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Archive for 1 de septiembre de 2021

Momento de meditación

Diego Fares sj

Dentro del ámbito de estos Talleres de ejercicios, hemos estado reflexionando, contemplando y pidiendo a San José, tal como nos lo presenta el Papa Francisco en Patris Cordis, la gracia de su conducción espiritual, que es universal, para nuestra oración y discernimiento.

Hemos meditado relacionando las características del servicio de José relacionándolas con su oración: la oración unificada propia de quien tiene un corazón de Padre. Si su persona entera es la gracia del Padre de otro padre para Jesús, la oración que se hace con todo el peso de cada persona es propiamente la adoración. San José despierta el deseo de adorar con corazón de Padre y de hacerlo sin protagonismos, desde un maravilloso “segundo lugar”. Hemos pedido rezar “solo si estamos enamorados  (y para enamorarnos) y de rezar de manera que siempre quedemos con hambre de más.

Le hemos pedido la gracia de rezar como él con una oración que vence al mal solo con el bien. Por eso se trata de una oración que busca ser muy creativa. Porque no puede ir ni mínimamente contra nadie y entonces debe tener la valentía de ser sobreabundante e imaginativa en un modo de hacer el bien que supere el mal por una intensidad mayor de lo común en la que a ternura se refiere. Saber contemplar por dónde y cómo se desborda la ternura de Dios, requiere un discernimiento cordial. Un discernimiento que lleva tiempo, porque la ternura requiere tiempo y matices en los modos. 

Al tratar este punto el Papa trae San José muy al presente, a la llaga que es para tantas familias la falta de trabajo. El texto se detiene más en la denuncia de este mal y lo que bellamente describe del trabajo apunta a incidir en el deseo de luchar para que todos lo tengan y que sea digno. Pedimos una oración de esas con que “urge a Dios” un padre trabajador que pide de manera incansable el pan y el trabajo cada día. 

En este encuentro, el título de José es Padre trabajador. Meditaremos por tanto sobre la oración de San José en el trabajo, o mejor, cómo reza un padre trabajador por su familia. 

Denuncia

            Nos recuerda el Papa, en una consideración suya especialmente fuerte, acerca de la dignidad: “Toda injusticia que se comete contra una persona que trabaja es un atropello a la dignidad humana, incluso a la dignidad del que comete la injusticia: se baja el nivel y se termina en esa tensión de dictador-esclavo. En cambio, la vocación que Dios nos da es muy hermosa: crear, re-crear, trabajar. Pero esto puede hacerse cuando las condiciones son justas y se respeta la dignidad de la persona1”. Y cuenta: “Una vez, en una Cáritas, a un hombre que no tenía trabajo e iba a buscar algo para su familia, un empleado de Cáritas le dijo: “Por lo menos puede llevar el pan a su casa” — “Pero a mí no me basta con esto, no es suficiente”, fue su respuesta: “Quiero ganarme el pan para llevarlo a casa”. Le faltaba la dignidad, la dignidad de “hacer” el pan él mismo, con su trabajo, y llevarlo a casa. La dignidad del trabajo, tan pisoteada por desgracia”. 

Una familia que carece de trabajo está más expuesta a dificultades, tensiones, fracturas e incluso a la desesperada y desesperante tentación de la disolución. La pérdida de trabajo que afecta a tantos hermanos y hermanas, y que ha aumentado en los últimos tiempos debido a la pandemia de Covid-19, debe ser un llamado a revisar nuestras prioridades. Imploremos a san José obrero para que encontremos caminos que nos lleven a decir: ¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!” 

¿Cómo podríamos hablar de dignidad humana sin comprometernos para que todos y cada uno tengan la posibilidad de un sustento digno?”.

“La crisis de nuestro tiempo, que es una crisis económica, social, cultural y espiritual, puede representar para todos un llamado a redescubrir el significado, la importancia y la necesidad del trabajo para dar lugar a una nueva “normalidad” en la que nadie quede excluido. 

La pérdida de trabajo que afecta a tantos hermanos y hermanas, y que ha aumentado en los últimos tiempos debido a la pandemia de Covid-19, debe ser un llamado a revisar nuestras prioridades. Imploremos a san José obrero para que encontremos caminos que nos lleven a decir: ¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!” 

La meditación intentará ayudarnos a “despertar” nuestra conciencia de la dignidad del trabajo, de la alegría que despierta, de como ayuda a desarrollarse a la familia y en ella a cada persona, y cómo es la clave de toda la cuestión social. Todo esto hace que necesitemos que San José “meta mano” y espolee a todos a luchar por el trabajo de manera concentrada y tenaz.

