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Momento de meditación

Diego Fares sj

Los mecanismos interiores que despierta una elección importante

En la meditación de los “Tres binarios”, Ignacio cuenta esta historia: hay tres pares (binarios) de personas y cada par ha adquirido diez mil ducados, no pura o debidamente por amor de Dios; y quieren todos salvarse y hallar en paz a Dios nuestro Señor, quitando de sí la dificultad e impedimento que tiene para ello, en la afección a ese dinero (Ignacio le llama “la cosa acquisita” EE 150).

No se trata de un pecado. De los pecados, y especialmente del que es “raíz” de los pecados de cada uno, ya se ha arrepentido el ejercitante en la primera semana. Aquí se trata de algo bueno, pero no del todo ordenado y a lo que uno le tiene “gran afección”. Ignacio pone dinero porque cuando uno lo agarra “se le pega”. Pero puede ser “cualquier cosa adquirida” que a uno le cuesta soltar.

Antes de considerar cada una de las actitudes, Ignacio pone al ejercitante delante de Dios y de los santos. Esto es importante porque los santos son hermanos nuestros que, estos problemas de conciencia con el dinero o con otros “afectos” los han resuelto bien, con libertad interior y generosidad.

La petición recae sobre nuestras elecciones: pedimos gracia para elegir bien. Lo que sea a mayor gloria de Dios y mayor bien para mi persona.

Ahora sí, Ignacio presenta los casos, para que cada modo de proceder yo lo confronte con mis modos de proceder, a la hora de tomar una decisión importante en mi vida.

Preparar el corazón para elegir

Esta meditación, junto con la de Dos Banderas y las tres Maneras de Humildad, son “preparatorias” para la elección o reforma de vida, que es a lo que apuntan los Ejercicios.

Los Ejercicios dan fruto si uno va dispuesto a hacer una elección, sea una macro elección o una micro, es decir, un pequeño mejoramiento en su vida. Ahora bien, esto último, lo de un pequeño mejoramiento, se busca en el estado de vida y en la misión principal, no en cosas secundarias. Es decir: uno entra en la dinámica de los Ejercicios para dar un paso o un pasito adelante en algo fundamental. Sino es como si el ciego Bartimeo, cuando Jesús le pregunta qué quieres que haga por ti, en vez de pedirle “Señor, que vea”, le hubiera pedido…, no sé, una limosna o que le curara un granito que le afeaba la nariz…

Si uno es padre o madre de familia, hará los Ejercicios para examinar si hay alguna cosa que le impide dar todo su amor y su tiempo a su familia.

Si uno sacerdote o religiosa hará los Ejercicios poniendo sobre la mesa si hay algo que le impide darse por entero a su misión y consagración.

La meditación de los Tres Binarios es, pues, una preparación para examinar los mecanismos que se activan cuando uno tiene que elegir algo importante.

El primer mecanismo es de “dilación”. El primer par de personas “querría quitar el afecto que le tiene a los diez mil ducados (que Ignacio llama con el nombre técnico de “la cosa acquisita”) pero no ponen los medios hasta la hora de la muerte (en que seguramente los habrán tenido que dejar).

El segundo mecanismo es de “sí pero no”. Este sí pero no toma infinitas formas. La de “te ofrezco todo menos esto”, la del “te lo doy, pero lo administro yo”, la del negociar hasta salirse con la suya, la del querer quedar bien con Dios y con el diablo, la de forzar la cosa para que Dios quiera lo que quiere uno…

El tercer mecanismo es el del que no mira “la cosa” sino a la Persona. Cuando uno tiene que elegir qué hacer, deja de mirar los diez mil ducados –que si se miran mucho generan afecto- y se pone a mirar el corazón de Dios, con el deseo de agradarle y pidiéndole que le haga ver y sentir qué quiere que haga con esa “cosa”. Si quiere que la tome o que la deje, que la use o que la done. El deseo hondo es tomar o dejar la cosa como expresión del amor que uno tiene al Señor, como muestra de que uno hace lo que Él quiera.

Este es el mecanismo simple y claro si uno quiere de verdad “elegir lo que Dios elige” y no dilatar o escamotear la cosa para que no se note que uno tiene ya una decisión tomada, como se dice.

