MOMENTO DE REFLEXIÓN
Diego Fares s.j.
Cada vez que tenemos que «elegir» algo importante en nuestra vida, una nueva misión o una forma nueva de vivir aquella en la que ya estamos comprometidos, y queremos mejorar, nos ayudan las meditaciones que Ignacio creó para considerar «en qué vida o estado se quiere servir de nosotros su divina Majestad». El rey eternal, las dos banderas, los tres binarios… son meditaciones que nos sirven como «marco» a la hora de entrar en un proceso de toma de decisión.
Opción de fondo: por la Persona de Jesús, por su Corazón
Para elegir bien, Ignacio nos centra en lo que es la opción de fondo, la que se juega en todas las opciones, grandes o pequeñas, que vamos haciendo en nuestra vida. Esa opción de fondo no es entre «cosas», sino que es opción por una Persona. Y de esa Persona que es Jesús, en lo que nos fijamos es en «su intención». Ignacio contrapone «la intención de Cristo nuestro Señor» a la intención «del enemigo de natura humana». Cuál es la intención más honda que Jesús tiene en su corazón? La salvación de los hombres para Gloria del Padre.
Al fijar la mirada en la buena intención del Señor, percibimos un fenómeno particular: surgen en nuestro interior «otras intenciones». Y hay una, la del Maligno que se le opone radicalmente, que parece juntar, sumar y consolidar todas las in-tenciones que se oponen a Jesús, incluso las de los que son enemigos entre sí, como pasó con Herodes y Pilatos, que condenando al Señor se acercaron entre ellos.
No hay cosas grandes y pequeñas
Centrarnos en la intención de Jesús que remite a lo más íntimos suyo, a su Corazón, nos permite «relativizar todo lo demás». Ignacio formuló esta verdad en el Principio y Fundamento: somos creados para Dios nuestro Señor y las demás cosas son para usarlas tanto cuanto… Aquí lo expresa de nuevo diciendo: «Nos debemos disponer a venir en perfección (a crecer y madurar) en cualquier estado o vida que Dios nuestro Señor nos diere para elegir (EE 135).
La misión y la bendición de Dios es lo que da la medida de la importancia de cada tarea. Esto es lo grande y liberador de nuestra opción por Cristo: en Él -en lo que Él elige y nos invita a elegir y realizar – no hay cosas «grandes o pequeñas» en sí mismas. Es el Espíritu el que las ordena y les da consistencia en orden al Bien Común, al Plan de salvación del Padre. Con su bendición, el puesto más humilde en la Iglesia, el carisma más aparentemente insignificante, se convierten en fuente de bendición para todo el cuerpo, para la comunidad.
Esto lo vemos realizado espléndidamente en la vida de cada santo, de cada santa. Los pequeños actos de amor de Teresita la convirtieron en patrona de todos los misioneros. El despliegue de su corazón, derramando pequeños gestos de ser-vicio por los pasillos del convento, equivalía al despliegue del corazón de Francisco Javier, sembrando el Evangelio a lo largo y ancho de la geografía de países enteros y de pueblos diversos.
Intenciones contrarias
El Génesis nos dice que Dios creó todas las cosas y «vio que eran buenas». El hecho de que la «intención buena» de Dios encuentre oposición en la libertad de los seres espirituales es algo que excede nuestra capacidad de comprensión y de explicación. Como experimentamos los efectos dañinos del mal y necesitamos defendernos, no podemos dejar de intentar explicarlo. Pero hay que ser cuidadosos para no exagerarlo ni banalizarlo.
En la «Meditación de dos banderas, la una de Cristo, sumo capitán y Señor nuestro; la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra humana natura» (EE 136), Ignacio nos da algunas indicaciones valiosas que, mientras nos ayudan a tomar buenas decisiones, nos permiten profundizar en la Vida verdadera que nos ofrece Cristo y a defendernos de los engaños del Maligno. La gracia que nos invita a pedir Ignacio es: «Conocimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda para de ellos me guardar, y conocimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, y gracia para le imitar» (EE 139).
Hay que pesar bien las palabras: Ignacio opone -asimétricamente- Vida verdadera vs engaños. No opone vida buena a vida mala, sino vida verdadera a engaños del mal caudillo. Esto ya nos da una clave importante: al maligno no lo podemos «conocer» y «definir» directamente (porque se nos escapa o nos engaña), sino que lo podemos conocer indirectamente, viendo su comportamien-to por oposición a Cristo y esto, en una relación de oposición que es disimétrica.
Es decir que no se trata de una oposición entre seres iguales: Dios es Dios y el maligno es una creatura. El maligno se le opone a Dios radicalmente y de manera pertinaz, pero solo porque el Creador lo sostiene en el ser por su inconmensurable misericordia que no destruye nada de lo que ha creado.
