
Momento de Meditación
Diego Fares sj
Imaginar cordialmente para conocer plenamente (y que brote la valentía)
El título de “Padre de la valentía creativa”, es ciertamente original. En Patris corde Francisco describe la paternidad de José advirtiendo los modos como se concreta: “en” la ternura, “en” la obediencia, “en” la cogida, “en” el trabajo… Pero en este punto califica distinto: aquí nos dice que José es Padre “de” una cualidad esencial en el Reino de Dios: la valentía. Y el signo de esta valentía no está puesto en la fuerza de voluntad o el ímpetu de las pasiones, sino en la creatividad y en la imaginación.
Bergoglio siempre ha sido un hombre valiente, lleno de coraje apostólico, uno que, por el Evangelio, no le teme a nada. Y aquí vemos que pone directamente esta virtud que tanto aprecia bajo la paternidad directa de San José. Se trata de esa peculiar valentía para defender y cuidar a Jesús y a la Iglesia.
Recuerdo unas meditaciones del tiempo de nuestra formación en que Bergoglio nos hablaba de la valentía conectándola creativamente – a mi modo de ver- con la memoria y la paz. Decía: “Es precisamente la memoria de la salvación recibida quien nos constituye en creyentes y nos da fortaleza para la lucha contra el mundo. El príncipe de este mundo no tiene poder sobre Cristo (Jn 14,30), porque ya está juzgado (Jn 16,11). Esta memoria nos actualiza una realidad: nuestra victoria contra el mundo es la fe (l Jn 5,4). Por tanto nos acercamos a la lucha contra el mundo con valentía, nos acercamos «en vencedores», procurando cumplir el consejo de san Pablo: «Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres (viriliter agite), sed fuertes» (l Cor 16,13); sabiendo que podemos confiar al Señor todas nuestras preocupaciones, pues Él se ocupa de nosotros, aun cuando el Diablo nos ronde (cf. 1 Pe 5,7-8)» (El espíritu del mundo, en Meditaciones para religiosos). Esta conciencia de victoria en Cristo (que no tiene nada que ver con ningún tipo de triunfalismo, sino que es victoria por la Cruz) siempre ha sido un distintivo de Bergoglio. En Evangelii gaudium, Francisco trató el tema específicamente: “Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo» (EG 119).
Decía también: “En esta guerra contra el Malo, lo que consolida nuestra valentía es la paz, que no nos deja amedrentar en nada ante los adversarios (Flp 1,28) y –sobre todo– configura el «estilo de lucha», un estilo que nace de esa paz, guerrea en paz y gesta la paz. El lugar de esta paz es el corazón: allí está la presencia de Jesús que nos da seguridad. En esta paz se gesta el coraje apostólico (parresía) y el aguante apostólico (hypomone)”.
El desafío del mundo actual
Hacemos un excurso tocando un punto de actualidad para poder luego apreciar mejor la importancia del tema de la valentía creativa que nos ha propuesto Francisco. Michel Paul Gallagher, s.j. de quien estoy leyendo su libro “Tiempo de prórroga”, en el que – de una manera cómo solo un jesuita empapado de la caridad discreta que se aprende en los Ejercicios puede hacerlo- comparte sus últimos años de vida espiritual en lucha contra el cáncer, solía afirmar que el mayor desafío que enfrenta nuestra fe por parte de la cultura actual es un desafío a la imaginación y no tanto al intelecto o a la voluntad. Para él, el creyente debe ser una persona de imaginación, para responder íntegramente y de manera afectiva y efectiva a la llamada de Dios. Pues bien, aquí Francisco coincide y puede ayudarnos redescubrir el papel de la imaginación en la fe, especialmente en la crisis de fe de nuestro tiempo. Lo sorprendente (hablo así porque no lo había notado nunca) es cómo el Papa pone esta valentía creativa en directa relación con San José. Es que no es común imaginar a nuestro Patrono como alguien creativo e imaginativo…, y sin embargo! ¡Cuánto por descubrir todavía en José!
