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Momento de meditación

Diego Fares sj

Los mecanismos interiores que despierta una elección importante

En la meditación de los “Tres binarios”, Ignacio cuenta esta historia: hay tres pares (binarios) de personas y cada par ha adquirido diez mil ducados, no pura o debidamente por amor de Dios; y quieren todos salvarse y hallar en paz a Dios nuestro Señor, quitando de sí la dificultad e impedimento que tiene para ello, en la afección a ese dinero (Ignacio le llama “la cosa acquisita” EE 150).

No se trata de un pecado. De los pecados, y especialmente del que es “raíz” de los pecados de cada uno, ya se ha arrepentido el ejercitante en la primera semana. Aquí se trata de algo bueno, pero no del todo ordenado y a lo que uno le tiene “gran afección”. Ignacio pone dinero porque cuando uno lo agarra “se le pega”. Pero puede ser “cualquier cosa adquirida” que a uno le cuesta soltar.

Antes de considerar cada una de las actitudes, Ignacio pone al ejercitante delante de Dios y de los santos. Esto es importante porque los santos son hermanos nuestros que, estos problemas de conciencia con el dinero o con otros “afectos” los han resuelto bien, con libertad interior y generosidad.

La petición recae sobre nuestras elecciones: pedimos gracia para elegir bien. Lo que sea a mayor gloria de Dios y mayor bien para mi persona.

Ahora sí, Ignacio presenta los casos, para que cada modo de proceder yo lo confronte con mis modos de proceder, a la hora de tomar una decisión importante en mi vida.

Preparar el corazón para elegir

Esta meditación, junto con la de Dos Banderas y las tres Maneras de Humildad, son “preparatorias” para la elección o reforma de vida, que es a lo que apuntan los Ejercicios.

Los Ejercicios dan fruto si uno va dispuesto a hacer una elección, sea una macro elección o una micro, es decir, un pequeño mejoramiento en su vida. Ahora bien, esto último, lo de un pequeño mejoramiento, se busca en el estado de vida y en la misión principal, no en cosas secundarias. Es decir: uno entra en la dinámica de los Ejercicios para dar un paso o un pasito adelante en algo fundamental. Sino es como si el ciego Bartimeo, cuando Jesús le pregunta qué quieres que haga por ti, en vez de pedirle “Señor, que vea”, le hubiera pedido…, no sé, una limosna o que le curara un granito que le afeaba la nariz…

Si uno es padre o madre de familia, hará los Ejercicios para examinar si hay alguna cosa que le impide dar todo su amor y su tiempo a su familia.

Si uno sacerdote o religiosa hará los Ejercicios poniendo sobre la mesa si hay algo que le impide darse por entero a su misión y consagración.

La meditación de los Tres Binarios es, pues, una preparación para examinar los mecanismos que se activan cuando uno tiene que elegir algo importante.

El primer mecanismo es de “dilación”. El primer par de personas “querría quitar el afecto que le tiene a los diez mil ducados (que Ignacio llama con el nombre técnico de “la cosa acquisita”) pero no ponen los medios hasta la hora de la muerte (en que seguramente los habrán tenido que dejar).

El segundo mecanismo es de “sí pero no”. Este sí pero no toma infinitas formas. La de “te ofrezco todo menos esto”, la del “te lo doy, pero lo administro yo”, la del negociar hasta salirse con la suya, la del querer quedar bien con Dios y con el diablo, la de forzar la cosa para que Dios quiera lo que quiere uno…

El tercer mecanismo es el del que no mira “la cosa” sino a la Persona. Cuando uno tiene que elegir qué hacer, deja de mirar los diez mil ducados –que si se miran mucho generan afecto- y se pone a mirar el corazón de Dios, con el deseo de agradarle y pidiéndole que le haga ver y sentir qué quiere que haga con esa “cosa”. Si quiere que la tome o que la deje, que la use o que la done. El deseo hondo es tomar o dejar la cosa como expresión del amor que uno tiene al Señor, como muestra de que uno hace lo que Él quiera.

