
MOMENTO DE REFLEXIÓN
Diego Fares sj
El último taller del año, como es costumbre, lo dedicamos a la Contemplación para alcanzar amor, que también llamamos «para crecer en el amor» (EE 230-237).
La unimos a «Admirable signo» la Carta apostólica que el Papa Francisco nos regala en este tiempo de Adviento, sobre el significado y el valor del «Belén». Al final nos habla de cómo el pesebre «nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios:
«El belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María. Y a sentir que en esto está la felicidad. Que en la escuela de san Francisco abramos el corazón a esta gracia sencilla, dejemos que del asombro nazca una oración humilde: nuestro “gracias” a Dios, que ha querido compartir todo con nosotros para no dejarnos nunca solos» (Admirable signo 10).
Esta educación en la contemplación, en la espiritualidad ignaciana, camina con dos pies: el de la oración y el de la acción. El resultado es caminar en el amor, que es la manera de crecer en él, ya que el amor no crece «engordando» con virtudes al sujeto, sino haciéndolo salir de sí hacia los demás.
Toda educación es un proceso y su clave está en las «etapas» por las que nos lleva. Las metas diarias son lo más importante. Aquí es donde entra el examen de conciencia que el Papa nos exhorta a hacer cada día: «Pido a todos los cristianos que no dejen de hacer cada día, en diálogo con el Señor que nos ama, un sincero ‹examen de conciencia›» (Gaudete et exsultate 169).
Una de las tentaciones del mal espíritu contra este «examen de conciencia en diálogo con el Señor que nos ama» es no poder «nombrarlo como corresponde». Basta decir examen para que un «ufa!» se nos instale. La fatiga de haber tenido o tener que dar tantos «exámenes» en la vida, hace que se sienta como una tarea no muy deseable al final de la jornada. “Encima de todo, un examen! Cuando ya estamos cansados y lo único que necesitamos es distraernos un poco y descansar”.
El objetivo de este taller es aportar algunas cosas lindas que ayuden a «reinstalar» el fruto sabroso y la actividad estimulante que contiene el «examen». Una cosa linda es su “otro nombre” posible. Y ese otro nombre es «contemplación para alcanzar amor al final del día». Contemplación para «cosechar» el amor que el Señor hizo fructificar en nuestra jornada sin que lo supiéramos (aunque, como lo veremos si practicamos este ejercicio espiritual, ese amor «nos hizo arder el corazón por el camino, aunque nuestros ojos estuvieran velados, como los de los discípulos de Emaús).
Cambio de pie de apoyo
Para ser eficaces, en cuanto a nosotros depende, ya que el que escribe exhorta a los demás con cosas que le parecen buenas porque ha experimentado en su persona el bien que le hicieron, pero la eficacia depende de cómo las reciba el otro, nos centraremos solamente en «un cambio de paso» que hay que dar.
San Pedro Fabro lo expresa contando una gracia que tuvo que le hizo ver cómo él, antes se apoyaba en un pie y luego comenzó a desear apoyarse en el otro. Para caminar se requieren los dos pies, pero la cuestión del apoyo es importante. Yo que ando mal de una rodilla, recuerdo siempre el consejo de mi madre, que andaba mal de la suya: supuesto que uno sube o baja escalones de uno en uno, es decir que la segunda pierna sube “al mismo” escalón que la anterior, el método es: para subir, primero la pierna buena; para bajar, en cambio, primero la mala».
En la oración del examen que ahora llamaremos «contemplación para alcanzar amor», se trata de «subir a Dios», de ver el día como le ve Él. Por tanto, primero hay que apoyar la pierna buena, la del agradecimiento, por ejemplo, y no la mala, como es la de mirar los defectos, lo que hicimos mal o no hicimos, etc. En general, la imagen del examen tiende a que hagamos cuentas con lo que salió mal. Y así no se alcanza amor. Por tanto: hay que cambiar de pie de apoyo, mi amigo/a!
La gracia del Pesebre
Este cambio de paso es la gracia del Pesebre. La llamo así, “la gracia del pesebre” tomando pie en un hermoso relato de San Pedro Fabro, el compañero de Ignacio y de Javier. Decía el beato Fabro (Memorial nn. 197 ss.):
«En la primera misa del día de Navidad como me sentía totalmente frío antes de la comunión, y me dolía que no estuviera mejor dispuesta mi habitación para recibir al Señor, me sobrevino un movimiento de espíritu bastante vivo en que, con sentimiento interno de devoción, que llegó hasta las lágrimas, tuve esta respuesta: que Jesucristo venía al establo y que, «si estuvieras fervorosísimo, no verías aquí la humanidad del Señor, porque espiritualmente tu estado de ánimo correspondería menos a la definición de un establo». Me consolé así con el mismo Señor, considerando que se dignaba venir a una casa tan fría. Yo quería que estuviese mi casa muy adornada para consolarme con ella; pero vi en qué condiciones estaba el Señor alojado en el establo de Belén, y con esto me consolé».