Dice Gallagher: «Normalmente no se llega hasta el corazón a través de la razón, sino a través de la imaginación. Para Newman la función de la imaginación era literalmente la de “realizar” la fe, en el sentido de hacer a Dios decididamente real en la propia vida». Se trata de dejarse afectar por el imperativo de escuchar con los oídos de la fe las palabras del evangelio, de abrir los ojos de la fe a los sucesos de la vida, de imaginar cordialmente para conocer plenamente. Imaginar cordialmente para conocer plenamente! ¡Una formulación feliz!
No confundir lo imaginativo con la imaginario
“Estemos alerta – advierte Gallagher- para no dejarnos intimidar por los que nos dicen que organicemos nuestra vida sobre la base de hechos empíricos y nada más. Los poetas y los artistas de todos los tiempos nos llaman a no avergonzarnos de la imaginación. Y, como decía Chesterton, no hay que confundir lo imaginativo con lo imaginario. Lo primero es un rico camino hacia posibilidades más plenas. Lo segundo es una trampa de fantasía o falsedad. La imaginación es un gran don humano que pertenece al lado derecho del cerebro. Si lo menospreciamos, todo nuestro enfoque de la vida queda limitado. La fe religiosa, en ese caso, desaparece de nuestro mapa, porque es asunto de acogida y de relación más que de racionalidad. William Lynch lo formuló exactamente: la fe significa imaginar la vida con Cristo como el Señor de una imaginación nueva”.
Camino más lento de la imaginación: más espiritualidad que doctrina
“Me encantaría saber – decía Gallagher – cómo corregir el daño del desequilibrado vacío que hace tan posible la falta de fe. Eso significaría curar la unilateralidad de nuestras maneras de pensar y liberar nuestra imaginación de su cárcel de mezquindad. Requeriría otro lenguaje de Iglesia, que quizás se empieza a encontrar, sobre todo gracias al papa Francisco. Exigiría un punto de partida muy distinto en el viaje hacia el redescubrimiento de Dios. Sospecho que la gente tiene necesidad de una iniciación más lenta hacia lo profundo. Sería algo parecido a la «mistagogía» del primer milenio, cuando los que se preparaban para el bautismo emprendían un largo proceso de iniciación a los misterios. A pesar de lo que dije anteriormente, estoy convencido que la gente al margen de la religión necesita en primer lugar espiritualidad, antes que doctrina o sacramento”. Veo a san José como el patrono y guía ideal para un proceso de este tipo.
Sana tensión entre pasado y futuro
Volvemos a Patris Corde. Afirma el Papa Francisco que la valentía creativa se gesta en la tensión entre acoger la propia historia (pasado) y arriesgarse dando un paso adelante (futuro): “Si la primera etapa de toda verdadera curación interior es acoger la propia historia, es decir, hacer espacio dentro de nosotros mismos incluso para lo que no hemos elegido en nuestra vida, necesitamos añadir otra característica importante: la valentía creativa.”
Las cualidades del corazón de San José que va haciendo notar el santo Padre – su hacerse cargo incluso de lo que no eligió y su creatividad para llevar adelante con valentía lo que no imaginó –, tienen su fuente en la misión que le fue confiada y que José abrazó con todas sus fuerzas. Fue la grandeza inusitada de la misión que se le propuso lo que le ensanchó el corazón más allá de toda expectativa humana, lo hizo desear desplegarse más allá de sus posibilidades para ponerse a la altura de aquello a lo que estaba siendo sido convocado. Este crecimiento espiritual de José revela un corazón bien dispuesto desde antes, maduro y grande, resuelto a dejar que la semilla del Reino de el ciento por uno en frutos que puede dar.
¿Cuál fue el secreto de José?, se pregunta Francisco, tomando palabras de San Juan Crisóstomo: el secreto fue que “Entró en el servicio de toda la economía de la Encarnación”. Francisco cita una bellísima homilía de San Pablo VI (1966) en la que alude a este secreto como un “servir por amor”: San José “hizo de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación y a la misión redentora que le está unida”. Servir a Cristo fue su vida, “servirlo en la humildad más profunda y la dedicación más completa, servirlo con amor y por amor”.
Creo que el cariño y la admiración de Bergoglio por San José, tienen mucho que ver con un sentirse identificado con lo que da en llamar la “resolución” de José. Él se resolvió a “convertir su vocación humana de amor doméstico (su amor a María) en una oblación sobrehumana de sí mismo y de toda su capacidad de amor puesto al servicio del Mesías nacido en su casa”.
