Momento para reflexionar
Diego Fares sj
Este año dedicaremos nuestros Encuentros de oración a la persona de San José. Nos dice el Papa Francisco en Con corazón de padre (Patris Corde) que el pueblo fiel de Dios ama a San José porque sabe que, con corazón de padre, José amó a Jesús, llamado en los cuatro Evangelios «el hijo de José». Y agrega el Papa: “Todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad”.
Si bien San José ayuda a la Iglesia universal en todas sus necesidades (y de manera particular ayuda a las necesidades materiales para llevar adelante a las familias) hay una gracia que quizás no estemos acostumbrados a pedirle y en este tiempo la necesitamos mucho: la gracia de la oración cotidiana. Tomaremos a San José como “intercesor, apoyo y guía” de nuestra oración, para que nos ayude con su silencio y su ejemplo a rezar en medio de nuestra vida. Le pediremos que nuestra oración “pase desapercibida -como él- a los hombres, pero no a Dios, y que sea nuestro modo de ejercitar “una presencia diaria, discreta y oculta” en medio de nuestra familia y de nuestro pueblo.
Para poder rezar así, hay que tener un corazón de padre. Pues bien, San José nos enseña a rezar con corazón de Padre.
Este corazón de Padre, aunque sea más grande que lo que pueden expresar todas las palabras del universo (y por eso José fue un hombre silencioso), se puede definir con una sola palabra: adoración.
Una adoración de la que quisiera destacar un aspecto no habitual. En general, la palabra adoración nos hace pensar en inclinar la rodilla y la cabeza, incluso hasta tocar el suelo, en señal de reconocimiento de criaturas ante nuestro Creador y Señor, el Dios que es siempre más grande de todo lo que podemos pensar e imaginar y al que le debemos nuestro propio ser y existir.
Es una figura “cercana” a nuestra condición humana
Pero es también adoración la que le expresa con el beso de su boca (ad-ore) un papá o una mamá a su hijito pequeño, diciéndole que lo adora. La adoración no solo es al más grande sino también al más pequeño. Expresa un amor absoluto a aquel a quien debemos todo nuestro ser, porque dependemos de él o porque depende enteramente de nosotros y por tanto requiere de todo nuestro ser y existir para poder llegar a ser él. Adorando a Jesusito, José aprende a adorar al Padre Eterno, reconociéndolo no como un mero Creador en el sentido de un hacedor o fabricador, sino como un Creador-Padre, que da la vida porque ama a sus hijos con amor infinito. Amando a Jesús como José tenemos la gracia concreta de poder sentirnos amados por nuestro Padre. En esta gracia tan propia suya San José puede ser nuestro padre adoptivo, lo podemos adoptar nosotros, como nuestro apoyo, nuestro guía y nuestro intercesor.
Hablando de San José con corazón de padre, el Papa Francisco nos dice así: “Al cumplirse ciento cincuenta años de que el beato Pío IX, el 8 de diciembre de 1870, lo declarara como Patrono de la Iglesia Católica, quisiera —como dice Jesús— que “la boca hable de aquello de lo que está lleno el corazón” (cf. Mt 12,34), para compartir con ustedes algunas reflexiones personales sobre esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana”. En el modo de hablar de Francisco podemos sentir a un padre que habla de otro padre. Así como lo mejor que pudo hacer el Padre Eterno por su Hijo amado fue darle un padre terreno como San José, así también lo mejor que puede hacer un padre como el Papa es ahijarnos a este padre que es San José para que gocemos como el de todos los beneficios de su paternidad.
San José nos da deseos de rezar de corazón
“Este deseo – dice el Papa- ha crecido durante estos meses de pandemia, en los que podemos experimentar, en medio de la crisis que nos está golpeando, que «nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo”. Gente como San José: con corazón de padres.
San José nos impulsa a rezar como la gente que ha sido protagonista “en segunda línea”
“[…] Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico, sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos[1]». Son gente con corazón de padre.
San José es el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta
“Todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en ’segunda línea’ tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud”.
La segunda línea es para los que tienen el corazón más grande que ellos mismos y lo muestran amando, sirviendo y enalteciendo a los demás. Esto es también adoración. Como decíamos, la otra cara de la adoración al Padre es la adoración a los más pequeños en el servicio.
Viene muy bien traer aquí esa oración tan linda a San José, que podríamos rebautizar hoy como: “Oración con corazón de padre”, ya que todas las cualidades que menciona esta oración solo son posibles a quien tiene un corazón de padre.
Oración con corazón de padre
Enséñanos, José
Cómo se es “no protagonista”
Cómo se avanza sin pisotear,
Cómo se colabora sin imponerse,
Cómo se ama sin reclamar.