Las Dos Banderas nos clarifican que en la vida no hay posturas neutrales: o se elige a Jesús o se cae bajo la bandera del demonio. Nuestro padre General, en la misa de San Ignacio el 31, ponía estos ejemplos: “en el matrimonio –decía-, o se da todo, o lo que uno da no sirve para casi nada; en la vida religiosa, lo mismo, o se da todo, o no se da nada. No hay una vía intermedia”. Y pasó luego a hablar del Papa, ante el cual algunos tomaban “posturas intermedias”. No las hay –dijo. A algunos no les caen bien algunas de sus palabras o actitudes, pero no es porque su mensaje sea “confuso” sino todo lo contrario. Lo que pasa es que es muy claro y evangélico. Al punto tal que, o uno deja que le toque el corazón o provoca un endurecimiento. Su mensaje es de los que no dejan lugar a las posturas de compromiso o neutrales.

La meditación siguiente, esta de Tres Binarios, ayuda a discernir que, una vez que uno elige la bandera de Cristo y desea “hallar en paz a Dios nuestro Señor”, las tentaciones “bajo apariencia de bien” se multiplican. Hay muchas maneras de dilatar las cosas y de forzarlas para terminar haciendo lo que uno quiere. Pero hay una sola manera de hacer la voluntad de Dios, y consiste en “preferir” al Señor mismo y poner en segundo lugar todo lo demás (hacernos indiferentes, como una mamá que, cuando su hijito es pequeño, lo prefiere y antepone a todo lo demás).

Los ejercicios son «conversaciones» con el Señor

En las Dos Banderas, Ignacio pone al final de la oración los famosos “Tres coloquios” o conversaciones: con la Virgen, nuestra Señora, para que me alcance gracia de su Hijo; con Jesús, para que me alcance gracia del Padre, y con el Padre para que Él me conceda la gracia. Cuál es la gracia? La de ser recibido bajo la Bandera de Jesús. Es decir: la de jugarme entero y que me den la camiseta del Señor y embanderarme con él enteramente y para siempre.

Es la gracia que recibió Ignacio al venir a Roma cuando sintió “que el Padre lo ponía con su Hijo”, con Jesús cargando la cruz.

Es la gracia de ser “compañero de Jesús”.

La gracia de “en todo amarlo, seguirlo y servirlo”.

Esta gracia fundamental, de pertenencia fiel y bendecida con la amistad, tiene sus características, en las que puede haber un más y un menos y que se refieren a dos cosas propias  de este Jesús junto al cual somos aceptados: una es la pobreza y otra las humillaciones.

San Ignacio nos hace pedir la gracia de la pobreza espiritual que se traduce como humildad y es una de las bienaventuranzas. Es una actitud interior, la de sabernos aceptados en nuestra pobreza. Sin méritos, con pecados y limitaciones. Esta, más que una exigencia de la aceptación de Dios es una gracia, ya que se nos recibe  como somos. Por pura e infinita Misericordia.

La segunda petición es la de pasar pobreza real, si el Señor nos lo concede. Gracia que hace al trabajo y que es social, ya que esta pobreza va en beneficio de otros más pobres.

La tercera petición que le hacemos a la Virgen, a Jesús y al Padre, tiene que ver con las humillaciones. El menosprecio del honor mundano, de la mundanidad espiritual como dice el Papa, nos une más a Jesús que padeció estos oprobios primero. A Jesús humillado se pueden acercar todos los hombres.

En los tres binarios Ignacio hace repetir estos coloquios y agrega una “Nota. Es de notar que cuando nosotros sentimos afecto o repugnancia contra la pobreza actual, cuando no somos indiferentes a pobreza o riqueza, mucho aprovecha para extinguir el tal afecto desordenado, pedir en los coloquios (aunque sea contra la carne) que el Señor le elija en pobreza actual; y que él quiere, pide y suplica, sólo que sea servicio y alabanza de la su divina bondad” (EE 157).

El fin es “extinguir todo afecto desordenado” a las cosas que nos impiden gozar de la amistad y de la pertenencia total a Jesús.

Como vemos, este es el tema de los coloquios, de nuestras conversaciones con la Virgen, con Jesús y nuestro Padre.

Así como cuando se trata del pecado, de lo que tenemos que hablar con el Señor, con nuestra madre la Virgen y con nuestro Padre es del pecado raíz, del pecado principal, el que nos aparta del amor de Dios, para que precisamente allí venga Jesús a salvarnos con su Misericordia, en la preparación para la elección o reforma de vida, de lo que tenemos que conversar con el Señor es de aquello donde “se nos desordena el afecto”. Aunque sean cosas buenas, como la riqueza de una virtud o de un cargo o de un medio que usamos y que, por el afecto exagerado que le tenemos, nos impide seguir más libremente a Cristo. También para el seguimiento necesitamos constantemente ser perdonados y reorientados misericordiosamente.

