Momento de Reflexión
Diego Fares sj
Llamar al que nos llama. Seguir al que viene a nuestro encuentro. Dejarlo todo para ganar a Aquel que nos dona todo y se dona a sí mismo en sus dones… Estas cosas resuenan en el corazón al contemplar a Jesús que llama a los primeros discípulos junto al lago de Genesaret.
El Señor tiene la delicadeza de venir a buscarnos y a llamarnos siendo que somos nosotros los que tenemos necesidad de invocarlo y seguirlo a Él. El lago es imagen de la vida en cuya corriente nos sumergimos cada día buscando el alimento por medio de nuestro trabajo. A esa orilla de nuestra vida cotidiana viene Jesús a buscarnos, para dar sentido trascendente a nuestro afán: los haré pescadores de hombres.
Seguir el llamamiento del Señor implica una conversión afectiva: dejar nuestros intereses para buscar los suyos. Y en eso nuestro pueblo fiel es maestro de vida.
Al contemplar el llamamiento de los primeros discípulos uno no puede dejar de pensar qué buena gente habrán sido Andrés y Pedro, Santiago y Juan, los amigos pescadores a quienes Jesús llamó! Qué habrá visto Jesús en ellos que lo entusiasmó para construir su Iglesia con esta gente sencilla, fiel y abierta a la gracia. Pienso que al Señor le deben haber gustado dos cualidades de los pescadores: una su capacidad de trabajar en equipo, no individualmente. La otra, el vivir de un trabajo que requiere comenzar cada noche de nuevo, de vivir rogando la gracia de una buena pesca. El depender de la providencia y el trabajar como compañeros son dos gracias que Jesús quiere para su Iglesia.
En tu Nombre echaré las redes… Lo dejaron todo y lo siguieron
Las dos frases elegidas para ilustrar esta escena nos ponen en la tensión propia del discípulo misionero. Es muy notable que los discípulos, habiendo conseguido un milagro tan grande (y apropiado para ellos ya que una pesca así colmaba sus expectativas de pescadores) no hayan buscado usar a Jesús para sus intereses (invitarlo a participar del negocio de la pesca) sino que, dejando todo (incluida la pesca milagrosa) lo hayan seguido a Él. En la mención del Nombre de Jesús está la clave: al ver el milagro que se produce al echar las redes en el Nombre de Jesús, se dan cuenta de Quién es Él. Alguien a quien hay que seguir y obedecer y no alguien a quien hay que usar para los propios intereses.
El llamamiento junto al lago implica una conversión profunda de la vida, un cambio de dirección en los intereses. Jesús se ha acercado a su vida y los ha rondado y ahora ellos comienzan a girar en torno a Jesús, que va centrando todo en sí, en su Nombre.
El Nombre de Jesús
Para los antiguos, el nombre, lejos de ser una designación convencional, expresa el rol de un ser en el Universo. El Nombre de Jesús es “el Nombre que está sobre todo nombre ( Fil 2, 9). Es decir: su rol es “la clave” del universo, la piedra angular.
“Si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rm 10, 9). Decir “Jesús” es decir la Palabra que unifica todo, que recapitula todo, que da Vida a todo, que da sentido, que salva, que purifica y plenifica. Por eso, lo que se hace como discípulos se hace en su Nombre: “todo cuanto hagan, de palabra y de boca, háganlo todo en el Nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre” (Col 3, 17.) Invocar el Nombre de Jesús en todo significa que a quien seguimos es a Él, a su Persona. No un proyecto sino una Persona. El tesoro es Jesucristo mismo, no lo que Él nos da; lo que nos da “viene por añadidura”. Invocar el Nombre del Señor Jesús –como Pablo- significa reconocerlo como Señor de nuestra vida práctica, como Dueño nuestro. Confesarlo como “Hijo de Dios”, como Hijo del Padre –como San Juan- nos hace participar de su Vida, ser hijos de Dios Padre.
