos íntimamente unidos a ella y no sólo defenderla, y entonces la Amazonia se volverá nuestra como una madre. Porque «el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres[1]» (QA 55).

Aquí es donde una concepción de la fe como algo “espiritualista” y “privado” y la concepción de la ecología y la economía como algo meramente “técnico” deben cambiar.

No es fácil tratar de integrar estos ámbitos en los que vivimos como si fueran compartimientos estancos. Entramos en el terreno de las distintas interpretaciones sobre calentamiento climático, modelos económicos, ideas políticas… y lo hacemos en el mundo de la post-verdad, en el que pareciera que no hay hechos que tengan el consenso de todos. Pues bien, es aquí precisamente donde una ecología integral puede ayudar, ya que más allá de las opiniones sobre las causas de los desastres climáticos que vivimos y de las diferentes propuestas de solución, la conciencia de que hay cosas concretas que no van es común. Los niños nos lo dicen!

Ver una costa de océano llena de botellas de plástico, no va.

Ver la Amazonia o Australia en llamas, no va.

Ver millones de personas viviendo en tiendas en campos de refugiados, no va.

Ver centrales nucleares como Chernobyl que seguirán generando radiactividad que destruye nuestras células durante cientos de años, no va.

Intentar bloquear virus como el Coronavirus con medidas solo nacionales, no va. Los virus nos ven como “organismos posibles de infectar”, no como naciones o culturas.

Hablando de virus, lo que no va más es un tipo de comportamiento humano que es “contaminante” y que bien podemos llamar “virósico” (virus en latín significa “veneno”). En la definición del comportamiento de los virus se dice que son partículas acelulares (son un código genético, ácidos nucleicos rodeados de proteínas), que solo pueden multiplicarse dentro de células de otrosorganismos, es decir a expensas de las células que invaden, a las que destruyen para luego contagiarse a otras. Díganme si no se puede llamar “virósico” el comportamiento de los capitales financieros descontrolados y de las empresas que deforestan, como fue el caso de La Forestal, que desertificó el norte santafecino y sur del Chaco (2 millones de hectáreas), antes de mudarse al África a sacar el tanino del árbol de Mimosa, luego de haber talado el 86% de nuestros bosques de quebracho (cfr.https://www.elcohetealaluna.com/la-forestal-y-el-espejo-de-africa/. Solo en 1916, según su propio balance, la empresa pagó 300.000 pesos en concepto de impuestos a la provincia y 9.000 millones de pesos a la Corona británica (el dólar estaba a dos pesos).   El ejemplo es para hacer sentir en “la corteza propia” que hay comportamientos que no van más y que hay que expandir esta conciencia común, cuidarla, cultivarla, explicitarla, para que los ataques que la fragmentan aprovechándose de nuestras diferencias, no le hagan mella. Somos seres humanos, no virus!

Una imagen positiva de esta ecología integral lo tenemos en san Francisco de Asís: “Creo -dice el Papa- que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad” (LS 10). Francisco “‘Lleno de la mayor ternura al considerar el origen común de todas las cosas, daba a todas las creaturas, por más despreciables que parecieran, el dulce nombre de hermanas’. Esta convicción no puede ser despreciada como un romanticismo irracional, porque tiene consecuencias en las opciones concretas que determinan nuestro comportamiento personal y social. Es una convicción que implica algo radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio” (LS 11).

Los Ejercicios, con su estructura y su ritmo, dan a cada dimensión y a cada paso de nuestra vida el tiempo de contemplación, de discernimiento y decisión que requieren para madurar bien, por eso pueden ayudarnos a educar esta conciencia básica que integra el cuidado del planeta, el cuidado de las personas -de los más pobres y de cada uno, en su corporalidad y espiritualidad-, y la relación con la dimensión trascendente: con las futuras generaciones y con el Creador.

MOMENTO PARA REFLEXIONAR

Percibir a cada criatura cantando el himno de su existencia

Diego Fares sj

San Ignacio, en su Principio y fundamento comienza así: «El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor. Y las otras cosas sobre la haz de la tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es creado (EE 23).

La contemplación de nuestra creaturalidad, por tanto, nos lleva a alabar y adorar al Creador, a servir al prójimo y a usar con respeto y sobriedad a las demás creaturas. Es clave el concepto de “ayuda” en Ignacio. Él definía toda su misión con una frase: “ayudar a las almas”. Ayudar a todo el que lo desea a buscar y encontrar la voluntad de Dios en su vida. Por eso, cuando dice que las demás creaturas tienen como fin “ayudarnos” está hablando de una misión alta. Cada uno ayuda según su ser y sus posibilidades, no obligado ni a costa de la propia destrucción.