Estos coloquios se extienden a todas las contemplaciones de la vida, pasión y resurrección del Señor. Son la contraparte personal y subjetiva de las contemplaciones objetivas de la Vida de Cristo. Se trata de una vida de Cristo, que es entrega radical de sí mismo por amor, contemplada desde la llaga abierta de mis afectos desordenados y de mis cosas adquiridas, que radicalmente pido sean ordenadas de acuerdo a la voluntad de Dios. Los ejercicios se hacen rezando desde la pobreza y la humillación propias ante Cristo pobre y humillado. Esto es una gracia: la de igualarnos con Jesús. No es algo voluntarista como si uno dijera “tengo que ser pobre y tengo que humillarme”. En el fondo es caer en la cuenta de que “soy pobre” y “soy humillado por mi realidad misma, aunque nadie me persiguiera” y desde ahí puedo rezar auténticamente.

Ser recibido en pobreza y en humillaciones más que una exigencia es un alivio y una bienaventuranza.

 

Momento de Contemplación

Marta Irigoy

La Meditación de TRES BINARIOS,  nos ilumina sobre “donde” y “en que” está centrada nuestra vida…

Podemos decir que en nuestra vida, estamos “casi simultáneamente” en primero, segundo y tercer Binario. Se trata, de momentos de nuestra vida, o de lugares del corazón, que, por un lado han sido seducidas y conquistadas por el Señor; pero hay otros lugares del corazón o zonas de nuestra vida, que todavía necesitan ser conquistadas por la Persona de Jesús y su Evangelio…

En esta Meditación, San Ignacio nos invita a ponernos frente a la mirada de Dios Nuestro Señor y de los santos (EE 151), para descansar confiadamente en que Él nos conoce y sabe lo que hoy “atrapa” nuestro corazón y le quita libertad para elegir lo que el Señor nos quiere proponer para vivir con mas fecundidad la vida…

Por eso, vamos a ponernos con confianza amorosa ante la mirada del Señor, que conoce en donde y en que tenemos centrada nuestra vida….

La invitación, será rezar saboreando o como dice san Ignacio: “Sentir y Gustar internamente” la  oración de hermano Carlos de Foucauld: “Padre me pongo en tus manos”  y pedir desde lo más hondo del corazón, seguir creciendo en disponibilidad y libertad…

 

Padre mío,

me abandono a ti.

 

Haz de mi lo que quieras,

te lo agradezco,

Estoy dispuesto a todo,

lo acepto todo en ti

con tal que tu voluntad

se haga siempre en mi

y en todas tus criaturas,

no deseo nada más.

 

En tus manos doy mi vida,

Dios mío, te la doy

con todo el amor de mi corazón,

porque te amo

y porque para mí amarte es darme,

entregarme en tus manos

sin medida,

con gran confianza

porque tú eres mi Padre.

 

———————————-

Podemos entrar en esta página y buscar la canción que se llama “Abandono”.

 

http://www.carlosdefoucauld.org/Multimedia/Audio.htm

 

 

 

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Imagen1“Caminen en el amor” (Ef 5, 2).

Bienaventurados los que, como Pablo, caminan en el amor (1 Cor 12, 31-13 ss.). Serán llamados los verdaderos discípulos del Señor.