De esta consolación, Fabro, reflexiona y saca provecho. Es su modo de reflexionar lo que puede ayudarnos al hacer nuestra «contemplación para alcanzar amor», una vez que «hemos notado las consolaciones del día», especialmente aquellas en las que el Señor nos cambió el libreto, como hizo aquí con Fabro, mostrándole que para recibir al Niño en nochebuena, era mejor su estado de ánimo frío como un establo que sentirse lleno de fervor espiritual. Esto lo hizo centrarse en el amor del niño y no en sí mismo.
La gracia, si uno la recibe, es simple y clara. Si uno la quiere explicar, por ahí se complica. Digamoslo así: si quieres subir, te servirá pensar apoyándote en tu pata buena, no en tu pata débil. Aquí sería: tratar de ver cómo el buen espíritu le hizo ver a Fabro la parte buena de estar frío y pobre, mientras que el mal espíritu le hacía reprocharse y entristecerse por no estar fervoroso.
San Pedro Fabro concluye pidiendo al Señor algunas gracias para sacarle jugo a esta enseñanza en su vida práctica.
«Ojalá se me conceda -dice-, de aquí en adelante, que cada vez que no pueda ver en mi aquel modo, aquella forma, aquella disposición que quisiera yo tener para con el mismo mi Dios y mi Jesús, o su Madre, o sus santos, ojalá que mientras esto (por justa causa) se me niega, se me conceda ver y sentir la disposición, forma y modo en que Él está conmigo».
Este es el cambio de pie de apoyo: ojalá, dice, que me apoye en el modo como Dios está conmigo en vez de apoyarme en el modo en que yo quisiera estar con Él. Notemos que lo de Dios es una realidad, en cambio lo nuestro es un «futurible», un «querría», un «habría que…» o «tendría que…». Si parto de cómo se siente Dios conmigo, siempre puedo partir de un punto firme: Misericordia absoluta, incondicional, Amor de Padre y de Amigo fiel. Si parto de mí, una vez será un sentimiento y otra vez otro.
Continúa Fabro:
«Hasta ahora yo siempre he puesto mas empeño en procurar ornato con que presentarme a Dios y a sus santos, que en procurar un conocimiento tal que me hiciese sentir cuál es el ornato de ellos, cuando ponen en mi sus ojos, o me aman, o me sufren, o me ayudan. Yo siempre he andado a buscar revestirme de devoción y de otros cualesquiera aderezos con que pudiese atraerlos a ellos, es decir, a Dios y a los santos hacia mi y hacerme amable a ellos y agradable, pero no he buscado también cómo ir hacia ellos, atraído por ellos, lo cual sería muy fácil, dado que podía contemplar los bienes que en si tienen y con los cuales son en si tan amables y agradables».
En el examen del final de la tarde (mejor que a la noche, en que uno está ya cansado) que ahora llamamos «contemplación para alcanzar amor», así como el primer pie de apoyo para subir es apoyarse en la pierna buena del agradecimiento al mirar el pasado (y no en los defectos), al mirar el presente, es mejor apoyarse en la pata buena del «adorno» de las virtudes en Dios y sus santos y no en el adorno que podamos tener nosotros. Es decir: mirar la misericordia y la bondad de Dios en sí mismo es mejor que mirar cuánto amor tengo yo o cuánto arrepentimiento. Su misericordia lo adorna «de modo absoluto» y esto sirve tanto para un arrepentimiento mío más o menos perfecto. Santa Teresita decía que le había consolado mucho cuando Dios le hizo sentir que no la amaría más si fuera como la Virgen María ni la amaría menos si fuera como la adultera. Dios la amaba absolutamente fuera ella como fuera.
Esta manera de pensar de Fabro, que lo lleva a centrarse en Dios y no en sí, tiene también su dinamismo. Cambia el dinamismo: en vez de querer «atraer a Dios», pone la fuerza en «dejarse atraer por Él». Siempre son las dos cosas, pero estamos viendo la cuestión de dónde poner la fuerza, el impulso, en cada momento. Porque el mal espíritu, cuando uno quiere hacer una obra buena, como es esta de examinarse cada día para cosechar y crecer en el amor, tienta con cosas sutiles, como es la de cambiarnos -para mal- el paso. Y nos sugiere que sería mejor, para subir a Dios, apoyarnos en la pata mala y mirar mucho nuestros defectos (o simplemente, mirarnos a nosotros mismos, más que dejarnos fascinar por la belleza de Dios en el momento de examinarnos en el amor).