Este es el mecanismo simple y claro si uno quiere de verdad “elegir lo que Dios elige” y no dilatar o escamotear la cosa para que no se note que uno tiene ya una decisión tomada, como se dice.

Las Dos Banderas nos clarifican que en la vida no hay posturas neutrales: o se elige a Jesús o se cae bajo la bandera del demonio. Nuestro padre General, en la misa de San Ignacio el 31, ponía estos ejemplos: “en el matrimonio –decía-, o se da todo, o lo que uno da no sirve para casi nada; en la vida religiosa, lo mismo, o se da todo, o no se da nada. No hay una vía intermedia”. Y pasó luego a hablar del Papa, ante el cual algunos tomaban “posturas intermedias”. No las hay –dijo. A algunos no les caen bien algunas de sus palabras o actitudes, pero no es porque su mensaje sea “confuso” sino todo lo contrario. Lo que pasa es que es muy claro y evangélico. Al punto tal que, o uno deja que le toque el corazón o provoca un endurecimiento. Su mensaje es de los que no dejan lugar a las posturas de compromiso o neutrales.

La meditación siguiente, esta de Tres Binarios, ayuda a discernir que, una vez que uno elige la bandera de Cristo y desea “hallar en paz a Dios nuestro Señor”, las tentaciones “bajo apariencia de bien” se multiplican. Hay muchas maneras de dilatar las cosas y de forzarlas para terminar haciendo lo que uno quiere. Pero hay una sola manera de hacer la voluntad de Dios, y consiste en “preferir” al Señor mismo y poner en segundo lugar todo lo demás (hacernos indiferentes, como una mamá que, cuando su hijito es pequeño, lo prefiere y antepone a todo lo demás).

Los ejercicios son «conversaciones» con el Señor

En las Dos Banderas, Ignacio pone al final de la oración los famosos “Tres coloquios” o conversaciones: con la Virgen, nuestra Señora, para que me alcance gracia de su Hijo; con Jesús, para que me alcance gracia del Padre, y con el Padre para que Él me conceda la gracia. Cuál es la gracia? La de ser recibido bajo la Bandera de Jesús. Es decir: la de jugarme entero y que me den la camiseta del Señor y embanderarme con él enteramente y para siempre.

Es la gracia que recibió Ignacio al venir a Roma cuando sintió “que el Padre lo ponía con su Hijo”, con Jesús cargando la cruz.

Es la gracia de ser “compañero de Jesús”.

La gracia de “en todo amarlo, seguirlo y servirlo”.

Esta gracia fundamental, de pertenencia fiel y bendecida con la amistad, tiene sus características, en las que puede haber un más y un menos y que se refieren a dos cosas propias  de este Jesús junto al cual somos aceptados: una es la pobreza y otra las humillaciones.

San Ignacio nos hace pedir la gracia de la pobreza espiritual que se traduce como humildad y es una de las bienaventuranzas. Es una actitud interior, la de sabernos aceptados en nuestra pobreza. Sin méritos, con pecados y limitaciones. Esta, más que una exigencia de la aceptación de Dios es una gracia, ya que se nos recibe  como somos. Por pura e infinita Misericordia.

La segunda petición es la de pasar pobreza real, si el Señor nos lo concede. Gracia que hace al trabajo y que es social, ya que esta pobreza va en beneficio de otros más pobres.

La tercera petición que le hacemos a la Virgen, a Jesús y al Padre, tiene que ver con las humillaciones. El menosprecio del honor mundano, de la mundanidad espiritual como dice el Papa, nos une más a Jesús que padeció estos oprobios primero. A Jesús humillado se pueden acercar todos los hombres.

En los tres binarios Ignacio hace repetir estos coloquios y agrega una “Nota. Es de notar que cuando nosotros sentimos afecto o repugnancia contra la pobreza actual, cuando no somos indiferentes a pobreza o riqueza, mucho aprovecha para extinguir el tal afecto desordenado, pedir en los coloquios (aunque sea contra la carne) que el Señor le elija en pobreza actual; y que él quiere, pide y suplica, sólo que sea servicio y alabanza de la su divina bondad” (EE 157).

