Este año el tema de nuestros talleres de Ejercicios Espirituales tiene que ver con la Ecología, con lo que el Papa en Laudato si llama “Espiritualidad ecológica” (LS 202 ss.).
Hablando a los movimientos populares en Bolivia, recuerdo que el Papa tomaba como punto común de partida, más allá de las ideas de cada grupo, la conciencia común de todos los hombres de que “tenemos que cambiar”. El modo como estamos tratando a nuestro planeta -nuestra madre tierra, nuestra Querida Amazonia…- no va más. “Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo pero ante todo la humanidad necesita cambiar. (Y para un cambio tan grande) Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia humana mutua y de un futuro compartido por todos” (LS 202).
Madurar en la requiere una educación particular, porque incluye, en la contemplación, el conocimiento que dan las ciencias y el amor en el paso a la realización social, económica y política. Dice el Papa:
“Aprendiendo de los pueblos originarios podemos contemplar la Amazonia y no sólo analizarla, para reconocer ese misterio precioso que nos supera. Podemos amarla y no sólo utilizarla, para que el amor despierte un interés hondo y sincero. Es más, podemos sentirnos íntimamente unidos a ella y no sólo defenderla, y entonces la Amazonia se volverá nuestra como una madre. Porque «el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro, reconociendo los lazos con los que el Padre nos ha unido a todos los seres[1]» (QA 55).
Aquí es donde una concepción de la fe como algo “espiritualista” y “privado” y la concepción de la ecología y la economía como algo meramente “técnico” deben cambiar.
No es fácil tratar de integrar estos ámbitos en los que vivimos como si fueran compartimientos estancos. Entramos en el terreno de las distintas interpretaciones sobre calentamiento climático, modelos económicos, ideas políticas… y lo hacemos en el mundo de la post-verdad, en el que pareciera que no hay hechos que tengan el consenso de todos. Pues bien, es aquí precisamente donde una ecología integral puede ayudar, ya que más allá de las opiniones sobre las causas de los desastres climáticos que vivimos y de las diferentes propuestas de solución, la conciencia de que hay cosas concretas que no van es común. Los niños nos lo dicen!
Ver una costa de océano llena de botellas de plástico, no va.
Ver la Amazonia o Australia en llamas, no va.
Ver millones de personas viviendo en tiendas en campos de refugiados, no va.
Ver centrales nucleares como Chernobyl que seguirán generando radiactividad que destruye nuestras células durante cientos de años, no va.
Intentar bloquear virus como el Coronavirus con medidas solo nacionales, no va. Los virus nos ven como “organismos posibles de infectar”, no como naciones o culturas.
Hablando de virus, lo que no va más es un tipo de comportamiento humano que es “contaminante” y que bien podemos llamar “virósico” (virus en latín significa “veneno”). En la definición del comportamiento de los virus se dice que son partículas acelulares (son un código genético, ácidos nucleicos rodeados de proteínas), que solo pueden multiplicarse dentro de células de otrosorganismos, es decir a expensas de las células que invaden, a las que destruyen para luego contagiarse a otras. Díganme si no se puede llamar “virósico” el comportamiento de los capitales financieros descontrolados y de las empresas que deforestan, como fue el caso de La Forestal, que desertificó el norte santafecino y sur del Chaco (2 millones de hectáreas), antes de mudarse al África a sacar el tanino del árbol de Mimosa, luego de haber talado el 86% de nuestros bosques de quebracho (cfr.https://www.elcohetealaluna.com/la-forestal-y-el-espejo-de-africa/. Solo en 1916, según su propio balance, la empresa pagó 300.000 pesos en concepto de impuestos a la provincia y 9.000 millones de pesos a la Corona británica (el dólar estaba a dos pesos). El ejemplo es para hacer sentir en “la corteza propia” que hay comportamientos que no van más y que hay que expandir esta conciencia común, cuidarla, cultivarla, explicitarla, para que los ataques que la fragmentan aprovechándose de nuestras diferencias, no le hagan mella. Somos seres humanos, no virus!