Sigue Fabro su reflexión y pide ahora dos gracias, pero cambiando también el orden que de ahora en más se preocupará por seguir:
«Denme el Padre todopoderoso y el Hijo y el Espíritu Santo gracia para que sepa y pueda y quiera procurar y pedir a un mismo tiempo dos cosas: a saber, ser amado de Dios y de sus santos, y amar a Dios y a sus santos. (Pero) De aquí en adelante más cuidado he de poner en lo que es mejor y más generoso y que yo menos he hecho, es a saber, mas querer amar que ser amado. Y por eso he de buscar con más diligencia aquellas señalesque me puedan mostrar que amo, que no las que me muestran que soy amado.
Y estas señales serán los trabajos por Cristo y por el prójimo, conforme aquello que dijo Cristo a san Pedro ¿Me amas más que estos? Apacienta mis ovejas. Atiende, pues, a ser primero Pedro, para que después seas Juan, el cual es más amado y en quien está la gracia. Hasta ahora has querido ser primero Juan y después Pedro».
Dice que se fijará más en una señal que en otras. Esto es propio de cuando uno examina cómo anduvieron las cosas en su día. Él dice que mirará más qué trabajos hizo con más amor, en qué amó más. Poner la atención en esto significa sacarla de dos cosas: no mirar tanto en qué le fue bien, en qué recibió un regalo, un elogio, una consolación, sino en qué pudo dar un regalo, hacer a otro un elogio o consolarlo. Y además, esta atención lo libra de mirar «lo que no hizo» o hizo mal. Pone primero la atención en el amor que dio a otro y esto es un paso adelante y hacia arriba, porque luego uno reconoce allí la gracia de Dios que fue más eficaz y fecunda en su día.
Continúa Fabro:
«Hasta ahora he andado yo muy solicito en procurar aquellos sentimientos de los cuales puede tomarse algún indicio de ser uno amado de Dios y de sus santos; pues lo que más quería entender era cómo se habían respecto de mi. Y esto no es malo; antes es lo primero que ocurre a los que caminan hacia Dios; o por decirlo mejor, tratan de hacerse a Dios propicio (…) Solemos, pues, y no hacemos mal, en los principios de nuestro vivir bien, andar principalmente solícitos de contentar a Dios en nosotros mismos, preparándole habitación corporal y espiritual, en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu. Hay, sin embargo, cierto tiempo -cual sea, sola la unción del Espíritu Santo a cada uno de los que van rectamente aprovechando se lo enseña-, en el que se nos concede y se nos exige que no queramos ni procuremos tan principal y primariamente ser amados de Dios, sino que nuestro principal empeño debe ser amarle a él, esto es, que no andemos averiguando cómo se ha respecto de nosotros, sino cómo se ha él en sí y en las otras cosas, y qué es lo que en las cosas absolutamente le agrada o desagrada a él.
Aquello primero, que hemos dicho, era traer a Dios hacia nosotros; mas esto otro es llevarnos a nosotros mismos hacia Dios. En aquello primero buscamos que él se acuerde y tenga cuidado de nosotros, mas en esto segundo procuramos acordarnos de él y poner nuestra solicitud en lo que a él agrada. En el primer procedimiento consiste la vida de perfeccionarse en nosotros el temor verdadero y la reverencia filial; en el segundo, la de la perfección de la caridad.
Denos, pues, Dios a mí y a todos, los dos pies sobre los que nos debemos apoyar cuando caminamos por esta escala que nos conduce a Dios: verdadero temor y verdadero amor. Hasta ahora me parece que el temor ha sido para mí el pie derecho, y el amor el izquierdo. Ahora ya deseo que el amor sea el derecho y el principal, y el temor vaya siendo el izquierdo y menos principal».
Termina Fabro sintetizando todo en el pie del temor y el pie del amor. Al examinarnos, es mejor apoyarnos en el pie del amor primero y luego en el del temor. Si no, el examen no se sostiene en el tiempo. Porque cuando uno está cansado, si se apoya en el amor, perseverará más tiempo.
Nuevo nombre, nuevo modo
De ahora en más, al terminar el día diré: antes de cenar (al volver del trabajo, por ejemplo o antes de preparar la cena), voy a hacer mi Contemplación para alcanzar amor.
* Charlaré con Jesús o con nuestro Padre comunicándoles mis cosas y recibiendo las suyas: sus confidencias, su bondad, todo lo que tienen para decirme como amigos.
* Veré cómo el Señor puso su amor en mi día, más en obras que en palabras. Recordaré cosas buenas que pasaron hoy, concretas y pequeñas como el pan o un saludo.
* Le daré gracias por todos los beneficios que me hizo, por todo lo recibido. Lo haré no tanto «enumerando» -cosa que puede cansar a la larga- sino encareciendo mucho alguna gracia grande y dejando que las otras se le peguen en torno, como a un imán que las atrae y las centra. Agradeceré hasta que mi memoria quede rebosada de la luz del agradecimiento, que dilata el corazón y encandila la mirada.
