La alegría del Evangelio como Principio y Fundamento de nuestra vida
“Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG 1).
Los 18 puntos de la Introducción a “La alegría del evangelio” se concentran en este primer párrafo, que tiene “sabor a Cristo resucitado”. La perspectiva de “los que se encuentran con Jesús” es la de un encuentro con “Jesús resucitado”, cuyo oficio, como dice Ignacio, es “consolar a sus amigos”. Es que “con Jesucristo siempre “resucita” –nace y renace- la alegría”. Con esta “exhortación” Francisco quiere “consolar a sus amigos, a la Iglesia entera” para que “salga a evangelizar” y a consolar a los demás.
Para los que vivimos la espiritualidad de los Ejercicios es bueno meditar cómo es el camino por el que nos lleva Ignacio. Por un lado es un camino lineal, que parte de la creación, se purifica de los pecados, sigue a Jesucristo y se va identificando con él, con su pasión y resurrección, hasta aprender a “amarlo y servirlo en todas las cosas”. Pero este camino tiene un centro afectivo que es “el gozo de Cristo Resucitado”. Este gozo y esta consolación que nos trae el Señor se expande en los cuatro deseos: de alabar y reverenciar a Dios, de liberarse de los afectos desordenados, de seguir a Jesús y de identificarse con él, eligiendo lo mismo que él elige.
Francisco nos centra en esta dinámica de la alegría de la resurrección, que es propiamente el “evangelio”, la buena nueva anunciada, y nos invita a una serena reflexión sobre la alegría que se renueva y se comunica.
I. Alegría que se renueva y se comunica
La oración de la alegría: “rescátame Señor…”
Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien” (EG 2) puede brotar entonces “la oración de la alegría”:
« Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores » (EG 3).
“Nadie está excluido de la alegría que trajo el Señor” (Pablo VI, Gaudete in Domino 22). El nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!” (EG 3).
Antiguo Testamento
Entre los párrafos más lindos del AT está el de Sofonías: “Pero quizás la invitación más contagiosa sea la del profeta Sofonías, quien nos muestra al mismo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar a su pueblo ese gozo salvífico. Me llena de vida releer este texto: « Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de júbilo » (3,17).
“Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios: « Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen día » (Si 14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras! (EG 4). A esto responde eso tan del Papa de desear “Buon pranzo” a la gente que acude al Ángelus, poniendo esa nota de humanidad y cortesía que tanto bien hace a todos.
Nuevo Testamento: Alegría del Resucitado
Del NT rescatamos las siguientes frases del Señor: “Jesús mismo « se llenó de alegría en el Espíritu Santo » (Lc 10,21). Su mensaje es fuente de gozo: « Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena » (Jn 15,11). Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante. Él promete a los discípulos: « Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría » (Jn 16,20). E insiste: « Volveré a veros y se alegrará vuestro corazón, y nadie os podrá quitar vuestra alegría » (Jn 16,22)” (EG 5).
Alegría de los pequeños
De la vida cotidiana el Papa rescata lo siguiente:
“Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse. También recuerdo la genuina alegría de aquellos que, aun en medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un corazón creyente, desprendido y sencillo. De maneras variadas, esas alegrías beben en la fuente del amor siempre más grande de Dios que se nos manifestó en Jesucristo” (EG 7).
II. La dulce y confortadora alegría de evangelizar
¿Cómo es que es “dulce y confortadora” la tarea de Evangelizar que nos dejó el Señor: “vayan a todo el mundo y anuncien el evangelio” (Mc 15, 16)? Es que hay tareas y tareas. Tareas que agotan y tareas que renuevan. Las que renuevan son “irradiación” de un bien que hemos recibido y al cual –llenos de fervor y bajo el efecto de la alegría que nos produce- desarrollamos y compartimos con nuestro trabajo. Lo paradójico de estas tareas –que son como un cuadro que uno pinta o como una fiesta que dos novios preparan, o como un proyecto para los demás que un equipo elabora- es que no agotan sino que realimentan a los que se desgastan en ellas. Por eso son dulces y confortadoras, porque son vida y “la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros” (EG 10).
El bien, comunicándose, se arraiga y desarrolla, la vida se acrecienta dándola y en la medida en que se da, se renueva. Jesucristo “siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad. Él puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina” (EG 11).
“Por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, « la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo »” (EG 10)
Una eterna novedad
Francisco nos ayuda a redescubrir cómo es que la alegría va unida a la novedad. El Evangelio es Buena nueva, frescura y originalidad, creatividad. Nunca envejece, nos renueva el vigor.
Cuando irrumpe la alegría y nos invade el corazón, la experiencia es de “novedad esperada”. La alegría dice: “no puedo creer que sea verdad, que esté pasando lo que siempre soñé”. Francisco nos hace reflexionar y ver que la novedad es “memoriosa”. El que no tiene memoria no se “sorprende” por nada. La alegría brota cuando, en algo nuevo, vemos que “Él nos amó primero”. Por eso es que la memoria agradecida prepara la tierra para recibir la novedad del evangelio y la alegría al descubrir lo nuevo remite al recuerdo, al mismo tiempo que nos impulsa a dar un paso adelante y a salir a comunicar a otros el bien recibido.
La neurociencia nos dice que la memoria y los proyectos nuevos se guardan en el mismo lugar de nuestro cerebro. Memoria y esperanza habitan juntas y su hija es la alegría.
III. La nueva evangelización para la transmisión de la fe
Los tres tipos de personas a los que se dirige la evangelización.
Los tres niveles: los que tienen fervor, ya sea grande o que debe crecer, los que no experimentan el consuelo de la iglesia y la alegría de la fe, y los que no conocen o han rechazado a Jesús. Cada uno puede identificar en su corazón estas “periferias” que deben ser evangelizadas. La del fervor que puede crecer, saliendo a evangelizar a los demás; la periferia donde por mis pecados o falta de profundidad y de dar tiempo a la oración no siento la consolación del evangelio; las periferias donde mis criterios y mis deseos rechazan a Cristo (cfr. EG 14).
Francisco consolida este nuevo paradigma: la salida misionera es el paradigma de toda obra de la iglesia… “habrá más alegría por un pecador que se convierta (Lc 15, 7) (Cfr. EG 15).
En este paradigma, los temas con más incidencia son:
a) La reforma de la Iglesia en salida misionera.
b) Las tentaciones de los agentes pastorales.
c) La Iglesia entendida como la totalidad del Pueblo de Dios que evangeliza.
d) La homilía y su preparación.
e) La inclusión social de los pobres.
f) La paz y el diálogo social.
g) Las motivaciones espirituales para la tarea misionera.
Estos puntos hacen a un “estilo evangelizador que nos lleva a poder estar siempre alegre en el Señor”(Fil 4,4) (EG 18).
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