 El valor, la dignidad, y la alegría del trabajo

Dice Francisco: “Un aspecto que caracteriza a san José y que se ha destacado desde la época de la primera Encíclica social, la Rerum novarum de León XIII, es su relación con el trabajo. San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo”.

Valor

Cabe aquí volver a leer la fábula de los tres picapedreros, que es de Charles Péguy. Narrar y escuchar siempre abre la mente y el corazón, especialmente si es el texto original con toda su riqueza de matices, que no se ven en versiones online, donde la fábula se “sintetiza” y termina banalizada:

“Charles Péguy va en peregrinaje a Chartres. Observa a un tipo cansado, que suda y que pica piedras. Y le pregunta: ‘-¿Qué está haciendo, señor?’ ‘-Acaso no ve: pico piedras; es duro, me duele la espalda, tengo sed, tengo calor. Practico un sub-oficio, soy un sub-hombre’. Péguy continúa y ve más lejos a otro hombre que pica piedras, que no se ve tan mal. ‘-Señor, ¿qué hace?’ ‘-Gano mi vida. Pico piedra, no he encontrado otro oficio para alimentar a mi familia, estoy muy contento de tener éste.’ Péguy continúa su camino y se aproxima a un tercer picapedrero que está sonriente y radiante y le hace la misma pregunta, y éste responde: ‘-Yo, señor, construyo una Catedral.’ El hecho es el mismo, la atribución de sentido es completamente diferente. Esta atribución de sentido viene de nuestra propia historia y de nuestro contexto social. Cuando se tiene una catedral en la cabeza, no se pica y pica de la misma manera.”

Péguy nos conmueve el corazón haciéndonos sentir el orgullo de quien sabe que está construyendo una catedral: es la gracia de pulsar, en el secreto de la pequeña tarea bien hecha, el corazón de lo grande y valioso.

Dignidad

Continúa Péguy: “El trabajo gozaba de un honor increíble, el más hermoso de todos los honores, el más cristiano, el único quizá que se puede mantener. Hemos conocido un honor del trabajo exactamente igual que el que en la Edad Media gobernaba la mano y el corazón. Hemos conocido esa piedad del trabajo bien hecho llevada hasta la exigencia última. Durante toda mi infancia he visto ajustar los mimbres de las sillas exactamente con el mismo espíritu y con el mismo corazón, y con la misma mano, que ese mismo pueblo había levantado sus catedrales. Esos obreros no servían. Trabajaban. Con un honor absoluto, como le corresponde al honor. Era preciso que cada palo de la silla estuviera bien hecho. Estaba muy claro. Era lo más importante. No había que hacerlo bien por el sueldo o por los clientes del jefe. Tenía que estar bien hecho en sí mismo, en su mismo ser. Cualquier parte de la silla, aunque no se viera, estaba hecha tan perfectamente como la que se veía. Era el principio mismo de las catedrales. Todo era un acontecimiento: algo sagrado. Todo era una elevación interior, y una oración, el día entero, el sueño y la vigilia, el trabajo y el poco de descanso, la cama y la mesa, la sopa y el buey, la casa y el jardín, la puerta y la calle, el patio y el vestíbulo, y los platos en la mesa. No se trataba de ser visto o no visto. Era el ser mismo del trabajo el que debía ser bien hecho”.

Péguy nos hace experimentar el honor y la dignidad que regala el trabajo bien hecho al que le es fiel.

Alegría

Concluye Péguy: «No sé si se nos creerá pero hemos conocido obreros con ganas de trabajar, que no pensaban sino en trabajar. Hemos conocido obreros que, ya de mañana, sólo pensaban en trabajar. Se levantaban por la mañana pronto y cantaban sólo pensando en que se iban a trabajar. Trabajar constituía su alegría y la raíz profunda de su ser. Y su razón de ser”.

Péguy nos hace sentir la alegría de ser que se desata, se desarrolla y consolida al trabajar.

 Conciencia renovada del significado del trabajo

Así, pues, vemos cómo el trabajo tiene ver con nuestra dignidad como personas -que el Papa extiende a dignidad de la familia-, con la obra exterior que realizamos creativamente y con la alegría que se siente al ver cómo se forma y mejora el carácter y el estilo propio que tengo como persona, en la medida en que uno se expone a la actividad y concreta sus posibilidades.  

Recuerdo que en el Hogar distinguíamos siempre entre empleo y trabajo. El empleo es un trabajo con el que uno se gana la vida. Pero aún en el caso de que uno esté desempleado, no tiene que ver con que igual trabaje en todo lo que quiera y pueda: porque eso lo dignifica, lo vuelve colaborativo con la sociedad y con la creación y lo llena de alegría al irse formando como persona, con estilo propio.