Una imagen positiva de esta ecología integral lo tenemos en san Francisco de Asís: “Creo -dice el Papa- que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad” (LS 10). Francisco “‘Lleno de la mayor ternura al considerar el origen común de todas las cosas, daba a todas las creaturas, por más despreciables que parecieran, el dulce nombre de hermanas’. Esta convicción no puede ser despreciada como un romanticismo irracional, porque tiene consecuencias en las opciones concretas que determinan nuestro comportamiento personal y social. Es una convicción que implica algo radical: una renuncia a convertir la realidad en mero objeto de uso y de dominio” (LS 11).
Los Ejercicios, con su estructura y su ritmo, dan a cada dimensión y a cada paso de nuestra vida el tiempo de contemplación, de discernimiento y decisión que requieren para madurar bien, por eso pueden ayudarnos a educar esta conciencia básica que integra el cuidado del planeta, el cuidado de las personas -de los más pobres y de cada uno, en su corporalidad y espiritualidad-, y la relación con la dimensión trascendente: con las futuras generaciones y con el Creador.
MOMENTO PARA REFLEXIONAR
Percibir a cada criatura cantando el himno de su existencia
Diego Fares sj
San Ignacio, en su Principio y fundamento comienza así: «El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor. Y las otras cosas sobre la haz de la tierra son creadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es creado (EE 23).
La contemplación de nuestra creaturalidad, por tanto, nos lleva a alabar y adorar al Creador, a servir al prójimo y a usar con respeto y sobriedad a las demás creaturas. Es clave el concepto de “ayuda” en Ignacio. Él definía toda su misión con una frase: “ayudar a las almas”. Ayudar a todo el que lo desea a buscar y encontrar la voluntad de Dios en su vida. Por eso, cuando dice que las demás creaturas tienen como fin “ayudarnos” está hablando de una misión alta. Cada uno ayuda según su ser y sus posibilidades, no obligado ni a costa de la propia destrucción.
La unión de estos tres ámbitos, el sagrado, el social y el ecológico, nos dan una visión integral de la creación que supera por todos lados la visión del paradigma tecno-económico y tecno-crático actual (que se nos contagia como un virus enfermando nuestra manera de ver la realidad). El paradigma tecno-económico y tecno-crático considera que la “ayuda” que le deben prestar las cosas es una ayuda incondicional y absoluta: todo lo que no sea “Yo” es objeto de consumo y descarte. Y esto se extiende al propio cuerpo, que se convierte en “cosa”. Solo existen “libertades absolutas y aisladas” como última instancia, que reclaman el hacer lo que quieran con su propio cuerpo, dinero, tiempo, vida y propiedades. Las limitaciones que se aceptan -cada uno acepta algunos límites de acuerdo al contexto en que vive- son aceptadas al modo como los virus tienen que aceptar los condicionamientos de la célula en la que parasitariamente viven: se aceptan mientras no se puedan transgredir para beneficio propio exclusivo.
Estos paradigmas, que tienen en común la “técnica” con su supuesta neutralidad y anonimato, no tienen credos ni dogmas, no se preocupan por cómo “es” la realidad, sino solo de cómo funcionan las cosas. Con esta mentalidad pragmática corroen toda idea que quiera ser común y unir las voluntades bajo el pretexto de que son ideas filosóficas o religiosas.
Frente a esta mentalidad, resulta difícil encontrar palabras “positivas” que todos puedan compartir, dado que la práctica siempre es cambiante en cada lugar. Pero aunque sean pocas, estas “palabras” (que son más bien narraciones que “ideas abstractas”) son sugerentes y poderosas.