Por eso, una regla básica a la hora de hablar del mal para tratar de entenderlo y explicarlose podría formular así: siempre debemos afirmar primero la positividad del Bien -del Amor de Dios, de su Verdad y Belleza y Unidad-; cuando afirmemos luego, en segundo lugar, que algo es malo, que se opone al Bien, debemos hacerlo mostrando que la oposición no es entre iguales: que el mal es parásito, que ha sido vencido por Cristo, que su poder es el de dar coletazos, como un dragón herido de muerte, y que no prevalecerá al fin.
Esta regla la vemos en todas las imágenes y consideraciones que va haciendo Ignacio. De la vida verdadera, por ejemplo, nos dice que la tenemos que «imitar» – y esto se hace “viviendo” una vida verdadera. De los engaños del maligno, en cambio, solo nos tenemos que «guardar». Lo cual implica que no siempre los tenemos que «desenmascarar» totalmente ni estamos obligados a «descubrir» la esencia del mal. Basta con «guardarnos de sus efectos dañinos».
Por tanto: cristianamente no tenemos que vivir «contra el mal», sino «a favor del bien». No podemos evitar siempre la confrontación, pero confrontar no es el objetivo de nuestra vida. Y al mal, Jesús nos dice de vencerlo con el bien!
Enemigo de la naturaleza humana
Siguiendo nuestro tema de este año, en que intentamos integrar ecología y espiritualidad, nos centramos en una expresión de Ignacio: él llama a Lucifer «enemigo de nuestra naturaleza humana». La palabra naturaleza nos ayuda a considerar que el maligno no es un enemigo que ataque lo puramente espiritual, si es que existe algo así. Su lucha es contra todo lo humano y se extiende contra todo lo «natural». El enemigo es antisocial, anti-personal, anti-espiritual y también anti-ecológico. Nos centramos en este aspecto del mal.
Dentro del contexto de la actual pandemia, tomamos como ejemplo un comportamiento del Covid-19. Dicen los virólogos que el Covid-19 logra «engañar» a nuestras células, de modo tal que entra en ellas sin «despertar» inmediatamente la alarma de nuestro sistema defensivo. No me detengo en los datos científicos que no logro entender del todo dado el lenguaje científico con que se formulan, pero el punto que sí capto es que el virus entra «engañando», escamoteándonos su malignidad, hasta que ya es tarde. Y a esto se le parece un modo de actuar que tiene el mal espíritu: “Propio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis, entrar con el alma devota, y salir consigo; es a saber, traer pensamientos buenos y santos conforme a la tal ánima justa, y después, poco a poco, procura de salirse trayendo al alma a sus engaños cubiertos y perversas intenciones” (EE 332).
Modos de «escamotear» el Bien
«Escamotear» significa hacer desaparecer una cosa de la vista con habilidad y astucia. Es la palabra justa para describir lo que hace el enemigo de natura humana con respecto a la Vida verdadera que nos ofrece Jesús. Hay varias maneras que el enemigo usa para «escamotear» lo bueno y hacernos equivocar en nuestras opciones o paralizarnos por mucho tiempo.
Exagerar el dramatismo al punto que no resulte vivible la vida
Una forma de escamoteo, de hacer «desaparecer el gusto de optar por el Bien mayor hoy» va por el lado de la exageración. En general, damos por supuesto que hay que optar entre dos intenciones -la de Cristo o la de Satanás-. También sole-mos dar por supuesto que hay que hacerlo ahora, cada día. Pues bien, una tentación bajo especie de bien que el enemigo usa es la de exagerar el dramatismo del asunto, al punto de hacernos sentir que así, es imposible vivir.
La presentación de la vida de los santos como la de una lucha heroica y sin tregua que los lleva al martirio, los pone a veces tan alto y tan lejos de la vida cotidiana que termina por quitarnos las ganas de imitar su vida. Contra este senti-miento hay una petición en la oración que se llama “el mes de San José” que me encanta. En el mes se describen los gozos y dolores que tiene José cuidando a Je-sús y a María. Una de las peticiones apela a «la felicidad inefable de los 30 años que viviste en compañía de Jesús y María en Nazaret». Es verdad que hubo cruz en la vida de José, como en la de todos los santos y en la nuestra también. Pero la vida verdadera que ofrece Jesús es de una «alegría cotidiana» que nada ni nadie nos puede quitar y cuyo peso de Gloria es infinitamente mayor que todo sufrimiento y que todo engaño del maligno.