Junto con estos bienes interiores, brotan también los otros, los que hacen a nuestra dimensión comunitaria. 

El Papa nos ayuda a tomar conciencia también de este significado del trabajo: “El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión.  El trabajo se convierte en ocasión de realización no sólo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia”. 

Patrono de los que desean rezar para saber cómo amar mejor: trabajando.

Con respecto a la oración una última reflexión. Como la de la mayoría de la gente que trabaja para llevar adelante su familia, la oración de José es una oración centrada principalmente en el trabajo. Los trabajadores piden cada día, como manda el Padrenuestro, el pan y el trabajo. Y agradecen el de ayer y hoy para volver a pedirlo para mañana. 

El discernimiento de un padre trabajador, en cuanto oración contemplativa que busca la voluntad de Dios y el bien de su familia, que es sagrada, tal como para nosotros es sagrada la nuestra, está orientado a tener y mejorar esas virtudes prácticas que lo ayudan a proteger y custodiar con su trabajo el bienestar de su Hijo Jesús y de María su esposa. Es decir, la oración del padre trabajador se dirige al trabajo mismo, a que se lo den los que tienen que darlo y a mejorarlo uno mismo. 

También la oración, tomada como un trabajo (el trabajo con Dios es rezar, aprender a rezar y poner en práctica lo rezado) recae en primer lugar sobre sí misma: rezar es trabajar en la oración. Cuando el trabajo no es expresión de la persona, porque no se hace con el sentido que hemos visto, se convierte en esclavitud. Pero cuando sí es expresión de toda la persona y de todo un pueblo, el trabajo se convierte en oración. 

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Momento para contemplar

Marta Irigoy

Este año, en que estamos reflexionando, contemplando y descubriendo la figura de San José, vamos desgranando distintos aspectos que nos van ayudando a crecer en la devoción y amistad con este Santo tan querido!

También, vamos descubriendo que la espiritualidad ignaciana nos capacita, es decir, nos hace capaces de ser hombres y mujeres «contemplativos en la acción» que pueden descubrir a Dios en todas las cosas… Por eso, es bueno tomarnos un momento para poder rezar nuestra relación entre oración y trabajo…Los monjes tienen ese lema que dice tanto: «ora et labora»

Decía el P. Diego más arriba:

…La oración, tomada como un trabajo (el trabajo con Dios es rezar, aprender a rezar y poner en práctica lo rezado) recae en primer lugar sobre sí misma: rezar es trabajar en la oración. Cuando el trabajo no es expresión de la persona, porque no se hace con el sentido que hemos visto, se convierte en esclavitud. Pero cuando sí es expresión de toda la persona y de todo un pueblo, el trabajo se convierte en oración.

Es bueno, tener en cuenta que Jesús  santificó el trabajo con su oficio de artesano. Nosotros nos unimos a Él cuando trabajamos. Si el trabajo que cotidianamente realizamos desde la sintonía del Evangelio, no nos distrae de la presencia constante de Dios…

 El trabajo muchas veces, favorece el silencio, la humildad, la obediencia a la realidad que nos atraviesa, nos ayuda a las  relaciones de trabajo y fortalece  la unidad de la pequeña comunidad que son nuestros lugares de trabajo.

Un lindo ejercicio para realizar, podría imaginar nuestros lugares de trabajo , incluyendo nuestra casa, espacio donde podemos hacer presente la vida escondida de Nazareth donde San José, junto a Maria hicieron de la vida ordinaria, la maravillosa siembra de aquellas imágenes con las que Jesús iría iluminando el Anuncio del Reino de Dios…

  • Elegir alguna de las Parábolas, quizás la que más te ha hablado del Reino de Dios…
  • Luego  dejar que esas imágenes iluminen la realidad cotidiana…
  • Terminar pidiendo la Gracia que creas necesaria pedir…
  • Y no te olvides de tener  puestos los ojos en  Jesús, que te acompaña en la tarea cotidiana…

Bienaventuranzas de los trabajadores

Felices los que trabajan por la paz porque serán reconocidos como hijos de Dios

Son los que convierten cada herramienta, cada encuentro con un cliente, cada papel de un trámite en un mensaje de paz; en una propuesta de paz.

Son los que ayudan, desde su puesto de trabajo a erradicar todo tipo de violencia…

Felices los que trabajan por el Reino de Dios

Felices los que tienen en su horizonte la imagen del Reino que se construye y crece. Los que consagran su vida al servicio del Reino, que, así, en diversos estados, descubren que su trabajo es creativo y creador en la edificación de la eternidad.

-Juan Carlos Pisano-

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