MOMENTO DE REFLEXION

P. Diego Fares sj

Caminar en el amor en Pablo

Caminar en el amor no es una frase muy frecuente en las traducciones de Pablo. Pero las expresiones “vivir en el amor”, “andar en” “proceder”… etc., tienen detrás la imagen fuerte de “caminar en el amor”. Pablo la utiliza literalmente en la carta a los Efesios:
“Caminen en el amor como Cristo los amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de sua-ve aroma. Ustedes hora son luz en el Señor” (Ef 5, 2)
Y agrega otra expresión, que viene a ser sinónimo de caminar en el amor:
“Caminen como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. Examinen qué es lo que agrada al Seño” (Ef 5, 8).
Muchas traducciones dicen “vivan en el amor” o “vivan como hijos de la luz”. Es que el camino es símbolo de la vida en todas las culturas. En hebreo, camino se dice “derek” y tiene una raíz de origen cananeo que significa energía vital. Por eso decir camino y decir vida es lo mismo. Vivir es caminar. Caminar en el amor es caminar en la vida.
El camino tiene que ver también con la luz de la verdad práctica, con el discernimiento que uno hace de por donde camina, adonde va y qué ritmo y estilo mantiene al caminar. Por eso decir camino y decir camino verdadero y recto o camino luminoso, es también lo mismo.
Pablo habla de seguir los criterios de Cristo sin dejarnos engañar por los criterios del mundo:
“Caminen, pues, en Cristo Jesús, el Señor, tal como le han recibido; enraizados y edificados en él; apoyados en la fe, tal como se les enseñó, rebosando en acción de gracias. Miren que nadie los esclavice mediante la vana falacia de una filosofía, fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mun-do y no según Cristo” (Col 2, 6-8).
Caminar en Cristo es la expresión que sintetiza sabiduría y bondad. Es caminar “agradando a Dios en todo”, con discernimiento y dando frutos. Pablo lo dice así:
“Pido que lleguen al pleno conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que anden de una manera digna del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios (Col 1, 7-10).
Cuando Jesús afirma en Juan “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, para la mentalidad hebrea, no está diciendo tres cosas sino una sola: “Yo soy el camino verdadero de la vida”. Yo soy el modelo de lo que le agrada al Padre, el que los hace discípulos agradables al Padre nuestro.
Este caminar en el amor requiere de la fe.
“Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, pues caminamos en la fe y no en la visión… Estamos, pues, llenos de buen ánimo y (…) por eso, nos esforzamos por agradarle (2 Cor 5, 6-9).
La fe nos hace estar atentos a las mociones del Espíritu, a sus impulsos, que son contrarios a los impulsos de la carne:
“Por mi parte les digo: Si caminan en el Espíritu, no den satisfacción a las apetencias de la carne. (…) Si vivimos por el Espíritu sigamos sus huellas” (Gal 5, 16-25).
En este caminar en la fe y en el amor de Cristo Pablo recupera lo más lindo de Israel . Como dice el Deuteronomio, para quien la santidad es “caminar en la presencia del Señor”:
“Ahora, pues, Israel, ¿qué pide de ti Yahveh, tu Dios, sino que temas al Señor, tu Dios, que andes en todos sus caminos, que ames y sirvas a Jehová, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma (Dt 10, 12).
Como dice el Salmo 25:
Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador, y yo espero en ti todo el día. El Señor es bondadoso y recto: por eso muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a los pobres. Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad, para los que observan los preceptos de su alianza (Sal 25, 4).
Caminar en el amor es caminar por un camino que el Padre ya ha preparado para nosotros:
“Pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para las buenas obras, las cuales Dios preparó de an-temano para que anduviéramos en ellas” (Ef 2, 10).
Lo lindo de la expresión es que pone la imitación del Señor no en algo extático sino dinámico, imitar a Jesús, vivir en Él y para Él es caminar por Él: caminando según sus criterios, cultivando sus sentimientos y practicando sus obras buenas nos vamos haciendo semejantes a Él. El discipulado se hace sobre la marcha.

Caminar en el amor, en Ignacio

Caminar es elegir un camino, tomar una dirección exterior y llevar un ritmo interior. Caminar en el amor es elegir la dirección del salir de sí para ir al otro y elegir un ritmo que nos permite caminar con el otro, estando atento al otro.

Sentir primero el amor , antes que otros deseos

En las reglas para hacer una sana y buena elección Ignacio expresa la primera en los términos dinámicos del amor, en lo que tiene de caminar. Hacer una buena y sana elección implica:
“Que aquel amor que me mueve y me hace elegir la tal cosa, descienda de arriba, del amor de Dios; de forma que el que elige sienta primero en sí que aquel amor más o menos que tiene a la cosa que elige, es sólo por su Criador y Señor” EE 184).
El primer paso para caminar en el amor es “sentir primero en nuestro interior el amor de Dios y el amor a Dios”. El deseo de agradar a Dios es el principio y fundamento de todos nuestros caminos “para alcanzar amor”.
Ignacio se llena primero afectivamente (con toda su libertad, su memoria, su inteligencia, su imaginación y sentidos espirituales) del amor de Dios “que desciende de arriba”, como dice en la Contemplación para alcanzar amor”, y entonces, en segundo lugar, mira hacia afuera, al paso bueno que puede por amor dar.
Este paso de “sentir primero con todo su afecto el amor de Dios” se le fue haciendo costumbre a Ignacio, de ma-nera tal que cuando le tomó el gusto (a pensar primero en el amor de Dios y a sentirlo y gustarlo internamente en toda ocasión), “comenzó a quedarse (vacare) sólo para Dios”. “Vacare” es vacación: dejar las cosas y quedar libre para hacer lo que a uno le gusta. E Ignacio le toma el gusto a descansar y vacacionar en el amor de Dios en todo momento.
Este paso primero implica también hacer una pausa, frenar los impulsos a actuar de cualquier manera y bajo el impulso de cualquier necesidad, hasta sentir que “lo que nos mueve” y hace caminar es el impulso del Espíritu Santo, que nos lleva a donde Él sabe y quiere.