Un obispo amigo dice siempre que Bergoglio-Francisco es un hombre “concentrado”: 24 hs. sobre 24 hs. al día, es uno que está pensando en cómo servir mejor a la Iglesia. No se distrae. Servir en lo grande y en lo pequeño es su sana obsesión, su locura al estilo paulino, una pasión que no deja lugar a otras cosas, sino que se retroalimenta de lo mismo que dona. Y lo hace con valentía creativa.
Es bueno notar aquí, al hablar de valentía que no se trata de una valentía ciega o impulsiva, una valentía de “riñones”, digamos. Es otra cosa: la valentía evangélica es valentía lúcida y esperanzada, que mira lejos, que ve todo el panorama y elige los medios más originales y mas aptos para sortear los peligros.
Bergoglio siempre ha sido creativo a la hora a acercar entre sí y poner en tensión virtudes que no es muy común que se las considere juntas. En Patris corde une la nobleza de corazón de San José con su capacidad de discernimiento, por ejemplo; y ahora la valentía con la creatividad, con la imaginación. Resulta inspiradora la afirmación de que para discernir bien es necesario tener un corazón noble (no solo inteligencia de datos fácticos). La nobleza de corazón abre la inteligencia para que juzgue desde la perspectiva amplia del Amor, así la creatividad estimula la valentía atrayéndola con belleza. No se trata de una valentía ciega o impulsiva, sino lúcida y esperanzada, que mira lejos, que ve todo el panorama y elige los medios más originales y mas aptos para sortear los peligros.
En San José vemos que esta radicalidad de su servicio brotó del haber “tomado consigo”de una vez para siempre la oportunidad que le brindó la Providencia y no haber soltado ya nunca más ni al Niño ni a su Madre.
Francisco advierte una serie de recursos creativos de los que se vale José para cuidar al Niño y llevar adelante a su familia en medio de grandes dificultades: “Esta (la valentía creativa) surge especialmente cuando encontramos dificultades. De hecho, cuando nos enfrentamos a un problema podemos detenernos y bajar los brazos, o podemos ingeniárnoslas de alguna manera. A veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener”.
El recurso humano: la persona misma
El Papa reflexiona acerca de algo que es muy humano: “Muchas veces, leyendo los “Evangelios de la infancia”, nos preguntamos por qué Dios no intervino directa y claramente”. Y su conclusión es que “Dios actúa a través de eventos y personas. José era el hombre por medio del cual Dios se ocupó de los comienzos de la historia de la redención. Él era el verdadero “milagro” con el que Dios salvó al Niño y a su madre”.
Es consoladora esta apreciación de que la persona de José era “el verdadero milagro”. La creación es un misterio y otro misterio más grande aún es cómo fue que “algo no le salió bien” a nuestro Creador, aún siendo todopoderoso. El hecho es que la solución del problema del mal en el mundo no lo quiso resolver Dios de manera “técnica”, por decirlo así, sino que vino a involucrarse personalmente en la historia y a dar la vida para reparar lo que el mal había dañado. En este sentido, el recurso a personas como María y José, está en sintonía con el estilo de salvar y de llevar adelante la vida que instituirá Jesús entre los que lo sigan. Un estilo en el que las personas mismas son lo importante y no solo lo que hacen o logran.
Veamos los ejemplos que usa el Papa de este “ser el verdadero milagro” propio de San José.
La transformación del Pesebre es un ejemplo de lo que puede inventar un corazón de padre en una situación triste de pobreza cotidiana. “El cielo intervino confiando en la valentía creadora de este hombre, que cuando llegó a Belén y no encontró un lugar donde María pudiera dar a luz, se instaló en un establo y lo arregló hasta convertirlo en un lugar lo más acogedor posible para el Hijo de Dios que venía al mundo (cf. Lc 2,6-7)”.Francisco nos sitúa en una perspectiva muy original, nos dice que “el cielo intervino confiando en la valentía creadora de José”. Contemplando la escena recuperamos recuerdos lindos de infancia, esa admiración infantil que de niños sentimos por nuestros padres cuando los veíamos geniales y poderosos para darnos una “casa” en la que su presencia era más sólida que las paredes.