El fin es “extinguir todo afecto desordenado” a las cosas que nos impiden gozar de la amistad y de la pertenencia total a Jesús.

Como vemos, este es el tema de los coloquios, de nuestras conversaciones con la Virgen, con Jesús y nuestro Padre.

Así como cuando se trata del pecado, de lo que tenemos que hablar con el Señor, con nuestra madre la Virgen y con nuestro Padre es del pecado raíz, del pecado principal, el que nos aparta del amor de Dios, para que precisamente allí venga Jesús a salvarnos con su Misericordia, en la preparación para la elección o reforma de vida, de lo que tenemos que conversar con el Señor es de aquello donde “se nos desordena el afecto”. Aunque sean cosas buenas, como la riqueza de una virtud o de un cargo o de un medio que usamos y que, por el afecto exagerado que le tenemos, nos impide seguir más libremente a Cristo. También para el seguimiento necesitamos constantemente ser perdonados y reorientados misericordiosamente.

Estos coloquios se extienden a todas las contemplaciones de la vida, pasión y resurrección del Señor. Son la contraparte personal y subjetiva de las contemplaciones objetivas de la Vida de Cristo. Se trata de una vida de Cristo, que es entrega radical de sí mismo por amor, contemplada desde la llaga abierta de mis afectos desordenados y de mis cosas adquiridas, que radicalmente pido sean ordenadas de acuerdo a la voluntad de Dios. Los ejercicios se hacen rezando desde la pobreza y la humillación propias ante Cristo pobre y humillado. Esto es una gracia: la de igualarnos con Jesús. No es algo voluntarista como si uno dijera “tengo que ser pobre y tengo que humillarme”. En el fondo es caer en la cuenta de que “soy pobre” y “soy humillado por mi realidad misma, aunque nadie me persiguiera” y desde ahí puedo rezar auténticamente.

Ser recibido en pobreza y en humillaciones más que una exigencia es un alivio y una bienaventuranza.

 

Momento de Contemplación

Marta Irigoy

La Meditación de TRES BINARIOS,  nos ilumina sobre “donde” y “en que” está centrada nuestra vida…

Podemos decir que en nuestra vida, estamos “casi simultáneamente” en primero, segundo y tercer Binario. Se trata, de momentos de nuestra vida, o de lugares del corazón, que, por un lado han sido seducidas y conquistadas por el Señor; pero hay otros lugares del corazón o zonas de nuestra vida, que todavía necesitan ser conquistadas por la Persona de Jesús y su Evangelio…

En esta Meditación, San Ignacio nos invita a ponernos frente a la mirada de Dios Nuestro Señor y de los santos (EE 151), para descansar confiadamente en que Él nos conoce y sabe lo que hoy “atrapa” nuestro corazón y le quita libertad para elegir lo que el Señor nos quiere proponer para vivir con mas fecundidad la vida…

Por eso, vamos a ponernos con confianza amorosa ante la mirada del Señor, que conoce en donde y en que tenemos centrada nuestra vida….

La invitación, será rezar saboreando o como dice san Ignacio: “Sentir y Gustar internamente” la  oración de hermano Carlos de Foucauld: “Padre me pongo en tus manos”  y pedir desde lo más hondo del corazón, seguir creciendo en disponibilidad y libertad…

 

Padre mío,

me abandono a ti.

 

Haz de mi lo que quieras,

te lo agradezco,

Estoy dispuesto a todo,

lo acepto todo en ti

con tal que tu voluntad

se haga siempre en mi

y en todas tus criaturas,

no deseo nada más.

 

En tus manos doy mi vida,

Dios mío, te la doy

con todo el amor de mi corazón,

porque te amo

y porque para mí amarte es darme,

entregarme en tus manos

sin medida,

con gran confianza

porque tú eres mi Padre.

 

———————————-

Podemos entrar en esta página y buscar la canción que se llama “Abandono”.

 

http://www.carlosdefoucauld.org/Multimedia/Audio.htm

 

 

 

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