Ritmo interior de nobleza y señorío de sí para ser buen súbdito de su Divina majestad

Otra manera de expresar lo mismo es decir que este primer paso de nuestro caminar en el amor implica dejar lugar, hacer sitio: vaciar el corazón de los intereses propios para hacer lugar a los intereses de Cristo. “Vacare” es dejar lugar vacante, es la apertura y disponibilidad del que está libre y a la espera de que sea el amor el que le pida un servicio. En Ignacio esta actitud es la del noble caballero que se ejercita en ser dueño de sí para estar disponible y bien entrenado y poder servir a su Divina Majestad en la misión que quiera darle y cuando quiera. La ascética no mira a la propia perfección sino al mejor servicio del Otro. La indiferencia ignaciana y el trabajo exigente en la misión no tienen ningún rasgo voluntarista o de auto-mirada: brotan del Amor. Llenarse afectivamente de este amor implica “ordenar las afecciones desordenadas”; llevar a la práctica aquellas misiones a las que el amor invita implica un buscar siempre más, más amor.

La liturgia concebida como un llenarnos del amor de Dios

Este primer paso para caminar en el amor tiene su expresión concreta en el amor a la liturgia: llenarse afectivamente del amor es llenarse de la Eucaristía y de la Palabra del Evangelio, de modo tal que, luego, nuestras opciones y elecciones estén motivadas por el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. A eso apuntan los Ejercicios Espirituales. Ignacio considera los Ejercicios como Ejercicios para llenarse de amor: llenarse del espíritu de la liturgia, que es pura alabanza y reverencia y llenarse del espíritu de la misión, que es deseo de servicio.

En la Autobiografía, Ignacio utiliza la expresión “seguir el camino del peregrino” para expresar a lo que apuntaban sus Ejercicios espirituales(Cfr. Autob. 92). Hacer los Ejercicios es caminar con Ignacio, ser compañeros de Jesús como Ignacio peregrino. Caminar a las misiones que el Señor da y a su paso, al estilo de Jesús, según su modo.

Caminar en un amor que es “caridad discreta”

Ignacio es el “caballero de la caridad discreta”. Caballero porque que lucha, pero no con armas terrenas de sangre sino con las armas humildes y alegres del amor. De la Caridad porque su caminar es un caminar en el cariño de compañeros, como los 72 discípulos a los que Jesús envía de dos en dos para que se ayuden y acompañen. Esto será propio del modo de enviar Ignacio en misión a los suyos: de dos en dos.
Caridad discreta significa que no se ama a todos de la misma manera y que no se ama sin la distancia óptima que respeta la libertad del otro. Amar discretamente implica el mismo primer paso de la sana elección: amar al otro como Jesús lo ama, mirando primero el “paso pedagógico” por así decirlo, que Jesús tiene para con sa alma; qué paso le quiere hacer dar. Esto para no maltratar los límites, para no exigir de más ni ser permisivos.

Caminar manteniéndonos discípulos

Caminar en el amor, para Ignacio, es mantenerse siempre como discípulo: sin dignidades que no sean para la misión. Ignacio camina como compañero de Jesús, siempre como aprendiz y junto con otros. Ignacio se siente “un contratado sólo a causa de la abundancia de la cosecha”. Trabaja por jornada y en lo que sea necesario. Es un “operario” como decimos nosotros los jesuitas, uno que hace changas, aunque sean “changas grandes y con cargos”. En el fondo Ignacio se considera como un ayudante, uno que da una mano. Ese es el servicio de amor hondo en el que se especializa. Lo demás, es estructura externa, necesaria e importante, pero para poder mostrar de manera estable la esencia del amor, que es el dar una mano personalmente y colaborar con otros en la misión.