No somos solo nosotros, niños, ni solo los ángeles, hábiles en recursos para hace cumplir las ordenes de nuestro Padre Dios, los que se admiran del ingenio y del cariño de José, sino que al decir “el cielo”, podemos imaginar que el mismo Padre Celestial se complace viendo cómo actúa este otro padre que le ha querido dara su Hijo predilecto. Aquí está quizás la clave de todo: el don del Padre a su Hijo encarnado no son “cosas”, sino otro padre (y una Madre!, por supuesto). Y en esto vemos la valentía creativa del Padre eterno, que sabe arriesgar bien. San José, el corazón de San José, lleno de amor por Jesús, su hijo adoptivo, es directamente “el” don que le da el Padre eterno para que le cuide a su hijo. Ser padre del Hijo del Padre Eterno es la fuente de donde brota la valentía y la creatividad de José, que en la humildad de los episodios de la vida oculta, son, si uno sabe contemplar, algo muy pero muy especial. Convertir la cueva de animales en el Pesebre de Belén no es algo que se pueda dar por descontado. Hay mucho corazón allí, hay verdadera valentía creativa.
La huida en la persecución es ejemplo del valor de la persona allí donde el peligro es extremo y la amenaza inimaginable. “Ante el peligro inminente de Herodes, que quería matar al Niño, José fue alertado una vez más en un sueño para protegerlo, y en medio de la noche organizó la huida a Egipto (cf. Mt 2,13-14)”. En la capacidad que desarrolla José en sus tres sueños, de saber olfatear una maldad que supera todo lo que normalmente se podría temer y en su huida justo a tiempo, se hace presente la astucia de la que hablará Jesús (la de la serpiente) y el estar alerta con todos sus sentidos a lo que sucede. José tiene ese sexto sentido de los padres que los vuelve totalmente despiertos, resueltos y efectivos a la hora de proteger su bien mas preciado. Qué no hace un padre por su familia! Ahora, esto que es algo inscrito en nuestra naturaleza, en José se ve potenciado por la gracia. Una gracia que, insisto, no se limita a sus efectos buenos, sino que es una gracia de “densidad” de corazón. José crece como Padre, a imagen de la Divina Providencia, a medida que va cuidando y educando a Jesús.
Esto es lo que intuyo y voy tratando de compartirles: José se fue haciendo cada vez más padre de Jesús! Por eso dice el Papa que San José era el verdadero “milagro”. Los recursos que usó la providencia de nuestro Padre más que cosas prácticas fueron recursos gestados en su corazón y que lo hicieron madurar a él mismo. Cuando un padre se conmueve ante una dificultad que experimenta su familia y se pone a trabajar para solucionar las cosas, el hacerse cargo personalmente de lo que pasa da confianza a los suyos. El mismo límite humano de un padre común hace que se vea más grande el corazón y el amor con que hace y sufre las cosas y esto es muy formativo para la vida de los hijos. No se trata de usar recursos de superhombres, sino de hacer sentir a los suyos que él como padre está y estará pase lo que pase. Este amor es capaz de superar cualquier desafío y amalgamar el amor familiar consolidándolo en medio de las pruebas. En la debilidad está la fuerza, en el límite de ser solo un ser con recursos pobres se agiganta el don del corazón entero.
Ahora bien, de la persecución de Herodes que lleva ya el sello demoníaco y se volverá a hacer presente en la Pasión sin que nada pueda detenerla, podemos concluir que el hecho de que José haya puesto a salvo a Jesús fue algo excepcional. A nivel de la gente común, es significativo que no se libraran otros inocentes que cayeron bajo la espada de Herodes. Y considerando que la batalla desatada contra Cristo por el demonio y sus adláteres es la guerra, la peor y la más grande, esta huida a Egipto y todo el trabajo de proteger a su familia agrandó las espaldas de José, de manera tal de convertirlo en protector de toda la Iglesia, de todos los pequeños Jesús de la historia.