El Nombre de Jesús convertido en “Icono sonoro”
En los talleres de este año estamos aprendiendo a rezar con imágenes. Decimos que las imágenes evangélicas transmiten energía. Pues bien, nada más lleno de energía vital y creadora que pronunciar el Nombre de Jesús. El Nombre de Jesús se puede convertir en un ícono sonoro. Contemplar no sólo es movimiento que va de la vista al sentimiento sino también sonoridad de la palabra pronunciada que produce imágenes vitales.
Pronunciar el Nombre de Jesús en paz y confiados en la ayuda del Espíritu
Antes de pronunciar el Nombre de Jesús, es necesario intentar colocarse a uno mismo en estado de paz y recogimiento.
Luego hay que implorar la ayuda del Espíritu Santo consolador, el único medio de poder “decir Jesús es el Señor” ( 1 Cor 12, 3). Y esto basta. Todo otro preliminar es superfluo.
Habiendo sido pronunciado el Nombre bendito de Jesús una primera vez con adoración amante, resta sólo dedicarse a ello, ligarse, repetirlo lentamente, dulcemente, tranquilamente.
Sería un error querer “forzar” la oración, buscando concentrarse demasiado o queriendo intensificar los sentimientos.
Más bien se trata de dejar que el Nombre de Jesús, como una mancha de aceite perfumado, penetre e impregne silenciosamente nuestra alma.
El nombre pronunciado puede prolongarse en los minutos de reposo, de silencio, de atención interior a lo que Jesús mismo hace sentir. Sin tensión, sin prisa, como un pájaro que alterna el batido de alas y el vuelo planeando.
Si sobreviene la fatiga y uno se distrae se puede interrumpir la invocación para retomarla cuando uno se sienta dispuesto de nuevo.
El fruto a alcanzar no es una repetición literal sino una especie de latencia, de aquiescencia del Nombre de Jesús que se posa sobre nuestro corazón y se va adueñando de su ritmo y sentimientos.
No hay que buscar sentir cosas o sacar frutos. Basta con ofrecer al Señor la invocación de su Nombre.
Sin embargo, no es raro que Jesús envuelva a menudo la invocación de su Nombre con una atmósfera de alegría, de calor y luz: “Tu Nombre es un perfume expandido… Atráeme” Jesús (Cfr. Cantar 1, 3-4).
Mientras que los métodos complicados de oración suelen dispersar y fatigan la atención esta oración, que consiste en una sola palabra –Jesús- o en una frase – “Jesús Hijo del Padre, ten misericordia de mí”- posee un poder de unificación, de integración, bienhechor para las almas divididas y dispersas por el pecado o las angustias de la vida.
El crecimiento de esta oración conlleva un decrecimiento de las “otras cosas”. Un dejarlo todo para seguir sólo su Nombre.
Existen grados en la oración de Jesús. Ella se profundiza y se dilata a medida que nosotros descubrimos, en el nombre, un nuevo contenido.
Adoración y salvación
Comienza siendo Adoración y sentimiento de Presencia. Y luego, esta presencia se experimenta como Salvación: su presencia misericordiosa nos libera de culpas y pecados. Pronunciando el Nombre recibimos ya aquello de lo que tenemos necesidad. Lo recibimos desde ahora en Jesús que no sólo es dador de cosas sino el Don. Es el alimento, la sustancia de todas las cosas buenas. Si hemos cometido algún pecado, el Nombre de Jesús hace que el Señor retome naturalmente su lugar en la vida del pecador, del mismo modo que habiendo resucitado volvió a sentarse simplemente en la mesa donde sus discípulos, que lo habían abandonado, le presentaban pescado y miel.
Su nombre devuelve la paz a aquellos que son tentados. En lugar de discutir con la tentación, la invocación del Nombre de Jesús -creo en Jesucristo mi Dios y Señor- hace que el Señor establezca la paz con su Presencia en medio de nuestro encerramiento y restablezca la calma como cuando ordenó a la tormenta que se sosegara.