Una de estas palabras positivas, que pueden ayudar a unir es “desborde”. El Papa Francisco la usó en el Sínodo del Amazonia cuando hizo ver que “hay conflictos (como el que se da en el Amazonia) que no se resuelven por “disciplina”, sino por “desborde”. Puso como ejemplo dos “desbordes” que usó Dios para resolver grandes conflictos. Uno fue el conflicto del pecado. Dios no le resolvió dando más mandamientos ni con castigos (disciplina), sino con un desborde de Misericordia. Envió a Jesús a dar Él su vida salvarnos y perdonarnos los pecados. El otro conflicto fue el que se le armó a la Iglesia al incorporar personas de costumbres paganas. No se resolvió el conflicto con medidas disciplinares, sino reduciendo al mínimo las obligaciones y dando tiempo a cada comunidad a que organizara sus propios ritos y costumbres. La Iglesia puso su empeño en salir misioneramente a los otros pueblos y no se bloqueó en discusiones disciplinarias.
Este paradigma de un “desborde de Misericordia” supera los paradigmas funcionalistas (técnicos) y los paradigmas esencialistas (dogmáticos), poniendo a todos en camino y centrando la vida en Dios y no en nosotros mismos.
“Creación” es más que naturaleza
La “frase motiva” del Papa -«hay conflictos que se resuelven por desborde interior y no por disciplina exterior”- nos lleva a contemplar el universo -nuestra madre tierra, el Amazonia y cada pueblo, provincia, barrio y casa- como “creación”, lo cual es algo más que lo que expresa el concepto de naturaleza. La creación es fruto de un desborde de amor de Dios, no fruto de un plan puesto en marcha con medios técnicos (sea que los haya ideado una Persona, sea que se den por azar, mecánicamente). Dice Laudato si: «Para la tradición judío-cristiana, decir ‹creación› es más que decir naturaleza, porque tiene que ver con un proyecto del amor de Dios donde cada criatura tiene un valor y un significado. La naturaleza suele entenderse como un sistema que se analiza, comprende y gestiona, pero la creación sólo puede ser entendida como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos, como una realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal. (LS 76)
“Creación” habla de un proyecto de amor sin envidia
En otro hermosísimo texto el Papa define la creación usando las palabras de san Basilio Magno que hablan de “la bondad sin envidia” de nuestro Creador. No hay envidia en la naturaleza. La envidia viene de un espíritu puro, del Demonio (por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo [Sab 2, 24]) y se contagia en estos paradigmas que podemos definir como “envidiosos” en el sentido en que un “virus” envidia a las células que infecta.
Dice Laudato si: « Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos » (Sal 33,6). Así se nos indica que el mundo procedió de una decisión, no del caos o la casualidad, lo cual lo enaltece todavía más. Hay una opción libre expresada en la palabra creadora. El universo no surgió como resultado de una omnipotencia arbitraria, de una demostración de fuerza o de un deseo de auto-afirmación. La creación es del orden del amor. El amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado: «Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste, porque, si algo odiaras, no lo habrías creado » (Sb 11, 24). Entonces, cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo. Hasta la vida efímera del ser más insignificante es objeto de su amor y, en esos pocos segundos de existencia, él lo rodea con su cariño. Decía san Basilio Magno que el Creador es también ‹la bondad sin envidia› , y Dante Alighieri hablaba del ‹amor que mueve el sol y las estrellas›. Por eso, de las obras creadas se asciende « hasta su misericordia amorosa » (LS 77).
Una expresión concreta y privilegiada de este “desborde de misericordia y de amor sin envidia” que es la Creación entera y la vida de cada creatura, la encontramos en los sacramentos de la Iglesia. Los sacramentos son “desborde de amor y misericordia” y son “sin envidia”. Dice el Papa en Querida Amazonia: “Dentro de lo creado, tienen un lugar especial los sacramentos. «La inculturación de la espiritualidad cristiana en las culturas de los pueblos originarios tiene en los sacramentos un camino de especial valor, porque en ellos se une lo divino y lo cósmico, la gracia y la creación. En la Amazonia no deberían entenderse como una separación con respecto a lo creado. Ellos «son un modo privilegiado de cómo la naturaleza es asumida por Dios y se convierte en mediación de la vida sobrenatural[2]». Son una plenificación de lo creado, donde la naturaleza es elevada para que sea lugar e instrumento de la gracia, para «abrazar el mundo en un nivel distinto[3]» (QA 81).