La unión de estos tres ámbitos, el sagrado, el social y el ecológico, nos dan una visión integral de la creación que supera por todos lados la visión del paradigma tecno-económico y tecno-crático actual (que se nos contagia como un virus enfermando nuestra manera de ver la realidad). El paradigma tecno-económico y tecno-crático considera que la “ayuda” que le deben prestar las cosas es una ayuda incondicional y absoluta: todo lo que no sea “Yo” es objeto de consumo y descarte. Y esto se extiende al propio cuerpo, que se convierte en “cosa”. Solo existen “libertades absolutas y aisladas” como última instancia, que reclaman el hacer lo que quieran con su propio cuerpo, dinero, tiempo, vida y propiedades. Las limitaciones que se aceptan -cada uno acepta algunos límites de acuerdo al contexto en que vive- son aceptadas al modo como los virus tienen que aceptar los condicionamientos de la célula en la que parasitariamente viven: se aceptan mientras no se puedan transgredir para beneficio propio exclusivo.

Estos paradigmas, que tienen en común la “técnica” con su supuesta neutralidad y anonimato, no tienen credos ni dogmas, no se preocupan por cómo “es” la realidad, sino solo de cómo funcionan las cosas. Con esta mentalidad pragmática corroen toda idea que quiera ser común y unir las voluntades bajo el pretexto de que son ideas filosóficas o religiosas.

Frente a esta mentalidad, resulta difícil encontrar palabras “positivas” que todos puedan compartir, dado que la práctica siempre es cambiante en cada lugar. Pero aunque sean pocas, estas “palabras” (que son más bien narraciones que “ideas abstractas”) son sugerentes y poderosas.

Una de estas palabras positivas, que pueden ayudar a unir es “desborde”. El Papa Francisco la usó en el Sínodo del Amazonia cuando hizo ver que “hay conflictos (como el que se da en el Amazonia) que no se resuelven por “disciplina”, sino por “desborde”. Puso como ejemplo dos “desbordes” que usó Dios para resolver grandes conflictos. Uno fue el conflicto del pecado. Dios no le resolvió dando más mandamientos ni con castigos (disciplina), sino con un desborde de Misericordia. Envió a Jesús a dar Él su vida salvarnos y perdonarnos los pecados. El otro conflicto fue el que se le armó a la Iglesia al incorporar personas de costumbres paganas. No se resolvió el conflicto con medidas disciplinares, sino reduciendo al mínimo las obligaciones y dando tiempo a cada comunidad a que organizara sus propios ritos y costumbres. La Iglesia puso su empeño en salir misioneramente a los otros pueblos y no se bloqueó en discusiones disciplinarias.

Este paradigma de un “desborde de Misericordia” supera los paradigmas funcionalistas (técnicos) y los paradigmas esencialistas (dogmáticos), poniendo a todos en camino y centrando la vida en Dios y no en nosotros mismos.

“Creación” es más que naturaleza

La “frase motiva” del Papa -«hay conflictos que se resuelven por desborde interior y no por disciplina exterior”- nos lleva a contemplar el universo -nuestra madre tierra, el Amazonia y cada pueblo, provincia, barrio y casa- como “creación”, lo cual es algo más que lo que expresa el concepto de naturaleza. La creación es fruto de un desborde de amor de Dios, no fruto de un plan puesto en marcha con medios técnicos (sea que los haya ideado una Persona, sea que se den por azar, mecánicamente). Dice Laudato si: «Para la tradición judío-cristiana, decir ‹creación› es más que decir naturaleza, porque tiene que ver con un proyecto del amor de Dios donde cada criatura tiene un valor y un significado. La naturaleza suele entenderse como un sistema que se analiza, comprende y gestiona, pero la creación sólo puede ser entendida como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos, como una realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal.  (LS 76)

“Creación” habla de un proyecto de amor sin envidia

En otro hermosísimo texto el Papa define la creación usando las palabras de san Basilio Magno que hablan de “la bondad sin envidia” de nuestro Creador. No hay envidia en la naturaleza. La envidia viene de un espíritu puro, del Demonio (por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo [Sab 2, 24]) y se contagia en estos paradigmas que podemos definir como “envidiosos” en el sentido en que un “virus” envidia a las células que infecta.

Dice Laudato si: « Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos » (Sal 33,6). Así se nos indica que el mundo procedió de una decisión, no del caos o la casualidad, lo cual lo enaltece todavía más. Hay una opción libre expresada en la palabra creadora. El universo no surgió como resultado de una omnipotencia arbitraria, de una demostración de fuerza o de un deseo de auto-afirmación. La creación es del orden del amor. El amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado: «Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste, porque, si algo odiaras, no lo habrías creado » (Sb 11, 24). Entonces, cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo. Hasta la vida efímera del ser más insignificante es objeto de su amor y, en esos pocos segundos de existencia, él lo rodea con su cariño. Decía san Basilio Magno que el Creador es también ‹la bondad sin envidia› , y Dante Alighieri hablaba del ‹amor que mueve el sol y las estrellas›. Por eso, de las obras creadas se asciende « hasta su misericordia amorosa » (LS 77).