San José, al afrontar esta persecución desmedida nos enseña a confiar en el poder de la debilidad cuando se deja ayudar personalmente por Dios. Esto contra la lectura superficial de la historia que, da “la impresión de que el mundo esté a merced de los fuertes y de los poderosos, pero la “buena noticia” del Evangelio consiste en mostrar cómo, a pesar de la arrogancia y la violencia de los gobernantes terrenales, Dios siempre encuentra un camino para cumplir su plan de salvación. Incluso nuestra vida parece a veces que está en manos de fuerzas superiores, pero el Evangelio nos dice que Dios siempre logra salvar lo que es importante, con la condición de que tengamos la misma valentía creativa del carpintero de Nazaret, que sabía transformar un problema en una oportunidad, anteponiendo siempre la confianza en la Providencia. Si a veces pareciera que Dios no nos ayuda, no significa que nos haya abandonado, sino que confía en nosotros, en lo que podemos planear, inventar, encontrar”
Para concretar con un tercer ejemplo cómo es la valentía creativa de José el Papa pone como modelo de los amigos del paralítico: personas capaces de planear, inventar, encontrar. En esa escena se ve que el milagro del paralítico es la persona de sus amigos, al igual que el milagro para Jesús y para la Iglesia es la persona de José, junto con María, siempre.
“Es la misma valentía creativa que mostraron los amigos del paralítico que, para presentarlo a Jesús, lo bajaron del techo (cf. Lc 5,17-26). La dificultad no detuvo la audacia y la obstinación de esos amigos. Ellos estaban convencidos de que Jesús podía curar al enfermo y como no pudieron introducirlo por causa de la multitud, subieron a lo alto de la casa y lo hicieron bajar en la camilla a través de las tejas, y lo colocaron en medio de la gente frente a Jesús. Jesús, al ver la fe de ellos, le dijo al paralítico: “¡Hombre, tus pecados quedan perdonados!”» (vv. 19-20). Jesús reconoció la fe creativa con la que esos hombres trataron de traerle a su amigo enfermo”. Jesús se admira cuando la gente arriesga creativamente en la fe, arrojándose confiada en sus manos, seguros de que serán tratados con misericordia y comprendidos, más allá de las cuestiones formales. Estamos hablando de valentía de corazón, no de hígado. Valentía noble, dialogal, que forma comunidad y crea lazos, nada que ver con la del heroe aislado que se corta solo.
Valentía de los exiliados
Francisco termina con una imagen de valentía creativa actual: la de los padres que deben exiliarse con sus familias. “El Evangelio no da ninguna información sobre el tiempo en que María, José y el Niño permanecieron en Egipto. Sin embargo, lo que es cierto es que habrán tenido necesidad de comer, de encontrar una casa, un trabajo. No hace falta mucha imaginación para llenar el silencio del Evangelio a este respecto. La Sagrada Familia tuvo que afrontar problemas concretos como todas las demás familias, como muchos de nuestros hermanos y hermanas migrantes que incluso hoy arriesgan sus vidas forzados por las adversidades y el hambre. A este respecto, creo que san José sea realmente un santo patrono especial para todos aquellos que tienen que dejar su tierra a causa de la guerra, el odio, la persecución y la miseria”.
El Papa hace hincapié en la condición de migrante y de refugiado de la Sagrada Familia. La vulnerabilidad del que se queda sin patria es grande y aquí se ve el corazón fuerte y ancho de José, capaz de llevar adelante la vida concreta de su familia en estas condiciones tan duras que comparten tantos en nuestro mundo de hoy.
Y la principal cualidad de la valentía creativa de José es la de mantener la familia a salvo y unida. Nada pudo hacer que se separaran de su abrazo y siempre tomó consigo al Niño y a su Madre. “Al final de cada relato en el que José es el protagonista, el Evangelio señala que él se levantó, tomó al Niño y a su madre e hizo lo que Dios le había mandado (cf. Mt 1,24; 2,14.21). De hecho, Jesús y María, su madre, son el tesoro más preciado de nuestra fe[21]. En el plan de salvación no se puede separar al Hijo de la Madre, de aquella que «avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente su unión con su Hijo hasta la cruz»[22].
José custodia, protege y vela por la unidad de la sagrada familia. Lo mismo hace con la Iglesia. Es el vínculo paterno, vínculo de unidad sagrada entre todos los miembros de la familia.