Los Obispos de Japón, por su parte, dijeron algo muy sugestivo: « Percibir a cada criatura cantando el himno de su existencia es vivir gozosamente en el amor de Dios y en la esperanza ». Esta contemplación de lo creado nos permite descubrir a través de cada cosa alguna enseñanza que Dios nos quiere transmitir, porque «para el creyente contemplar lo creado es también escuchar un mensaje, oír una voz paradójica y silenciosa » (QA 85).
Es muy linda la imagen de Dios que se manifiesta a Elías en la montaña, como una «brisa ligera«. La expresión es un rompecabezas exegético por lo difícil de traducir: en hebreo conjuga simultáneamente el concepto de sonido y el de silencio. Al Papa le gusta la traducción que dice que Dios habló en “el hilo de un silencio sonoro”.
Podemos decir que, «junto a la Revelación propiamente dicha, contenida en la sagrada Escritura, se da una manifestación divina cuando brilla el sol y cuando cae la noche». Prestando atención a esa manifestación, el ser humano aprende a reconocerse a sí mismo en la relación con las demás criaturas: «Yo me autoexpreso al expresar el mundo; yo exploro mi propia sacralidad al intentar descifrar la del mundo[4] » (Ls 85).
Ser creatura es tener padre
Ahora bien, si contemplamos “la no envidia” de la naturaleza (que cuida un planeta como el nuestro, privilegiado por la vida, sin destruirlo, como podría suceder si fueran envidiosos como dioses griegos los otros planetas, el sol y las estrellas), y consideramos que no es fruto de una mera “mecánica” sino que por todos lados se desborda su belleza y su vitalidad, no podemos no pensar en el misterio de su Creador.
Dice el Papa: «Las criaturas de este mundo no pueden ser consideradas un bien sin dueño: ‘Son tuyas, Señor, que amas la vida’ (Sb 11,26). Esto provoca la convicción de que, siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde. Quiero recordar que « Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea, que la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación » (LS 89)
Dios Padre único dueño del mundo
“No podemos sostener una espiritualidad que olvide al Dios todopoderoso y creador. De ese modo, terminaríamos adorando otros poderes del mundo, o nos colocaríamos en el lugar del Señor, hasta pretender pisotear la realidad creada por él sin conocer límites. La mejor manera de poner en su lugar al ser humano, y de acabar con su pretensión de ser un dominador absoluto de la tierra, es volver a proponer la figura de un Padre creador y único dueño del mundo, porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer imponer a la realidad sus propias leyes e intereses (LS 75).
Mirada de Jesús
“Jesús asume la fe bíblica en el Dios creador y destaca un dato fundamental: Dios es Padre (cf. Mt 11,25). En los diálogos con sus discípulos, Jesús los invitaba a reconocer la relación paterna que Dios tiene con todas las criaturas, y les recordaba con una conmovedora ternura cómo cada una de ellas es importante a sus ojos” (LS 96).
“En una realidad cultural como la Amazonia, por ejemplo, donde existe una relación tan estrecha del ser humano con la naturaleza, la existencia cotidiana es siempre cósmica. Liberar a los demás de sus esclavitudes implica ciertamente cuidar su ambiente y defenderlo, pero todavía más ayudar al corazón del hombre a abrirse confiadamente a aquel Dios que, no sólo ha creado todo lo que existe, sino que también se nos ha dado a sí mismo en Jesucristo. El Señor, que primero cuida de nosotros, nos enseña a cuidar de nuestros hermanos y hermanas, y del ambiente que cada día Él nos regala. Esta es la primera ecología que necesitamos” (QA 41).
“Todo está conectado”: una mirada que ayuda a la conversión ecológica
Lo de que «todo está conectado[5]» vale especialmente para un territorio como la Amazonia” (QA 42). “En la Amazonia se comprenden mejor las palabras de Benedicto XVI cuando decía que «además de la ecología de la naturaleza hay una ecología que podemos llamar “humana”, y que a su vez requiere una “ecología social”». Pero es el mundo entero el que no puede ser analizado sólo aislando uno de sus aspectos, porque «el libro de la naturaleza es uno e indivisible», e incluye el ambiente, la vida, la sexualidad, la familia, las relaciones sociales, etc. Por consiguiente, «la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana» (Caritas in veritate 51).