La meditación de Ignacio nos ayuda a clarificar que la opción es entre Dos banderas que no tienen la misma jerarquía ni el mismo grado de ser. En la práctica una pequeña mentira puede ensuciar y oscurecer una gran verdad y una sola acción mala puede destruir en un momento un bien que llevó mucho tiempo construir, pero la mentira y la maldad no tienen la misma entidad que la verdad y el bien. La bandera del Bien es la única que flamea por sí misma, la del mal, es parásita.
Por eso, para optar bien, no hay que estar «viendo al demonio en todo momento», sino viendo a Cristo en todo momento. Al mirar al Señor se hará sentir el maligno, pero nosotros no lo buscamos directamente a él. Son dos enemigos mortales, es verdad, pero infinitamente diversos en grado de ser. Dios es Dios, el maligno, es criatura.
Ahora bien, una manera de combatir a una criatura -aunque sea más poderosa que nosotros- es amando a las demás criaturas, especialmente a las más pequeñas que nosotros, con «gozo y paz» como dice el Papa en Laudato si (222- 227).
Al relacionarnos humilde y servicialmente con las creaturas más pequeñas -los pobres y también los animales, las plantas, el aire y el agua y las demás creaturas, de alguna manera restablecemos nuestra relación con el Creador e, indirectamen-te, comprendemos el sinsentido del Maligno, que siendo creatura ataca a los que somos más pequeños que él.
Dice el Papa: «Estamos hablando de una actitud del corazón, que vive todo con serena atención, que sabe estar plenamente presente ante alguien sin estar pensando en lo que viene después, que se entrega a cada momento como don divino que debe ser plenamente vivido. Jesús nos enseñaba esta actitud cuando nos invitaba a mirar los lirios del campo y las aves del cielo, o cuando, ante la presencia de un hombre inquieto, « detuvo en él su mirada, y lo amó » (Mc 10,21). Él sí que estaba plenamente presente ante cada ser humano y ante cada criatura, y así nos mostró un camino para superar la ansiedad enfermiza que nos vuelve superficiales, agresivos y consumistas desenfrenados» (Ls 226).
Aquí la espiritualidad de una ecología integral viene en ayuda de la fe y de la lucha espiritual. En el trato con los seres más pequeños se juega nuestra relación con el Creador (y el combate al Maligno).
Como dice Laudato si: «De las obras creadas se asciende « hasta su misericordia amorosa» (LS 77). El amor a las criaturas es la mejor manera de combatir el mal. Ser conscientes de que la intención del maligno se opone absolutamente a la de Cristo no significa estar obligados a «combatirlo» directamente. Podemos hacerlo «indirectamente». El amor a las cosas simples de la vida, a las criaturas más pequeñas, pacifica el alma y ordena la inteligencia para discernir el mal en sus formas más sofisticadas. “Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las cosas » (LS 69).
En esto San Francisco de Asís es maestro y hermano universal: su mirada sobre cada criatura como «hermana» implica un discernimiento de Dios como Padre de todo y permite rechazar más fácilmente al Maligno.
Este es el punto. La acción de gracias por el bien de la creación, y uso sobrio de las criaturas que nos ayudan a amar a Dios, el sereno servicio de los demás, son las mejores maneras de vencer el mal con el bien.
«Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios. La historia de la propia amistad con Dios siempre se desarrolla en un espacio geográfico que se convierte en un signo personalísimo, y cada uno de nosotros guarda en la memoria lugares cuyo recuerdo le hace mucho bien. Quien ha crecido entre los montes, o quien de niño se sentaba junto al arroyo a beber, o quien jugaba en una plaza de su barrio, cuando vuelve a esos lugares, se siente llamado a recuperar su propia identidad» (LS 84).
La elección de la intención de Cristo es positiva y está en acto. Nos sumamos sirviendo y haciendo el bien a un bien que ya está en acto y que se despliega en la historia. El mal es parásito y se activa solo en la medida en que nosotros no ayudamos positivamente a hacer el bien. No es que exista un mal absoluto, activamente malvado obrando todo el tiempo contra el bien. No es un dualismo sustentable este. El mal es perezoso y parásito, como el Covid-19, que no tiene vida por sí mismo y se activa alimentándose de células ya vivas.
Al mirar y servir a las creaturas, el poder del maligno decrece
Una última cosa, muy notable. Cuando pensamos en Dios y ponemos la mirada directamente en su intención, pareciera que «la intención contraria del maligno» crece. Como puede oponer su intención a la de Dios, por un momento pareciera que se le iguala. Sabemos que no es así, pero en la práctica experimentamos esta fuerza que toma el mal cuando uno quiere tomar una decisión libre. Mientras no decidimos, parece que va todo tranquilo. Cuando nos planteamos “elegir, sí o sí”, se desencadena una lucha espiritual fuerte y a veces hasta feroz.