Encarnación
Pronunciando el Nombre de Jesús lo “intronizamos” en nuestro Corazón, ofrecemos nuestra carne a la Palabra como hizo María: “hágase”. Al invocarlo, el Señor “se encarna” en nuestra vida.
Transfiguración
El Nombre de Jesús es un instrumento, un método de transfiguración. Podemos ir a nuestros hermanos con el nombre de Jesús en nuestro corazón y pronunciar silenciosamente sobre ellos el Nombre que es su verdadero nombre. Nombremos a cada persona con el Nombre de Jesús con una actitud de servicio y amor y se nos transfigurarán.
Comunión
Pronunciar el Nombre de Jesús es comulgar con Él espiritualmente. El Nombre del Señor puede convertirse para nosotros en una especie de Eucaristía. Podemos hacer del Nombre de Jesús una ofrenda de Acción de gracias al Padre y luego saborearlo como quien recibe el Pan de vida.
El Nombre y el Espíritu
Pronunciar el Nombre de Jesús nos hace sentir su relación con el Espíritu. Jesús colmado por el Espíritu; Jesús que insufla el Espíritu a los suyos.
El Nombre y el Padre
Decir Jesús como lo dice el Padre es sentirlo Hijo y en su Nombre sentirnos hijos amados del Padre.
Momento de Contemplación
Hna Marta Irigoy md
“NAVEGAR MAR ADENTRO DEL CORAZÓN, PARA DEJARNOS ENVIAR…”
EL LAGO DE GALILEA: “Lugar de la sobreabundancia del don”
La misión de Jesús se inicia en Galilea, la parte norte de la Palestina. Allí se encuentra la ciudad de Nazaret, en la que Él se había criado, y también el lago de Genesaret, donde puso tan de manifiesto el poder de Dios y es el lugar donde Jesús Resucitado vuelve a citar a sus discípulos:
“Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán». (Mt 28, 10)
Hoy vamos a contemplar el “icono de la pesca milagrosa”… y el Lago de Genesaret como lugar teológico del llamado del Señor a sus primeros discípulos y a nosotros también…
“El lago, la orilla, las barcas… La muchedumbre amontonándose para escuchar de Jesús la Palabra de Dios.
Los pescadores limpiando las redes. Jesús, de pie, ve. Todo comienza con su mirada. Libre con las cosas y confiado con las personas, sube a la barca y pide a Simón. Como necesitado. Su mirada une, su pedido convoca. La generosidad del pescador puede más que el cansancio, y desde la barca de Simón, Jesús enseña a la multitud.
Cuando todo parece concluido, viene la palabra de Jesús para Simón y los pescadores. Una doble orden los incluye: ¡Navega mas adentro –apártate hacia lo profundo- echen las redes para la pesca! En nombre de todos, Simón afronta el desafío. Respetuosamente expone con realismo el fracaso total del trabajo en común: toda la noche…esforzándonos…nada.
Pero por encima de la humillación, Pedro, se arriesga a confiar y obedece: en tu palabra…Haciendo lo que saben, casi naturalmente, la pesca sobreabunda, el don los colma… Nadie puede solo con el don de Dios…”
PARA CONTEMPLAR
Hoy queremos contemplar a Jesús que camina en la orilla del Lago y que me pide subir a la “barca de nuestra vida”…
“En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Navega mar adentro, y echen las redes». Simón le respondió: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes». Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador». El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres». Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron” (Lc 5, 1-11)
* Leer atentamente el texto y dejar que estas palabras inunden el corazón…
* Dejo que Jesús se suba a mi barca…
* Una vez en mi barca, me dice: navega mar adentro de tu corazón…
* Le expongo como Pedro con realismo el fracaso total del trabajo en común: toda la noche…esforzándonos…nada.
* Confío en su Palabra…y por encima de la humillación me arriesgo a confiar y obedecer en su palabra… Tiro la red de mis intentos…
* La pesca sobreabunda, el don me colma… ya que nadie puede solo con el don de Dios…, siento mi pequeñez y la comparto con Jesús…
* Me admiro de su don y la confianza que tiene en mí…
* Me dejo enviar…
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