Dar gracias purifica la memoria de todas las “frases” con que el mal espíritu pretende inundarla con sentimientos de fracaso, de culpa, de negatividad: “perdiste tanto tiempo”, “hiciste tan poco”, “tantas cosas salieron mal”…. La respuesta es que el pasado está en la Misericordia del Padre, que ha enterrado todos nuestros pecados y es capaz de dar vida a todos nuestros muertos.
* Mirando mi presente, prestaré atención y notaré cómo Dios «habita» en las personas que me encontré durante el día y con las que comparto la vida. Habita en ellas y eso se nota en sus «actos de santidad». Este es el punto que dice «mirar cómo Dios ‹trabaja› por mi -por nosotros- en todas las cosas. Es un ejercicio de reconocimiento del valor de lo que las creaturas «hacen por mí», de todo el trabajo que les dey, digámoslo así, y de lo que cada creatura «es» y vale por sí misma.
El reconocimiento de la presencia y del trabajo de Dios en mi presente lo purifica de todo sentimiento de soledad e inutilidad. Con Él nunca estamos solos, con él ningún pequeño esfuerzo es inútil. El acompaña y bendice nuestros pasos. Y si abrazamos la cruz del momento, si abrazamos “los clavos” en que la vida nos mete, Él es capaz de convertir esa cruz en fuente de vida para los demás.
* Mirando hacia adelante, al futuro, haré un ejercicio de «humildad que se empeña», de reconocimiento de mis límites y de que «todo es posible para Dios». Esta mezcla de «mi medida potencia», como dice Ignacio, y de la «suma e infinita potencia de Dios», hace que uno pueda «dar un pasito adelante, real y concreto, siempre, en el amor.
La esperanza que se alegra de la propia pequeñez y se fía totalmente de la grandeza de Dios purifica la mirada y el ánimo de todo descorazonamiento, de toda negrura de horizonte. Cuanto más pone uno el pie en la propia pequeñez y desde ahí alza la mirada al Cielo más se despeja el futuro y brilla la esperanza.
* Terminaré mi contemplación para cosechar el amor del día con el ofrecimiento que dice: Tomad Señor y recibid, toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo mi haber y mi poseer. Vos me lo diste, a Vos Señor lo torno. Todo es vuestro. Disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta.
Dice el Papa Francisco:
“El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer.
Muchas veces esto se juega en lo pequeño, en lo que parece irrelevante, porque la magnanimidad se muestra en lo simple y en lo cotidiano1.
Se trata de no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy» (GE 169).
Momento Contemplativo para Alcanzar Amor…
Marta Irigoy
Llegamos a nuestro último Taller con el hermoso regalo que el Papa Francisco, nos ha hecho de escribirnos la Carta sobre el Pesebre…
Qué lindo seria que esa Carta la pudiéramos leer en forma personal, dirigida a personalmente a vos…
En estos tiempos tan despersonalizados, recibir esta carta, nos ayuda a centrarnos en lo esencial de nuestra fe: “Un Dios enamorado de nuestra Pequeñez que viene a enseñarnos el arte de amar…
Todo el texto del P. Diego, nos ilumina sobre cómo hacer al final del día una cosecha de las visitas de Dios en nuestras jornadas tan ajetreadas, que muchas veces sentimos que nos descentran de lo esencial y nos desafían a salir de nuestro propio querer para descubrir que es lo que le agrada al Padre…
Por esto, quizás podríamos hacer este examen cotidiano teniendo como horizonte, no querer «atraer a Dios», sino poner la fuerza en «dejarnos atraer por Él», en las cosas pequeñas, de cada día, especialmente en aquellas que son las que nos quitan la paz y la alegría de la vida…
Para terminar, les comparto esta hermosa oración de Madre Teresa de Calcuta, que nos ayudara a centrarnos en dejarnos atraer por Dios, en esos momentos en que Dios se hace SORPRESA y nos invita desde diferentes situaciones a “dejarnos atraer por Él”, como aquellos Pastores y Magos de Oriente, que fueron sorprendidos en un Noche Oscura -por una Estrella y unos Ángeles- y se dejaron iluminar teniendo la Gracia de ser parte de la Primer Noche Buena…

Sabiendo que cada vez que hacemos un pequeño gesto de Amor, el Reino llega; tomemos como camino para alcanzar amor este pedido a Jesús, que quizás podemos hacer cada día, ante el Pesebre…
Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien;
Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan,
dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del Tuyo.
Amen
-Madre Teresa de Calcuta M.C.
1 En la tumba de san Ignacio de Loyola se encuentra este sabio epitafio: «Non coerceri a maximo, contineri tamen a minimo divinum est» (Es divino no asustarse por las cosas grandes y a la vez estar atento a lo más pequeño).
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