Una expresión concreta y privilegiada de este “desborde de misericordia y de amor sin envidia” que es la Creación entera y la vida de cada creatura, la encontramos en los sacramentos de la Iglesia. Los sacramentos son “desborde de amor y misericordia” y son “sin envidia”. Dice el Papa en Querida Amazonia: “Dentro de lo creado, tienen un lugar especial los sacramentos. «La inculturación de la espiritualidad cristiana en las culturas de los pueblos originarios tiene en los sacramentos un camino de especial valor, porque en ellos se une lo divino y lo cósmico, la gracia y la creación. En la Amazonia no deberían entenderse como una separación con respecto a lo creado. Ellos «son un modo privilegiado de cómo la naturaleza es asumida por Dios y se convierte en mediación de la vida sobrenatural[2]». Son una plenificación de lo creado, donde la naturaleza es elevada para que sea lugar e instrumento de la gracia, para «abrazar el mundo en un nivel distinto[3]» (QA 81).

Los Obispos de Japón, por su parte, dijeron algo muy sugestivo: « Percibir a cada criatura cantando el himno de su existencia es vivir gozosamente en el amor de Dios y en la esperanza ». Esta contemplación de lo creado nos permite descubrir a través de cada cosa alguna enseñanza que Dios nos quiere transmitir, porque «para el creyente contemplar lo creado es también escuchar un mensaje, oír una voz paradójica y silenciosa » (QA 85).

Es muy linda la imagen de Dios que se manifiesta a Elías en la montaña, como una «brisa ligera«. La expresión es un rompecabezas exegético por lo difícil de traducir: en hebreo conjuga simultáneamente el concepto de sonido y el de silencio. Al Papa le gusta la traducción que dice que Dios habló en “el hilo de un silencio sonoro”.

Podemos decir que, «junto a la Revelación propiamente dicha, contenida en la sagrada Escritura, se da una manifestación divina cuando brilla el sol y cuando cae la noche». Prestando atención a esa manifestación, el ser humano aprende a reconocerse a sí mismo en la relación con las demás criaturas: «Yo me autoexpreso al expresar el mundo; yo exploro mi propia sacralidad al intentar descifrar la del mundo[4] » (Ls 85).

Ser creatura es tener padre

Ahora bien, si contemplamos “la no envidia” de la naturaleza (que cuida un planeta como el nuestro, privilegiado por la vida, sin destruirlo, como podría suceder si fueran envidiosos como dioses griegos los otros planetas, el sol y las estrellas), y consideramos que no es fruto de una mera “mecánica” sino que por todos lados se desborda su belleza y su vitalidad, no podemos no pensar en el misterio de su Creador.

Dice el Papa: «Las criaturas de este mundo no pueden ser consideradas un bien sin dueño: ‘Son tuyas, Señor, que amas la vida’ (Sb 11,26). Esto provoca la convicción de que, siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde. Quiero recordar que « Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea, que la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación » (LS 89)

Dios Padre único dueño del mundo

“No podemos sostener una espiritualidad que olvide al Dios todopoderoso y creador. De ese modo, terminaríamos adorando otros poderes del mundo, o nos colocaríamos en el lugar del Señor, hasta pretender pisotear la realidad creada por él sin conocer límites. La mejor manera de poner en su lugar al ser humano, y de acabar con su pretensión de ser un dominador absoluto de la tierra, es volver a proponer la figura de un Padre creador y único dueño del mundo, porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer imponer a la realidad sus propias leyes e intereses (LS 75).

Mirada de Jesús

“Jesús asume la fe bíblica en el Dios creador y destaca un dato fundamental: Dios es Padre (cf. Mt 11,25). En los diálogos con sus discípulos, Jesús los invitaba a reconocer la relación paterna que Dios tiene con todas las criaturas, y les recordaba con una conmovedora ternura cómo cada una de ellas es importante a sus ojos” (LS 96).

“En una realidad cultural como la Amazonia, por ejemplo, donde existe una relación tan estrecha del ser humano con la naturaleza, la existencia cotidiana es siempre cósmica. Liberar a los demás de sus esclavitudes implica ciertamente cuidar su ambiente y defenderlo, pero todavía más ayudar al corazón del hombre a abrirse confiadamente a aquel Dios que, no sólo ha creado todo lo que existe, sino que también se nos ha dado a sí mismo en Jesucristo. El Señor, que primero cuida de nosotros, nos enseña a cuidar de nuestros hermanos y hermanas, y del ambiente que cada día Él nos regala. Esta es la primera ecología que necesitamos” (QA 41).