Las heridas del mundo actual se deben en el fondo al mismo mal, es decir, a la idea de que no existen verdades indiscutibles que guíen nuestras vidas, por lo cual la libertad humana no tiene límites. Se olvida que el hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza. La creación se ve perjudicada donde nosotros mismos somos las últimas instancias, donde el conjunto es simplemente una propiedad nuestra y el consumo es sólo para nosotros mismos. El derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que sólo nos vemos a nosotros mismos (cfr. LS 6).
Cómo no luchar por la creación
“A todos los cristianos
nos une la fe en Dios, el Padre que nos da la vida y nos ama tanto.
Nos une la fe en Jesucristo, el único Redentor, que nos liberó con su bendita sangre y con su resurrección gloriosa.
Nos une el deseo de su Palabra que guía nuestros pasos.
Nos une el fuego del Espíritu que nos impulsa a la misión.
Nos une el mandamiento nuevo que Jesús nos dejó, la búsqueda de una civilización del amor, la pasión por el Reino que el Señor nos llama a construir con Él.
Nos une la lucha por la paz y la justicia.
Nos une la convicción de que no todo se termina en esta vida, sino que estamos llamados a la fiesta celestial donde Dios secará todas las lágrimas y recogerá lo que hicimos por los que sufren» (QA 109)…
“Todo esto nos une. ¿Cómo no luchar juntos? ¿Cómo no orar juntos y trabajar codo a codo para defender a los pobres, para mostrar el rostro santo del Señor y para cuidar su obra creadora? (QA 110)
MOMENTO PARA CONTEMPLAR
Hna Marta Irigoy
Comenzamos un nuevo ciclo de nuestros talleres que en este año, se cimentaran fuertemente en las palabras del Papa Francisco, de Laudato Si y Querida Amazonía.
En este momento para contemplar, lo haremos desde el texto del P. Diego y el Principio y Fundamento que San Ignacio propone en el Libro de los EE.
El P. Diego, citaba más arriba, las hermosas palabras de los Obispos de Japón:
« Percibir a cada criatura cantando el himno de su existencia
es vivir gozosamente en el amor de Dios y en la esperanza ».
Y estas palabras, nos ponen en sintonía con el Principio y Fundamento que nos invita a vivir nuestra vida sabiéndonos creaturas amadas del Padre, alabando -“cantando el himno de la existencia”- ysirviendo –“viviendo gozosamente en el Amor de Dios y la Esperanza”…
Porque de eso se trata nuestra vida:
Vivir en la plena certeza de sabernos creados amorosamente…cantando con nuestra vida el propio himno de nuestra existencia que único, al mejor estilo de Nuestra Madre que se dejó mirar en su Pequeñez por la Bondad de Dios e hizo de este canto el modelo de ser discípulos, que nos ayuda a:
- Mirar la propia vida y lo que Dios hizo y hace en nosotros
- Mirar la realidad que nos rodea (la cercana y la global)
- Y vivir con la certeza de que no hay nada imposible para Dios (esta fue la promesa del Ángel Gabriel en la Anunciación…)
Por eso, la invitación para este rato, será recorrer tu vida y encontrar aquellos momentos en donde experimentaste tu vida como un Canto de Alabanza…
Puedes, tomar el texto del Magnificat, en Lc 1, 46-55
«Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador,
porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre».
Y si te animas, en esta Cuaresma puedes escribir tu propio canto (himno) de tu existencia que fue soñada, creada, amada y cuidada por Dios…
[1] LS 220.
[2] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 235.
[3] Ibíd.
[4] P. RICOEUR, Philosophie de la volonté II. Finitude et culpabilité, Paris 2009, 2016 (ed. esp.: Finitud y culpabilidad, Madrid
1967, 249).
[5] Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 16, 91, 117, 138, 240.