Caminar en el amor cargando la cruz

Cargar la cruz no es algo externo para Ignacio. Como si se pudiera caminar en el amor sin tener que cargar la cruz. La cruz no es exterior al amor: es el amor mismo en cuanto no puede dejar de lado a nada ni a nadie y entonces los que se resisten al amor se convierten en peso, en obstáculo y en persecución que hay que sostener y llevar. Así como el gozo no es premio exterior al amor sino que es el amor mismo sentido y gustado internamente, así el sufrimiento tampoco es exterior: el dolor es el amor mismo sentido y gustado interiormente. No se sufre por lo que no se ama así como tampoco se goza con lo que no se ama.
Ignacio nos invita a desear la consolación y a desear las penas de Cristo. Es lo mismo que invitarnos a amar a Dios en todas las cosas. No dejar afuera nada, no dejar afuera al conflictivo ni a los conflictos, eso será caminar en el amor en medio de persecuciones. No dejar afuera nada de lo bueno y hermoso, eso será caminar en el amor en medio de las consolaciones. De ahí el ser compañeros de Jesús en trabajos y penas para serlo también en su gloria.

Storta 4

MOMENTO DE CONTEMPLACIÓN

Hna. Marta Irigoy
misionera diocesana

Todo el proceso de los Ejercicios Espirituales, es un camino cuya meta es el Amor. El ultimo Ejercicio que San Ignacio propone es la “Contemplación para alcanzar Amor”. El Amor que Dios nos tiene y por el que se ha comprometido en Alianza Eterna, para que toda nuestra vida sea un canto de alabanza ante “tanto bien recibido”…

En la Contemplación para alcanzar Amor, Ignacio nos propone que “recordemos – pasemos por el corazón”, los dones recibidos, para contemplar nuestra vida como un don.

Dios cuando da sus dones, se da a Si mismo, haciéndose presente en la historia…-nuestra historia-, trabajando sin cesar por nosotros y para nosotros. El sigue haciendo su obra en el corazón de cada hombre y de cada mujer, Él trabaja en lo secreto…

Por eso, la invitación a “recordar” como Dios me fue conduciendo a lo largo de mi vida, es lo que posibilita descubrir, reconocer y así poder “agradecer” la acción de Dios en nuestra vida…

Desde esta experiencia, se nos va limpiando la mirada y descubrimos que todo refleja la Gloria de Dios…- su Belleza-…
Todo esta a mi servicio para que así pueda amar a Dios en todas las cosas y a todas las cosas en Él…haciendo de mi vida un canal del amor de Dios para los demás, es decir servir a Dios en mis hermanos…

A lo largo de este año, en nuestros Talleres, fuimos reconociendo esta experiencia al asomamos al corazón de San Pablo y de San Ignacio. Ellos en su vida y experiencia personal de Jesús, fueron “alcanzados” por el Amor…

Nosotros también, seguramente hemos sido alcanzados y alcanzadas por el Señor resucitado, a lo largo de este año…

Esta propuesta que hacemos hoy, es una invitación para seguir haciéndola en el caminar de este mes de noviembre, siendo una ayuda para hacer la “Contemplación de Amor” de todo este año 2009, en donde fuimos cada uno y cada una “alcanzados por el Amor de Jesús”, para así vivir agradecidamente ante tanto bien recibido de Dios nuestro Señor.
+ Hacé memoria de los hechos más significativos de este año…
+ Recordá los sentimientos que inundaban tu corazón…
+ Podés descubrir de donde venían?
* De tus inseguridades?
* De tu confianza en Dios?
* Agradecé lo que hoy podes, rescatar como enseñanza!
San Pablo, se sintió alcanzado por Jesús, pero a la vez sigue su carrera…
+ Donde podés reconocer la presencia viva de Jesús Resucitado que te “alcanzó con su Amor”…?
* En tu vida familiar?
* En tu vida de oración?
* En tu vida de servicio a los mas pequeños?
* Agradecé la presencia cariñosa y cercana de Jesús…
* Ofrecé todo lo recibido a Dios con esta Oración:
Toma, Señor y recibe toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento y mi voluntad,
todo mi haber y poseer. Vos me lo diste y a Vos Señor, lo torno.
Todo es tuyo;
disponed a tu voluntad.
Dame tu amor y gracia, que esta me basta” ( EE 234).

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