Al contemplar la naturaleza, en cambio, solemos experimentar paz. La belleza del Creador no encuentra «resistencia» en el ser de las creaturas, dado que cada una sigue su curso bueno natural. Esto hace de espejo a nuestra libertad que se inclina a vivir bien, a crecer como crecen las plantas, a usar sobriamente de las cosas como hacen los animales… Es en la libertad donde radica la tentación de oposición al Creador. Amar la naturaleza nos ayuda a combatir «indirectamente» al Maligno.
“La sabiduría de los pueblos originarios de la Amazonia «inspira el cuidado y el respeto por la creación, con conciencia clara de sus límites, prohibiendo su abuso. Abusar de la naturaleza es abusar de los ancestros, de los hermanos y hermanas, de la creación, y del Creador, hipotecando el futuro». «Somos agua, aire, tierra y vida del medio ambiente creado por Dios. Por lo tanto, pedimos que cesen los maltratos y el exterminio de la Madre tierra. La tierra tiene sangre y se está desangrando, las multinacionales le han cortado las venas a nuestra Madre tierra» (Querida Amazonia 42).
MOMENTO DE CONTEMPLACIÓN
Marta Irigoy
Este mes dedicado a Sagrado Corazón de Jesús, en una linda oportunidad para volver a poner todo el corazón en la búsqueda de que nuestra vida este orientada hacia la opción por Su Persona…
Pero no una persona lejana y abstracta, como puede parecer cuando nombramos a Jesús o nos referimos a Él como la Segunda Persona de la Trinidad… Así, Jesús se nos puede convertir en una Doctrina para cumplir y no una Persona a la que seguir enamoradamente con todo el alma, con todo el corazón y con toda nuestra vida: en toda su grandeza y su bella pequeñez…
Decía, el Padre Diego más arriba:
“Esto es lo grande y liberador de nuestra opción por Cristo: en Él -en lo que Él elige para invitarnos a elegirlo- no hay cosas «grandes o pequeñas» en sí mismas. Con su bendición, el puesto más humilde en la Iglesia, el carisma más aparentemente insignificante, se convierte en fuente de bendición para todo el cuerpo, para la comunidad. Esto lo vemos realizado en la vida de cada santo, de cada santa. Los pequeños actos de amor de Teresita la convirtieron en patrona de todos los misioneros…”
En esta meditación de Dos Banderas, se nos invita a dejarnos invitar por el Señor, una vez más a ponernos bajo su Bandera del Bien, de la Unidad, de la Verdad y de la Belleza…
Por eso, la invitación para este Mes del Sagrado Corazón, será tener en modo amante el corazón y la mente para poder descubrir en lo pequeño y grande; en lo oscuro y luminoso; en lo que nos llena de alegría y en lo que nos hace pesada la vida; la PRESENCIA VIVA y CERCANA de JESUS que en este tiempo de Gracia quiere que su Corazón sea el “AULA” -lugar donde vamos a aprender- donde encontrar:
el alivio a nuestras penas…
la certeza de su amor hasta el fin…
la paz de la sabernos en sus Manos…
la alegría que se funda en una paciencia activa…
Y quizás en ese “AULACORAZON”, podamos descubrir una vez más que Amar y servir a las creaturas más pequeñas nos ayuda a combatir contra el Maligno, que siempre busca engañarnos…
Y también, podamos descubrir que la vida verdadera que ofrece Jesús es de una «alegría cotidiana» que nada ni nadie nos puede quitar y cuyo peso de Gloria es infinitamente mayor que todo sufrimiento y que todo engaño del maligno.
Puedes terminar cada día, rezando esta oración hecha canción:
DAME UN CORAZÓN
Dame un corazón dócil a tu voz,
dame un corazón que abarque el regalo de tu amor,
dame un corazón… un corazón que sea mi mayor tesoro,
un corazón que sepa valorar lo bueno en todos.
Dame un corazón que ilumine la razón,
dame un corazón que ame siempre con pasión,
dame un corazón… un corazón que no se vende los ojos,
un corazón que sepa ponerse en lugar del otro.
HAZ DE MI CORAZÓN EL TUYO,
HAZ DE MI ALMA TU REFUGIO,
DE MIS OJOS TU MIRADA,
DE MIS PALABRAS TU CASA,
DE TU VOLUNTAD CAMINO,
DE TU ABRAZO MI DESTINO,
HAZ MI CORAZÓN TESTIGO
DE TU AMOR AL COMPARTIRLO…
Letra y música: Salomé Arricibita
O mirar este hermoso video: https://www.youtube.com/watch?v=das96J326k8
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