Dinos José
Cómo se vive siendo “número dos”,
Cómo se hacen cosas fenomenales
desde un segundo puesto.
Explícanos
Cómo se es grande sin exhibirse,
Cómo se lucha sin aplauso,
Cómo se avanza sin publicidad,
Cómo se persevera y se muere uno
sin esperanza de que le
hagan un homenaje.
Enséñanos, dinos, explícanos…
¿Qué nos enseñaría, diría y explicaría San José, con su vida más que con sus palabras, acerca de este corazón de padre? Pienso que con el gesto de estrechar al Niño en sus brazos y darle un besito nos enseña y nos explica que ser “número dos”, con alegría y fecundidad, solo es posible si uno, por una lado, “adora” al número Uno, al Padre, y por otro lado y al mismo tiempo, adora a sus predilectos: a Jesús y a los pobres,que son los preferidos de Jesús.
Solo en la adoración que nos hace sentirnos estrechados por el abrazo de nuestro Padre Dios y que nos lleva a abrazar con nuestro servicio a los más pobres y pequeños, podemos colmar ese deseo ilimitado de ser amados que hace que tantas veces nos robemos el primer lugar (o lo compremos), siendo que lo podríamos tener gratis, si en vez de adorarnos a nosotros mismos adoráramos al Padre y a los más pequeños. Solo el amor a un hijo puede hacer que un padre y una madre vivan felices en ese segundo lugar que es el del servicio y que hace que tengan en el primer lugar de su corazón, no a sí mismos, sino al hijo o hija amados.
Creatividad
Además de este aspecto de la adoración “al más pequeño”, a aquel cuya existencia depende de nosotros como la de un hijito, hay otro aspecto de la adoración: la creatividad. Cuando Jesús habla de «adorar en espíritu y en verdad” podemos traducir esto diciendo que la adoración debe ser original y propia de cada uno, para que sea auténtica. Debe por tanto ser creativa: no en el sentido de brillante, sino porque sale del fondo del corazón, de la autenticidad de lo que uno puede expresar de manera tal que lleve su sello. En este sentido cada cristiano debe inventarse una oración de adoración que sea solo suya.
En la vida de Jesús podemos ver su agrado ante las personas que le expresaban su amor de manera original. El Señor defendía estas expresiones de la gente sencilla de su pueblo frente al formalismo de los fariseos. Esta adoración, en espíritu y en verdad, en la gente sencilla se expresa de muchas formas: en la medallita que alguien lleva en su pecho toda la vida porque fue el regalo de su madre, por ejemplo, medallita que besa en señal de adoración cada vez que quiere agradecer o pedir al Señor; en el cumplimiento de una promesa, la de caminar a Lujan o a algún santuario de la Virgen; en la realización de alguna acción en la que la persona le hace notar al Señor su amor ofreciéndole algo muy significativo, en el que el sacrificio que cuesta es expresión del amor más grande.
Lo que quiero compartir es que esta adoración única de cada uno es la oración básica, el principio y fundamento de nuestra vida espiritual. Desde esta adoración que solo el Padre y cada uno conoce en lo secreto, y que muchas veces ni la misma persona sabe que adora, pero el Padre sí, desde aquí, uno se puede conectar con la adoración comunitaria de la Iglesia.
La invitación por tanto, es a descubrir esta oración de adoración que el Espíritu Santo ya ha derramado en nuestro corazón junto con el amor que es amor de hijos. Si uno quiere descubrir cuál es esta oración para él tiene que agradecer y ponderar mucho los gestos más sencillos que le salen espontáneamente del corazón frente a Dios a la Virgen santísima o alguno de los santos. Son gestos que resisten a la tendencia a convertirse en un deber y que aunque en algún momento uno sienta el tironeo de no dejar de hacerlo por cumplimiento, siempre que los hace le dejan el sabor a algo más, a un amor sincero. Es como cuando nuestra madre nos pedía un beso y nosotros de niños pequeños se lo dábamos con gran alegría y en cambio de adolescentes un poco refunfuñando y como cumpliendo un deber. Sin embargo el buen gusto de un beso a la madre siempre se transforma en algo auténtico y original.
Dos gracias para rezar con corazón de Padre
Hay dos gracias que podemos pedir a San José para rezar con un corazón de Padre, adorando de manera creativa en la vida ordinaria. Son dos gracias que él recibió como regalo y cultivó con trabajo toda su vida. Una, la formula en forma de consejo el Papa Francisco: Reza solo si estás enamorado o si deseas enamorarte. “El que reza es como un enamorado: lleva siempre en el corazón a la persona amada, vaya donde vaya. Por eso, podemos rezar en cualquier momento, en los acontecimientos de cada día: en la calle, en la oficina, en el tren…; con palabras o en el silencio de nuestro corazón”.