“Todo está conectado”: una mirada que ayuda a la conversión ecológica

Lo de que «todo está conectado[5]» vale especialmente para un territorio como la Amazonia” (QA 42). “En la Amazonia se comprenden mejor las palabras de Benedicto XVI cuando decía que «además de la ecología de la naturaleza hay una ecología que podemos llamar “humana”, y que a su vez requiere una “ecología social”». Pero es el mundo entero el que no puede ser analizado sólo aislando uno de sus aspectos, porque «el libro de la naturaleza es uno e indivisible», e incluye el ambiente, la vida, la sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc. Por consiguiente, «la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana» (Caritas in veritate 51).

Las heridas del mundo actual se deben en el fondo al mismo mal, es decir, a la idea de que no existen verdades indiscutibles que guíen nuestras vidas, por lo cual la libertad humana no tiene límites. Se olvida que el hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza. La creación se ve perjudicada donde nosotros mismos somos las últimas instancias, donde el conjunto es simplemente una propiedad nuestra y el consumo es sólo para nosotros mismos. El derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que sólo nos vemos a nosotros mismos (cfr. LS 6).

Cómo no luchar por la creación

“A todos los cristianos

nos une la fe en Dios, el Padre que nos da la vida y nos ama tanto.

Nos une la fe en Jesucristo, el único Redentor, que nos liberó con su bendita sangre y con su resurrección gloriosa.

Nos une el deseo de su Palabra que guía nuestros pasos.

Nos une el fuego del Espíritu que nos impulsa a la misión.

Nos une el mandamiento nuevo que Jesús nos dejó, la búsqueda de una civilización del amor, la pasión por el Reino que el Señor nos llama a construir con Él.

Nos une la lucha por la paz y la justicia.

Nos une la convicción de que no todo se termina en esta vida, sino que estamos llamados a la fiesta celestial donde Dios secará todas las lágrimas y recogerá lo que hicimos por los que sufren» (QA 109)…

“Todo esto nos une. ¿Cómo no luchar juntos? ¿Cómo no orar juntos y trabajar codo a codo para defender a los pobres, para mostrar el rostro santo del Señor y para cuidar su obra creadora? (QA 110)

MOMENTO PARA CONTEMPLAR

Hna Marta Irigoy

Comenzamos un nuevo ciclo de nuestros talleres que en este año, se cimentaran fuertemente en las palabras del Papa Francisco, de Laudato Si y Querida Amazonía.

En este momento para contemplar, lo haremos desde el texto del P. Diego y el Principio y Fundamento que San Ignacio propone en el Libro de los EE.

El P. Diego, citaba más arriba, las hermosas palabras de los Obispos de Japón:

« Percibir a cada criatura cantando el himno de su existencia

es vivir gozosamente en el amor de Dios y en la esperanza ».

Y estas palabras, nos ponen en sintonía con el Principio y Fundamento que nos invita a vivir nuestra vida sabiéndonos creaturas amadas del Padre, alabando  -“cantando el himno de la existencia”- ysirviendo –“viviendo gozosamente en el Amor de Dios y la Esperanza”…

Porque de eso se trata nuestra vida:

Vivir en la plena certeza de sabernos creados amorosamente…cantando con nuestra vida el propio himno de nuestra existencia que único, al mejor  estilo de Nuestra Madre que se dejó mirar en su Pequeñez por la Bondad de Dios e hizo de este canto el modelo de ser discípulos, que nos ayuda a:

  • Mirar la propia vida y lo que Dios hizo y hace en nosotros
  • Mirar la realidad que nos rodea (la cercana y la global)
  • Y vivir con la certeza de que no hay nada imposible para Dios (esta fue la promesa del Ángel Gabriel en la Anunciación…)

Por eso, la invitación para este rato, será recorrer tu vida y encontrar aquellos momentos en donde experimentaste tu vida como un Canto de Alabanza…

Puedes, tomar el texto del Magnificat, en  Lc 1, 46-55

«Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador,

porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,

porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».

Y si te animas,  en esta Cuaresma puedes escribir tu propio canto (himno) de tu existencia que fue soñada, creada, amada y cuidada por Dios…

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[1] LS 220.

[2] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 235.

[3] Ibíd.

[4] P. RICOEUR, Philosophie de la volonté II. Finitude et culpabilité, Paris 2009, 2016 (ed. esp.: Finitud y culpabilidad, Madrid

1967, 249).

[5] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 16, 91, 117, 138, 240.

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