“Debemos preguntarnos siempre si estamos protegiendo con todas nuestras fuerzas a Jesús y María, que están misteriosamente confiados a nuestra responsabilidad, a nuestro cuidado, a nuestra custodia. El Hijo del Todopoderoso viene al mundo asumiendo una condición de gran debilidad. Necesita de José para ser defendido, protegido, cuidado, criado. Dios confía en este hombre, del mismo modo que lo hace María, que encuentra en José no sólo al que quiere salvar su vida, sino al que siempre velará por ella y por el Niño.
En este sentido, san José no puede dejar de ser el Custodio de la Iglesia, porque la Iglesia es la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia, y al mismo tiempo en la maternidad de la Iglesia se manifiesta la maternidad de María. José, a la vez que continúa protegiendo a la Iglesia, sigue amparando al Niño y a su madre, y nosotros también, amando a la Iglesia, continuamos amando al Niño y a su madre”.
De manera muy bella, el Papa hace extensivo el cuidado del pequeño Jesús al cuidado de todos los pequeñitos del mundo: son “el Niño”. “Este Niño es el que dirá: «Les aseguro que siempre que ustedes lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron» (Mt 25,40). Así, cada persona necesitada, cada pobre, cada persona que sufre, cada moribundo, cada extranjero, cada prisionero, cada enfermo son “el Niño” que José sigue custodiando.”
“Por eso se invoca a san José como protector de los indigentes, los necesitados, los exiliados, los afligidos, los pobres, los moribundos. Y es por lo mismo que la Iglesia no puede dejar de amar a los más pequeños, porque Jesús ha puesto en ellos su preferencia, se identifica personalmente con ellos. De José debemos aprender el mismo cuidado y responsabilidad: amar al Niño y a su madre; amar los sacramentos y la caridad; amar a la Iglesia y a los pobres. En cada una de estas realidades está siempre el Niño y su madre.”
El misterio del Niño y de su Madre, van juntos. Y de ellos es custodio y garante José.
Hermoso tema en el que este Mes estamos invitados a reflexionar, meditar y rezar!!
Momento para contemplar
Marta Irigoy
Recojo algunos párrafos que he tomado de lo que nos preparó el P. Diego, para que podamos ahondar sobre la “Valentía Creativa”…
“En San José vemos que la radicalidad de su servicio brotó del haber “tomado consigo” de una vez para siempre la oportunidad que le brindó la Providencia y no haber soltado ya nunca más ni al Niño ni a su Madre.
El Papa Francisco habla de los recursos creativos de que se vale José para cuidar al Niño y llevar adelante a su familia en medio de grandes dificultades: “Esta (la valentía creativa) surge especialmente cuando encontramos dificultades. De hecho, cuando nos enfrentamos a un problema podemos detenernos y bajar los brazos, o podemos ingeniárnoslas de alguna manera. A veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener.”
El Evangelio nos dice que Dios siempre logra salvar lo que es importante, con la condición de que tengamos la misma valentía creativa del carpintero de Nazaret…
Si a veces pareciera que Dios no nos ayuda, no significa que nos haya abandonado, sino que confía en nosotros, en lo que podemos planear, inventar, encontrar”
- La invitación será, hacer memoria de aquellas “dificultades” que surgieron en nuestra historia y poder agradecer los recursos (dones) que descubrimos que teníamos para poder tomar la vida (nuestras Marías y nuestros Jesusitos) transformando la dificultad en oportunidad…
- En un segundo momento, podemos agradecer las “personas milagro” que a lo largo de nuestra vida, nos “tomaron en sus brazos”, dándonos la confianza que necesitábamos. la mano que nos ayudó a levantarnos de las caídas, la sonrisa que nos trajo la paz, la palabra que consoló nuestra tristeza, la mirada que nos trajo firmeza en nuestra debilidad…
Podemos terminar rezando esta oración a san José:
“Querido padre san José: Seguros de ser escuchados por tu amor por nosotros, dejamos en tu corazón, llenos de esperanza para que presentes a tu Hijo las Gracias que te confiamos.
Te pedimos que escuches las oraciones de todos cuantos nos han pedido que recemos por ellos y dales todo lo que necesitan y les conviene.
Querido padre san José, ruega por nosotros para que seamos fieles al sueño que Dios sembró en nuestros corazones y seamos misión para amar y servir a quienes se nos han confiado, como a vos se te confió, la vida de Maria y el Niño Jesús” Amen