Por tanto, el primer consejo es reza solo si estás enamorado. Si piensas que no lo estás, pide la gracia, así como pides encontrar a la persona amada que existe para ti. Reza desde ese lugar de tu corazón que está siempre atento a enamorarse. San José estuvo siempre enamorado de María y de Jesús. Si se piensa en su vida oculta desde esta perspectiva, todo se ilumina.
La otra gracia para rezar con corazón de padre la expresa San Bernardo hablando de la riqueza inagotable de la oración que desea la sabiduría y el discernimiento para encontrar la palabra justa, esa que decide e inclina nuestro actuar de cada día: Reza de manera que te quedes con hambre.
Bernardo reflexiona así: “Dichoso el hombre que encuentra sabiduría, el que alcanza inteligencia. Si has hallado la sabiduría has hallado miel; procura no comerla con exceso, no sea que, harto de ella, la vomites. Come (reza) de manera que siempre quedes con hambre. Porque, dice la misma sabiduría: El que me come tendrá más hambre de mí”.
Esperando no escandalizar a nadie, yo traduciría esto así: reza de manera que siempre sientas que has rezado poco. En vez de culparte pensando que rezaste mal, agradece y alégrate de quedar en deuda. La deuda del amor es la única que debemos tener siempre: sentir que amamos (rezamos) poco, es bueno si lo hacemos sin culpa y pidiendo humildemente poder volver a rezar (a amar) de nuevo, mejor, cada día.
Pienso que San José, para haber podido ser esposo casto de María y padre adoptivo de Jesús, debe habérselas ingeniado para vivir con alegría esta conciencia de su “no estar a la altura y sin embargo ponerse una y otra vez a la altura”. A mí me basta ver que transformó una cueva de animales en el pesebre de Belén. Solo un corazón de padre carpintero como el suyo es capaz de un trabajo así.
[1] Francisco, Meditación en tiempos de pandemia, 27 marzo 2020.
Momento para contemplar
Marta Irigoy
Este año, tan desafiante y a la vez tan lleno de deseos y esperanzas, se nos invita a poner la mirada y el corazón en la persona de San José, padre adoptivo de Jesús que tuvo la hermosa misión de cuidar al hijo de Dios y a su Madre Maria…
San José, es el hombre que confío plenamente, en que era Dios el que sostenía en su cotidianeidad la vida de familia y de trabajo.
Podemos intuir que en su corazón latía incesantemente el santo nombre de Jesús, nombre que Dios le había revelado en sueños para ese Niño que Maria estaba esperando…
Toda la vida de San José, fue custodiar la vida de Jesús (el niño) y Maria (la Madre)…
Custodia que se dio en la vida diaria, en lo simple y sencillo de la vida… y quizás podemos intuir que José vivía en una constante “Adoración cotidiana”
Por eso, en este año, queremos aprender de San José, ese modo de vivir unidos a Jesús, dejando que su Santo Nombre sea latido en nuestro corazón, adorando a Dios que nos hace descubrir cómo está presente en todas las cosas…
La Iglesia oriental, tiene una larguísima tradición que llama la oración del Corazón, que consiste en rezar interiormente, el Nombre de Jesús…
Este modo de oración, nos va ayudando a descubrir el llamado de Dios a tener un corazón de oración… es decir, respirar el Nombre de Jesús…día y noche… tan simple de hacer, tan necesario como respirar…
Pidámosle a San José que nos ayude a caminar este año, tomados de la mano de Jesús y Maria…
Terminamos rezando este Himno a San José, tan hermoso!!
Hacer clik en este enlace: www.youtube.com/watch?v=qWxGT7TUZ5g
Himno a san José
Hoy a tus pies ponemos nuestra vida;
hoy a tus pies, ¡Glorioso San José!
Escucha nuestra oración
y por tu intercesión obtendremos la paz del corazón.
En Nazaret junto a la Virgen Santa;
en Nazaret, ¡Glorioso San José!
cuidaste al niño Jesús
pues por tu gran virtud fuiste digno custodio de la luz.
Con sencillez humilde carpintero;
con sencillez, ¡Glorioso San José!
hiciste bien tu labor obrero del Señor
ofreciendo trabajo y oración.
Tuviste Fe en Dios y su promesa;
tuviste Fe, ¡Glorioso San José!
Maestro de oración alcánzanos
el don de escuchar y seguir la voz de Dios.
Deja una respuesta